El puente entre los dos mundos

Era lunes por la noche. Saul comenzaba a alistarse para irse a la cama, pero antes debía prepararse la cena. Untaba lentamente dos panes con mantequilla y los introducía en la tostadora. En la cafetera el café ya burbujeaba dentro de la jarra, por lo tanto se dispuso a servirlo en su taza.

Miraba atentamente las noticias de la noche en la gran pantalla del televisor, el parloteo de los periodistas era algo que lo mantenía distraído del incesante ruido de los carros. Vivía muy cerca de la avenida principal por eso el ruido citadino nunca se hacía esperar.

Bip.

El pan salió disparado de la tostadora. Saul tomo ambas rodajas con su mano derecha y procedió a sentarse en el sofá frente al televisor. Por cada mordida de pan bebía un sorbo de café hasta acabarlo.

Con el control remoto en la mano izquierda empezó a cambiar de canales buscando algo más para entretenerse. Desde hacía algunos años siempre repetían las mismas películas en televisión, por lo tanto ya se sabía la programación de memoria; terminó por dejar La Pasión de Cristo de Mel Gibson como audio de fondo y se desvaneció lentamente en el sofá, volviéndose uno con las almohadas.

El sueño comenzó a apoderarse de la razón hasta terminar entrando en trance, el cuerpo le pesaba de forma considerable y como si la gravedad lo arrastrara con mas fuerza, sentía como se hundía entre el sofá hasta alcanzar el centro de la tierra.

Abrió los ojos asustado. Su corazón latía desesperado y se acompañaba con la respiración.

– ¿Dónde estoy?

El mundo que veía no tenía similitud alguna con el aspecto de la sala. Se encontraba en un mar extenso y oscuro, el cielo parecía estar cubierto de una capa espesa de color negro y divisaba montañas a lo lejos.

Su cuerpo se movía junto con el agua. Esta sobre algo sólido que le causaba un leve dolor en las costillas.

– Hola Saul.

Una voz gutural habló desde su izquierda. Al subir la mirada se topó con un anciano demacrado, llevaba unas vestiduras rasgadas de color tierra y las cuencas de sus ojos estaban vacías.

– ¿Quién es usted? ¿En dónde estoy?

Despavorido, se colocó de pie y así pudo divisar que se encontraba sobre una barca. Desvió la mirada hacía el agua y podía observar rostros con la misma expresión de terror que él sentía, miró al anciano.

– Me sorprende que no conozcas sobre mi. Soy quien traduce las almas al otro mundo.
– ¿Otro mundo?
– Claro Saul, ¿a dónde crees que van las almas?

Saul había escuchado una historia similar cuando niño, pero eso sólo era un mito.

– No, yo no estoy muerto. –replicó.
– Es cierto, no lo estás. Pero podrías si lo quisieras ahora.

La risa del anciano le causó mas inquietud así que comenzó a gritar pidiendo ayuda.

– Sh… no grites muchacho, no te pasará nada. Quiero mostrarte algo.

El anciano cambió el rumbo de la barca y empezaron a dirigirse hacía unas montañas. Los rostros que Saul anteriormente divisaba en el agua empezaban a desvanecerse hasta ya no ver ningún otro.

Al llegar cerca de unas rocas el viejo se detuvo, había un espejo incrustado en ellas.

– Obsérvate.

Saul dudó por un minuto pero luego se acercó a su reflejo. Del otro lado podía verse recostado sobre el sofá, profundamente dormido y despreocupado del ruido exterior.

s o u r c e

– ¿Estoy muerto? –le preguntó.
– Para nada muchacho, estás más vivo que nunca.
– ¿Entonces por qué estoy aquí?

El viejo se encogió de hombros.

– Necesitaba un poco de compañía, ya las almas no vienen a éste lugar.
– ¿Cómo?
– Es así. Los humanos ya no quieren morir y se rehúsan a venir.
– ¿Pero hay manera de decidir sobre la muerte?
– Puede que si. Pero yo solía llevarlos a otro lugar, ahora solo se quedan hundidos en las aguas. Ya nadie sube a mi barca.
– ¿Eso que podría significar?
– Que los miedos si trascienden hasta la muerte.

Saul quedó confundido, veía a su reflejo en el espejo dormido plácidamente pero viviendo.

– Estoy cansado. Quizás no quieran subir porque soy viejo. Te concedo mi lugar.
– No quiero morir.
– No tienes que hacerlo. Ya haces parte de los dos mundos. Solo busca el puente y me encontrarás.

Saul despertó con un grito, sentía como el corazón se le escapaba del pecho. Estaba sudando.

– Fue un sueño, solo un sueño.

Pero había algo más, en su mano derecha apretaba con el puño a una moneda de oro. Tenía unas siglas ininteligibles para él. El corazón latió mas fuerte.

Solo busca el puente y me encontrarás.

Observó hacía la pantalla, la película estaba por terminar y ya eran cerca de las dos de la mañana.

Saul se puso de pie, apagó el televisor y se dirigió hacía su habitación, estaba completamente oscura y fuera de ella se empezaba a escuchar el sonido de la lluvia. Deslizó su cuerpo entre las sabanas y apretó nuevamente la moneda con su mano derecha.

– Si es un viaje, que sea emocionante.

Y así se sumergió nuevamente entre los dos mundos hasta llegar junto a Caronte. Éste lo esperaba sentado en la barca y junto a él traía a un pasajero.

– Habrán muchas historias en el camino muchacho, mas vale que te gusten.

Y así comenzaron a adentrarse en el mar.

Saul comprendió en ese instante, que quizás la muerte no era un viaje tan solitario y aterrador. La persona que se encontraba junto a ellos mostró gratitud ante la bienvenida.

Quizás no iban a un mejor lugar que la tierra, pero comprendía que si había un lugar.