Lila se subió la falda y se hizo un nudo con ella, dejando sus muslos desnudos, torneados y bronceados al descubierto. Antonio que estaba un poco más allá, dentro del mar, siguió con la pesca, pero cada tanto miraba los pechos de la mujer que se movían al ritmo de sus manos, las cuales restregaban la ropa con ímpetu y fiereza.

Lila era consciente de la mirada del hombre joven y pasaba, al descuido, sus manos por el rostro, salpicado de espuma de jabón y de sol, y aprovechaba a cerrar los ojos, entreabiertos, como sus labios, que sus dientes mordían, como si estuvieran comiendo, pellizcando una jugosa fruta:

_¡Voy a pescar algo para que me hagas algo delicioso, mujer! –le dijo Antonio mirando con los ojos entrecerrados la figura de la mujer empapada en agua jabonosa y la mujer sonreía coqueta, con sus ojos negros, dejando al hombre con un temblor en el cuerpo parecido a una descarga eléctrica.

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Frente a la mujer, los peces recién sacados del mar eran fileteados y troceados en pequeños pedazos por las manos femeninas. Las manos hábiles exprimían los limones que rociaban la carne blanca y dejaban en el ambiente un olor a agrio y a verde. Luego, en un mortero, granos de sal y pimienta, eran machacados con esmero, con ritmo y cadencia, para después convertirse en lluvia sobre la carne cruda. Los ajíes y las cebollas, también las hierbas aromáticas, sobre la tabla de madera, eran cortadas finamente, multiplicándose como la risa que gorjea en la garganta de Lila.

El hombre se pone por detrás de la mujer y pega su cuerpo al de ella como si fuera la calcomanía de su espalda. La risa de Lila se deja escuchar mientras que el hombre le dice algo al oído:

_Dame algo sabroso, mujer –y Lila le da en la boca un pedazo de carne cruda. El hombre engulle el pedazo de carne ácida y condimentada, y come con deleite, rápido, entre suspiros y termina chupándole los dedos a Lila que parece caldo, sopa ardiente ante el arco duro que está detrás de ella y hace hondura en su cuerpo.

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Ya en la tarde, el hombre sale de la habitación y antes de marcharse de nuevo a la faena, mira a la mujer que está dormida y en su boca baila una sonrisa, como si estuviera satisfecha. Su cuerpo ruborizado y escarchado por el sudor, yace sobre las sábanas empapadas y olorosas. El hombre sonríe también al ver aquella imagen que parece una obra de arte, pintada por un gran Dios bondadoso. Aquella visión hace que instintivamente, el hombre lleve sus dedos y luego los huela y los chupe: el sabor y el olor a pez, a mar, a carne cruda y salada del ceviche despierta el hambre nuevamente en él, que se olvida de la faena y se queda en la casa sin saber de mundo.

HASTA UNA PRÓXIMA OPORTUNIDAD, AMIGOS

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[Versión en inglés]
Lila pulled up her skirt and tied a knot with it, leaving her naked, shapely, tanned thighs exposed. Antonio, who was close to her, continued fishing, but every now and then he would look at the woman's breasts that were moving to the rhythm of her hands, which were rubbing the clothes with impetus and fierceness.
Lila was aware of the young man's gaze and ran her hand over her face, splashed with soap suds and sun, and took the opportunity to close her eyes, half-open, like her lips, which her teeth were biting, as if they were eating, pinching a juicy fruit:
I'm going to catch something for you to make me something delicious, woman, Antonio told her, looking with half-closed eyes at the figure of the woman soaked in soapy water, and the woman smiled coquettishly, with her black eyes, leaving the man with a tremor in his body similar to an electric shock.
In front of the woman, fish fresh from the sea were filleted and cut into small pieces by female hands. Skilful hands squeezed the lemons that sprinkled the white flesh and left a sour and green smell in the air. Then, in a mortar, grains of salt and pepper were crushed with care, with rhythm and cadence, to later become rain on the raw meat. Chili peppers and onions, as well as aromatic herbs, were finely chopped on the wooden board, multiplying like the laughter that gurgles in Lila's throat.
The man stands behind the woman and glues his body to hers as if he were the sticker on her back. Lila's laughter is heard as the man says something in her ear:
_Give me something tasty, woman -and Lila stuffs a piece of raw meat into his mouth. The man gobbles the piece of sour and spicy meat, and eats with delight, fast, between sighs and ends up sucking Lila's fingers that looks like broth, burning soup before the hard arch that is behind her and makes depths in her body.
Already in the evening, the man leaves the room and before going back to work, he looks at the woman who is asleep and a smile dances on his mouth, as if she were satisfied. Her blushing and sweat-frosted body lies on the soaked and smelly sheets. The man also smiles at the sight of that image that looks like a work of art, painted by a great and kind God. That vision makes him instinctively take his fingers and then smell and suck them: the taste and smell of fish, of sea, of raw and salty meat of the ceviche awakens the hunger again in the man who forgets the task and stays in the house without knowing the world.