Cuando bajé del coche, una inmensa construcción se alzó frente a mí, era tan siniestra como en las fotos que mi madre me enviaba en cada postal. Supongo que yo también tengo un aspecto tan espectral como esos interminables muros de ladrillos, tan ponderado como los grandes ventanales de cristal protegidos por las varillas, porque la gente no deja de verme con el terror brillando en sus ojos.

Mi padre, que acaba de convertirse en comida para gusanos, me ha heredado todo un imperio, pero esta colosal propiedad en particular me agrada, ya que de todas es su creación más hermosa, aunque claro requiere más esfuerzo para mantenerla en funcionamiento, obviamente lo haré porque me interesa, estoy encantado. Sin embargo, es irónico que haya decidido colocarme en el testamento como su único heredero cuando siempre me mantuvo en internados y escuelas militares, alejado de él y de mi madre, cuando nunca me demostró su amor y el único cariño que conocí fue el de algunos monjes amargados y los pervertidos que me frotaba las piernas y la espalda queriendo despertar en mí algún deseo sexual.

Sinceramente, ahora que lo pienso, fue muy tonto al darme su fortuna, ¿por qué? ¿Por qué nací dentro del matrimonio? En fin, aunque nunca me faltó apoyo económico, lo odio hasta después de muerto, tal vez por eso recién llegué anoche a esta ciudad, preferí verlo en su tumba que presentarme ante él y escuchar las típicas palabras de arrepentimiento o un falso perdón, no se merecía ni una lágrima, más cuando fue un egoísta de mierda por no importarle tampoco el futuro de los cinco hijos que tuvo con sus amantes, qué idiotas son si esperan mi ayuda porque no me importa para nada sus miserables vidas, mi única familia soy yo.

En fin, desde aquí puedo ver la fila de trabajadores que me esperan en el hall de entrada para darme la bienvenida, por sus miradas y la posición de sus cuerpos se les nota cansados y obligados, pero mi atención se fija sobre todo en el hombre pequeño y obeso con la cara cortada que está en la esquina, por el movimiento de sus labios descubro que está hablando de mí con su compañero de la izquierda, dice que acabo de salir del manicomio y que soy peor que su patrón; sin embargo, el estúpido comentario no afecta a mi tranquilidad ni mis pensamientos y esta vez lo dejaré pasar, sigo mi camino.

Mantener los pies en el suelo y tener claros mis objetivos es lo que importa, de hecho me siento muy bien de estar en esta posición. Mientras más recorro las instalaciones puedo entender el valor sentimental que puso en todo esto, cada máquina, cada objeto que la complementa, se ve tan productivo, las ganancias se triplicarían con mi inteligencia y propuestas innovadoras. Aunque en el fondo sé que está en quiebra, yo podría levantarla con las ganacias que genere, quizás por eso el viejo acabó pegándose un tiro en la garganta, porque ya no aguantaba la presión de los bancos, las deudas le comían los talones y no sabía cómo manejarlo.

No hacía falta preguntar, ni ser tan listo para darse cuenta de que todos estos hombres eran esclavos de papá, se veía en sus ropas, en las marcas de sus manos y en sus caras de miedo, ahora que lo pienso puedo hacer lo que quiera con ellos, sus vidas me pertenecen, puedo vender a unos cuantos o mejorar sus condiciones para que rindan y tripliquen la producción no lo sé, pero estoy convencido de que quiero tener poder en este mundo del comercio, donde los mayores fabricantes se comen unos a otros y no estoy dispuesto a dejarme devorar por ninguno de ellos.

Así que aquí estoy dirigiendo las masas de mi propio reino, el abogado me dirige a un lugar concreto, mientras los demás me siguen como un rebaño porque nadie puede faltarme al respeto estando delante de mí. Al cabo de unos minutos la multitud atraviesa un gran portón corredizo, mientras yo veo unas estrechas escaleras que inmediatamente procedo a subir, luego me encuentro en un balcón donde quizás mi estúpido padre utilizaba para dar sus ridículos discursos y aburridas órdenes.

Sí, delante de casi 700 trabajadores, sereno, dando caladas a un tabaco italiano, yo un hombre frío, hambriento de gloria, desagradecido con la vida, con mi madre que era la única que intentaba estar en contacto conmigo, un hombre ajeno al calor de su familia, con el mejor traje, con visión para los negocios, dispuesto a cumplir sus objetivos y ellos un montón de carne y hueso que utilizaría en mi beneficio.

Intenté ver todos aquellos rostros demacrados y sentí que una sonrisa macabra distorsionaba mi boca e imaginé su futuro y, obviamente, el mío.

—¡Soy Uzziel Huxley, su nuevo dueño!

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