Tender las ropas al viento
En eso estaban, cuando Doña Flor, una mujer de 30 y tantos, salió con una cesta de ropas que brillaban y olían a limpio. Inmediatamente miró a Toñito y le recordó con la mirada que tuvieran cuidado con la pelota y la ropa. Toñito asintió como siempre y siguió saltando y esquivando las patadas de sus compañeros quienes intentaban detenerlo rumbo al arco.
Mientras, Doña Flor tendía sus blusas, vestidos, pantalones y sábanas al sol, una brisa ondeaba la tela y la sacudía haciendo que el olor a detergente se expandiera por los aires. La mujer tomaba cada una de las prendas de la cesta y las guindaba, sujetándolas con pinzas de colores. El sol hacía que la mujer cada tanto se pasara la mano por la cara secando líneas de sudor que iban a parar en su escote.
Toñito estaba sofocado por la última jugada que había hecho y estaba detenido en mitad del patio cuando una ola de brisa fuerte estremeció los árboles, las cuerdas, las ropas, y el vestido de algodón que llevaba Doña Flor se levantó y dejó al aire las piernas y nalgas torneadas, duras y blancas. Toñito sintió que él mismo se estremecía y que los ojos se le abrían con el vuelo de las telas. Allí, con el corazón acelerado, Toñito comenzaba el juego de la vida.
Limpia, olorosa y fresca iniciación en el deseo. Tu relato permite visualizar y sentir, desde situaciones completamente cotidianas muy cuidadosamente narradas y descritas, la conjunción de la realidad y el deseo, como diría el poeta Luis Cernuda. Sin tapujos y con sugestivo manejo del lenguaje, presenta una situación propia de nuestro entorno donde los adolescentes descubren los entresijos de la sensualidad y la sexualidad. Saludos, @nancybriti.
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Por un lado, gracias por tan completo comentario, @josemalavem. Siempre tan certeros e inteligentes. Creo que en él recoges la esencia fundamental de la historia, la cual trata de ese despertar sensual y sexual del que hablas. Y por otro lado, felicitaciones por esta iniciativa que no solo busca hacer del comentario una práctica en Hive, sino también, incentivar la lectura y la reflexión de cada texto. Saludos
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Con qué sutileza, donde a medida que se lee, casi se puede llegar a tener un recuerdo fresco en la memoria de aquéllos aromas de antaño, nos recuerdas al Toñito que todos hemos sido y esos despertares de la carne que nos incitaba el Diablo cuando el Ángel de la Guarda se tomaba un respiro, mientras, aprovechando que en ese momento no miraba, nos poseía el espíritu inquieto de Onán y ya te puedes imaginar cómo terminaba el tema de puertas del servicio para adentro. Claro que, ni se te ocurriera mencionarlo el domingo en confesión, pues te caía la misma somanta de palos que a Cristo fustigado en la columna. Un abrazo
Jajajaja. Esos despertares, @juancar347! Como decía el poeta: "juventud, divino tesoro", inocencia perdida. Un suspiro por esos años en los que el descubrimiento de los días es parte de la vida. Abrazos muchos
Ja, ja, ja....cierto. Después de todo...miedo me daría no haberlos pasado.
Saludos."El trigo verde" siempre madura. Relato corto y conciso; culminando una explosión de ferormonas adolescentes.