El mandamiento

in Literatos2 months ago

Las manos las juntaba con frecuencia. Se mostraba nervioso durante el interrogatorio. Miraba alrededor, se fijaba en los detalles de la habitación -paredes blancas, luz tenue, un espejo que sabía que del otro lado lo estaban mirando-.

No podía dejar de pensar que todo aquello era un error. No había hecho nada, de eso estaba seguro, aunque dudaba por todas las cosas que le habían dicho -que dónde tenía oculto el dinero, dónde había ocultado el cadáver, quiénes fueron sus cómplices porque de seguro tuvo cómplices-.

De dinero no sabía nada porque apenas le alcanzaba para vivir. Vivía en una casita hecha de latas, con la luz robada y el agua que salía de la tubería con tierra. Del cadáver, nunca había asesinado -todas las noches, de hecho, recitaba los diez mandamientos, y en ese momento, cuando le preguntaron por el cuerpo, comenzó a recitarlos y se detuvo en "No matarás", repitiéndolo varias veces-. Los oficiales lo miraban con rostros inexpresivos, aunque las voces eran duras y enfáticas.

image.png
Fuente

Acá no había policía malo y policía bueno, como en las películas. Ambos querían que confesará, que dijera lo que para ellos se suponía era la verdad. El hombre se sentía desamparado, a punto de confesar un delito que nunca había cometido. Lo único que podía hacer era recitar en voz baja "no mtarás, no matarás, no matarás, no matarás..."

Escuchaba los gritos, fuertes, desgarradores. Sujetaba la pala con sus manos, esas que ahora se revolvían en su regazo. Escuchaba las súplicas. Pero no pudo hacer nada. Se imaginaba toda la escena, tan real que se le escapaba de su imaginación.

Entonces se dio cuenta de que todo era verdad. Miró a los policías, miró en lo más profundo de sus miradas. Ambos se miraron entre sí. No podían decidir lo que iban a hacer, mientras que él recitaba con su voz cada vez más audible "no mtarás, no matarás, no matarás, no matarás..."

Dos detonaciones se escucharon. El hombre se acurrucó en su asiento, esposado, con las manos sujetando con fuerza el respaldar de la silla. Cuando terminó de recitar los diez mandamientos, se quedó mirando a los hombres, que yacían en el suelo, y pensó que todo eso era un sueño, que él nunca había hecho nada malo, que no había matado a nadie y era injusto que pasara por todo lo que estaba pasando.

image.png
Fuente

Sort:  
Loading...

Muy buena historia, desde la mentira infinita. Eran otras vidas, otros demonios, eran otras manos, u/otros cuerpos. Escribir es más que un arte, es extraño, es creación y vos tenes el ángel. A seguir caminando por el difícil camino de las letras.

Qué halagador comentario. Muchas gracias por el ánimo.

Literatos-estatico.jpg

Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.

¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!