Marta siempre hacia que su padre revisara dos veces donde suelen descansar los monstruos durante el día antes de dormir. Pero desde que es una hermana mayor no permite que su padre lo haga, lo hace ella misma aunque se moría de miedo. Si no puede encargarse de los monstruos por si misma, ¿como podrá cuidar de la pequeña Ana?
Pero en nochebuena olvidó hacerlo, estaba muy entretenida ayudando a su mamá a hacer galletas para Santa. Al levantarse se dio cuenta de un silencio enorme en la casa. Algo no estaba bien. Se paró de su cama y buscó por toda la casa, entró en su habitación y los vio congelados. Los toco y no se movían, no podía despertarlos. Corrió hasta la habitación de Ana y no estaba, en su cuna había una pequeña muñeca de trapo, símbolo de los monstruos. La tenían. Y sus padres estaban congelados, probablemente por ellos, así que no podían hace nada.
Fue corriendo a su habitación y se armó, unas pistolas de agua (todos saben que los monstruos son alérgicos al agua, por eso no se bañan), pintura para dedos, un par de cuerdas de saltar, y unos legos para que pisen. Con coraje se arrastró debajo de la cama hasta que vio una pequeña luz, el mundo de los monstruos, donde ningún niño había llegado jamas.
Se escabulló y recorrió el lugar hasta conseguir las celdas y en una pequeña cuna de piedra estaba ella. Esperó hasta que los guardias se distrajeran y les disparó agua en las caras. Aprovechó sus gritos de agonía para agarrar a Ana y salir corriendo. Los gritos alertaron a los monstruos, que ahora la perseguían por todo el camino. Marta, lanzaba detrás de ella todo lo que podía, legos, pintura, apuntaba con sus pistolas cada vez que tenía oportunidad. Hasta que llegó al lugar de la entrada, le iban pisando los talones. Agarró su cuerda de saltar y escaló para llegar a la abertura con su mundo. Unos monstruos intentaban halar la cuerda para hacerles caer pero con mucho esfuerzo Marta logro llegar. Estaba exhausta.
Al llegar a su habitación, seguía el silencio. Pero no se asustó, sabia que hacer. Puso a Ana en su cuna y se dirigió a la suya. La mejor forma de vencer a los monstruos era obedecer las reglas, eso los mantiene a raya. Al despertarse, todo era como antes, su madre en la cocina preparando el desayuno, su padre leyendo el periódico, y el árbol… Lleno de regalos, incluso había uno con una nota de Santa: Para Marta, por ser valiente y cuidar de tu hermana.
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