Entramos ayer, 6 de agosto, en el centenario del nacimiento de uno de los escritores más relevantes de la literatura venezolana, Alfredo Armas Alfonzo (06-08-1921), aunque quizás, lamentablemente, no tan conocido.

_{Diseño de Samoel González Montaño a partir de foto de Jaime Ballestas - Fuente}

Haber escuchado y tratado a Alfredo Armas Alfonzo –a quien había leído mucho antes del momento que indico– fue una de las más gratas e inolvidables experiencias que me brindó mi paso como coordinador de la Casa Ramos Sucre (Cumaná, Venezuela). Conservo sus libros dedicados y que me autografió. En ese momento (1986) organizamos un coloquio sobre su obra al que participaron, aparte de AAA, intelectuales como Domingo Miliani, Alfredo Chacón, Julio Miranda, Atanasio Alegre, Antonio López Ortega, Milagros Mata Gil, entre otros, que diera lugar al libro Una valoración de Alfredo Armas Alfonzo, publicado en 1987 por el Centro de Actividades Literarias José Antonio Ramos Sucre.

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Alfredo Armas Alfonzo, cuya vida y aportes superan los límites de la difusión informativa, fue uno de nuestros narradores fundamentales, usando el adjetivo en el modo apropiado, es decir, testigo de nuestros fundamentos como pueblo. En sus relatos se recrean aquellos olvidados, desconocidos, inadvertidos, relegados aconteceres o figuras que van conformando la vida real de los pueblos, pero no como una simple crónica. En sus relatos se mezclan la nostalgia y la imaginación, creando un producto que es, a la vez, una épica mínima (familiar, local, regional, pero universal) y una obra de fulgor lírico.

Uno de los libros de Alfredo (como le decíamos) que me llamó (llama) la atención es uno de los últimos: Este resto de llanto que me queda, de 1987. A partir de algunas citas, haré un sucinto comentario al final.

_Fuente

Este resto del llanto que me queda es una novela, que conserva el carácter fragmentario de sus textos anteriores. Como sintetiza el texto de la contratapa de su primera edición, se trata de "una historia de amor adolescente en la que su protagonista evoca lo poético y trágico de esa relación".

Está dividido en siete partes y un epílogo, en fragmentos numerados hasta el 64. Tratándose de una "novela fragmentaria", no sigue un hilo argumental continuo sino una conformación hecha de girones como destellos ("angelaciones", en la palabra del escritor) de la memoria, de la nostalgia, de la reconstrucción de la historia íntima, de su oriente sentimental, que constituyen la materia primordial de la producción literaria de Armas Alfonzo.

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Para comenzar, el epígrafe central del libro, tomado del poema "Vuelta a la patria" de Juan Antonio Pérez Bonalde: "Hoy vuelvo, fatigado peregrino, / Y sólo traigo que ofrecerte pueda / Esta flor amarilla del camino / Y este resto de llanto que me queda", de donde Armas Alfonzo tomó el título para su libro.

Fragmento 1:

La novela de un muchacho que no sobrevivió con su dulzura intacta a la muerte de la protagonista no podría ponérsele de título a un libro por más que ella te lo hubiera pedido.

Del Fragmento 7:

Entonces tú tenías diecisésis años y éramos los dos algo así como un contubernio de la felicidad, como tú decías, un-con-tu-ber-nio-ver-da-de-ro, aplicando por primera vez esa palabra inusual encontrada en el diccionario.

_{Portada escaneada de mi ejemplar del libro}

Del fragmento 13:

Mi primera alegría fue conocerte y mi primera tristeza la de perderte. Esta desdicha no se amengua con los plazos del tiempo, pues en la misma medida en que aumenta esa distancia de las esferas de los relojes se acrece más la sensación de la sima donde tu voz se aleja (…)

Del fragmento 20:

Tú atraviesas la noche y empiezas a descubrir que en toda existencia se anticipan las muertes, los dolores y las ansias, las abismaciones, los naufragios, los hundimientos, la caída de la piedra, el vuelo del pez volador.

Fragmento 34:

El niño o el adolescente asciende desde su sima hacia el contacto de lo que parece el cabello de la mujer, el roce de la cinta del pelo de la mujer, el seno de la mujer, el hombro de la mujer. Lo roza tiernamente la palabra de la mujer.

Fragmento 35:

–Norte, sur, corazón. El sol, el mar, la sal. No, al revés, el corazón, el norte, el mar, la sal. El sol es lo que queda al este. Tú no me has dicho cómo es que te llamas tú.

_{Alfredo Armas Alfonzo en foto de su hijo Ricardo Armas - Fuente}

Fragmento 49:

Qué contacto, qué roce temeroso de la piel, qué corazón dificultoso. Esos sentimientos no están ausentes d tu memoria. Simplemente: incumples las tareas, se te olvida anotar los dictados o los comienzas y no los terminas. Qué pasiones no te va a despertar una compañera que te dice que te espera a la salida detrás del mercado, en el altar de la Virgen del valle de yeso de la iglesia, bajo la ceiba de la plaza en la trinitaria, bajando del faro hacia la playa, donde puedan estar solos los dos, ella con su mirada puesta en ti y tú sin saber siquiera si no estás muerto como los abuelos del retrato policromado que no se pudieron traer en la mudanza por el temor de que se le quebrase el vidrio.

Fragmento 61:

Dijo que el agua estaba oscura y que la playa parecía un cementerio, que había días así y que nadie se daba cuenta. En esto, mientras se cubría con el paño se fue hacia adelante y cuando él y la prima de ella la voltearon tenía arena en los ojos y ya no respiraba. Se había muerto tierna y dulcemente.

Fragmento 64:

Brisa, brisita, brisote, brisa de la isla Píritu (…), de la isla Cubagua, del mar Caribe, (…), que dispersan las arenas y la sal por las que lloran todos los ojos de los hombres, de los adolescentes y de los niños de toda la tierra, ojo del clavel, ojo de la rosa blanca con que le llenaron las manos, después de amortajarla con traje de novicia, mándenme todo el llanto que pueda contenerse en las lagunas salobres del más árido litoral del mundo para que mi aflicción me dure toda la vida, para que nunca termine de sollozar hasta que ya no me quede por dentro otro mal que la soledad.

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Sabemos que la obra literaria de Alfredo Armas Alfonzo posee un carácter autobiográfico reconocido, pero también que está habitada por la magia de la ficción. Lo evocado –quizás basado en hechos datados antes de 1940, como declara el narrador textual en algún fragmento– se va presentando en un discurso narrativo conformado por los recuerdos de la pérdida amorosa iniciática y primordial, verbalizados por voces o visiones diversas, con esa rica verbalidad oral, lúdica y emotiva propia de los relatos de nuestro querido escritor.

Referencias:

Armas Alfonzo, Alfredo (1987). Este resto de llanto que me queda. Caracas: Alfadil Ediciones.
https://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Armas_Alfonzo

Gracias por su lectura.

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