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Seis de la mañana. El sol estaba empezando a salir por el horizonte.
Estaba sentada en mi hamaca, respondiendo el mensaje de una persona que me pidió que le apartara unas películas que subí en en redes sociales para su venta, cuando me dieron las ganas de ir al baño.
Decidí esperar, ya que mi hermano acababa de entrar. No obstante, mi estómago pronto se tornó en modo diva, como suele hacer en momentos clave, urgiéndome la descarga.
Y en medio de la urgencia, confundí de sexo a mi cliente.
Joder. Definitivamente eso de despertarse a las 6 de la mañana y hacer negocios a esa hora es una imprudencia. Mucho más cuando en la noche anterior te bebiste una malteada de avena con chocolate después de las 8:30 de la noche y tortillas de harina rellenas de hummus de chipotle.
Me disculpo con el cliente, quien lo tomó con humor. Luego dejé un momento el teléfono; ya la cosa se estaba volviendo más urgente, y mi pariente no salía del baño. Por lo consiguiente, bajé corriendo las escaleras, sin importarme el ruido que hiciera con mis sandalias, y me metí en el baño que estaba al lado del cuarto de mi madre tan rápido que casi me tropezaba con la taza de baño.
Para colmo, cuando terminé de hacer la cuestión, el desperdicio no se fue del todo; debía esperar un momento a que la caja del inodoro se llenara para volverle a abrir, pues lo que menos quería eran pleitos y reclamaciones. Viendo que la caja tardaría un siglo en llenarse, decidí retirarme a mi habitación y terminar la operación.
En media hora bajaré a checar el estado de esa cosa para jalarle la palanca y evitarme demasiados dramones.
Cosas que le pasan a uno al amanecer, la verdad.
@tipu curate 4
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