Increíblemente sobrevivió a la caída del árbol al ceder la rama en la que se apoyaba. Aquella consulta en internet hecha solo por curiosidad sobre cómo hacer cualquier cosa en el apartado de supervivencia, hizo posible salir algo mallugado y adolorido de la penosa situación.

Atónito sonrió agradeciendo a la suerte. Aunque, pronto enmendó en el fondo, él no cree en los avatares del azar.

Por los momentos, está a salvo de los perseguidores. Hizo memoria buscando algunos consejos para evitar ser atrapado en una cacería humana. Recuerda haber visto una serie sobre el tema, pero él dista mucho de ser un experto en evasión y escape. Además carece de un punto de extracción. Él está solo en una situación real de vida o muerte.

La noche asoma las primeras sombras en el tupido bosque. Sabe que debe hallar un refugio en donde guarecerse de las fieras de hábitos de caza nocturna. Empero, lo que más le preocupa, es que los rufianes lo rastreen y capturen en el mejor de los casos, si es que no lo matan.

Nunca quiso ser testigo del homicidio del Alcalde. Pero, ¿cómo iba a prever que estaría en el lugar y momento oportuno para su desdicha? Ahora corría por su vida.

Luego de inspeccionar la cueva y cerciorarse que no era la madriguera de algún animal peligroso, pudo encontrar reposo y quedó dormido por extenuación.

Ningún sonido por fuerte que fuera fue capaz de despertarlo.

Con la llegada del alba también escuchó una voz familiar llamándolo por su nombre. La prudencia hizo asomarse detrás de la gran roca de la entrada y vio una multitud de gente en las que se encontraban los perseguidores.

Pensó, «mi amigo está unido a ellos».

—¡Sal, ya no te escondas! —, gritó el amigo.

Resignado sale mirando al cielo, recriminándose el haber sobrevivido a la caída de siete metros.

—¡Que bueno que estás bien! ¡Apúrate la policía está urgida por llevar a estos rufianes al presidio, y cuenta con tu testimonio para ello!