Bobby y el negacionista
El gruñido del perro lo alerta del peligro entre las hojas secas que caen de los árboles alrededor del improvisado refugio, una señal del tiempo sin llover.
Ya hace más de veinticinco días que abandonó la comarca luego de la última masacre perpetrada por quienes ven con desprecio a los negacionistas.
Lo peor fue ver entre estos, inclusive familiares, con quienes compartió gran parte de la infancia entre juegos y risas. Hoy, algunos son perseguidores y otros lamentablemente, víctimas sepultadas en fosas comunes solo por pensar y actuar diferente.
No entiende cómo alguien, en su sano juicio, es capaz de matar al vecino que lo socorrió en épocas de escasez. El hambre y el miedo hacen un cóctel que pone a prueba a la humanidad misma.
Pensó, «Bueno, no están en su sano juicio. Ellos enloquecieron muy a pesar de parecer cuerdos.» Para luego pronunciar entre labios la pregunta que lo inquieta desde que partió de su casa: ¿cómo diantres llegaron a tal nivel de barbarie y maldad?
Tomó a Bobby por el lomo con suavidad mientras envuelve con la otra mano el hocico para evitar que ladre.
Contraviniendo las recomendaciones del manual de supervivencia leído para casos extremos, él decidió proteger a la pequeña mascota al llevarlo consigo.
Abandonarlo hubiera significado una sentencia de muerte o menú para los desquiciados.
Además, la compañía del diminuto pero temperamental Bobby, lo ayudaba a superar la soledad y la angustia de sentirse amenazado en todo momento.
Bobby aprendió a quedarse quieto cuando su protector y amigo lo agarraba por el lomo para cerrarle el hocico. Si, era pequeño pero también mucho más noble e inteligente en comparación a sus perseguidores. Tan solo le faltaba hablar.
El silencio reinaba en el lugar interrumpido por el trinar de las aves, y él cómo pudo, trepó con Bobby a cuesta el árbol más elevado. Un leve gruñido escapó del can haciendo voltear la cabeza.
Una inmensa arpía lo acechaba desde el otro árbol. Cayó de forma inmediata en cuenta, Bobby era la presa y no él.
Voces repentinas alrededor y el crujir de ramas secas bajo la presión de las pisadas, lo sacaron del error. También él estaba en peligro.
El águila saltó desde lo alto para caer muerto de un disparo.
El cazador ahora sería el desayuno de aquellos desquiciados que en su euforia por la comida, marcharon alegres sin descubrir el refugio ni la presencia de Bobby y el negacionista.
Tanto Bobby como él, están negados a morir, y mucho menos a participar en un mundo tan despiadado como el dejado atrás.
Fin
Imagen de Colin Behrens en Pixabay
Una micro ficción original de @janaveda
Imagen de portada Lucy Thorn en Pixabay
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