Atravesando la zona reservada a los camarotes, se llega al pasillo central. En cuanto se abre la compuerta automática, una sensación de frescor acompaña a la semioscuridad. El sistema de iluminación se activa. Los pasos avanzan por el largo pasillo, acompañados del encendido y apagado de los grupos de luminarias. Acceder a la zona de las cápsulas precisa identificarse previamente.
Los pasajeros, en estado de animación suspendida, aguardan la llegada al Cinturón de Asteroides. El Cinturón queda lejos, muy lejos.
La niña ha vuelto. Curiosa, va de aquí para allá, sin aparente rumbo fijo. Su vestidito azul recorre las cápsulas, una a una, interesada en las personas que las ocupan.
—¿Es mi mamá?
Ahora, juega con una pelota de color amarillo. La pelota es suave al tacto. Si se presiona, se percibe que en su interior hay un núcleo duro. Ese ritual libera tensión emocional.
Un aviso de alarma rompe el silencio que nos une. «Fallo en el sistema de soporte vital». Sus zapatitos negros brillantes avanzan rápidos por el pasillo central, y desaparecen tras un panel de control. En el panel, indicadores en colores verde y amarillo: unos parpadean, otros no. Una única luz roja, intermitente.
—¿Duendecillos?
—Duendecillos.
En la unidad de potencia del sistema de control de temperatura, un fallo activo. Un par de golpes secos sobre la carcasa metálica provocan que el indicador se muestre como amarillo primero y después verde fijo. La alarma cesa y el silencio continúa.
Es prioritario buscar repuesto para la unidad. El almacén está en la cubierta superior; hay un largo camino hasta allá. Incumpliendo los protocolos, se puede ganar tiempo utilizando los accesos de servicio. El ascenso por la escalera de servicio resulta complicado. El acceso está muy cerca del almacén. Tres unidades, aparentemente funcionales, están disponibles para su uso. Hay que volver…
Por segunda vez, el aviso de alarma. «Fallo en el sistema de soporte vital. Situación crítica en dos horas, veinte minutos, cuarenta… treinta y nueve segundos».
La señal de fallo en la unidad de potencia parpadea. Rojo, apagado, rojo otra vez…
—¿Se van a morir?
—Cariño, hay tiempo.
—¡Ven! Yo me escondo…
—… noventaiocho… noventainueve y ¡cien!
»¡Quien no se haya escondido, tiempo y lugar ha tenido!
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djinn no es un tipo de archivo
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