Conseguir el pasaporte colombiano de Sayri en la Gobernación del Quindío fue sencillo —o, más bien, tan sencillo como pueden ser los asuntos legales. A nosotros nos tocó, solo esa mañana y en fila, ir múltiples veces al banco y a sacar copias. Incluso, fui a hacerle a Sayri una prueba RH que nos pidieron (y que, al final, ni siquiera incluyeron en su pasaporte).
Nos llevó desde las 6:00 am hasta las 2:00 pm para que los objetivos fueron alcanzados y no comprendimos cómo, para llegar a ese momento, recorrimos tantos espirales y tropezamos con tantos muros.
Era ya la primera semana de enero y, con pasaporte en mano, comenzaba, oficialmente, el conteo regresivo para nuestro viaje a Venezuela.
Celebramos Navidad y Año Nuevos juntos en casita y, con nosotros, un torrente de sentimientos que afloraban día tras día y bañaban la casa en nostalgia. Corazones abiertos, lágrimas que limpiaban las mejillas y miradas sinceras, de alma a alma y, finalmente, sin máscaras.
Hacia la última semana, vimos cómo nuestra casita se fue vaciando, de a poquito, cada vez más — cosas regaladas, un par más vendidas y, con cada nueva capa de pintura, se iba desvaneciendo el hogar que construimos durante tres muy, y a la vez no lo suficiente, largos años.
Así, lo que una vez fue de gran densidad, sutilmente, nos recordaba que todo fue es, es y será, por siempre, efímero y mutable.
Dedicamos esos últimos días a visitar a tantos amigos, ahora familia, como pudimos y disfrutar su comida por última vez en un buen rato.
Reservamos el momento más especial, la última mañana, para visitar la placenta del nene. En su primera semana de nacido, la enterramos en lo que considerábamos nuestro lugar en Salento — el que nos acogió, vio a Sayri gestarse en mi útero, y que, por segunda vez, nos daba la bendición para partir de su territorio.
Sayri regaló todos sus juguetes a sus mejores amigos de la cuadra que lo vio jugar, caerse, reír, llorar, pelear y aprender a compartir.
Y, así, siempre acompañados por amigos, partimos hacia el Aeropuerto Internacional El Edén en Armenia, Quindío. De allí, volamos hasta el Aeropuerto Internacional El Dorado, Bogotá, para, finalmente, aterrizar en el Aeropuerto Internacional Camilo Daza, Cúcuta, a las 7:30 pm.
Habíamos reservado un Airbnb donde pasamos nuestra última noche, por los momentos, en Colombia. Contactamos a un carretillero que nos recomendaron y quedamos con encontrarnos con él en la frontera a las 6:30 am (recuerden bien esta hora). Él y su esposa nos harían la fila para sellar el pasaporte.
El trayecto estaba siendo difícil para nuestras gatitas pero, ya en casa desde hace mes y medio, me alegra ver que se recuperaron y adaptaron. Lo más importante es que estamos juntos. De sus papeles, nos encargamos un par de días antes para viajar tranquilos.
Nuestro plan ideal hubiese sido viajar por avión desde Colombia a Venezuela. Sin embargo, y como ya les había comentado, no existen relaciones internacionales entre ambos países por el momento. Por ende, tampoco vuelos directos. Nos hubiese costado un aproximado de 800 dólares por persona viajar hasta Panamá y, de allí, a Venezuela.
Sin embargo, del día siguiente y cómo cruzamos la frontera, les cuento en el próximo artículo. El que cubrirá todo la vuelta dentro de Venezuela. Definitivamente, el más complejo y difícil de comprender de todos los artículos de esta serie.
Despedida a Colombia
Yo solo quiero cerrar este artículo recordando y agradeciendo a todos los que acogieron a este par de venezolanos en su tierra. Y, por supuesto, eso incluye a nuestra nueva Madre Adoptiva, Colombia. Por vernos crecer y alimentarnos con amor. Por enseñarnos sobre nuestro propio valor, por recordarnos que siempre estaremos protegidos. Y, sobretodo, por darnos el souvenir colombiano más bonito de todos: Sayri Santiago. Ah, y nuestras dos mrrrnis Jane Dean y Greta Vinagreta.
Como dijo Fabi — nuestro primer amigo colombiano, compadre nuestro y padrino de Sayri — en tantas comidas a lo largo de estos tres años:
Gracias a todos los que hicieron esto posible.
It took us from 6:00 am to 2:00 pm to get it all done and we did not understand why we faced so many difficulties for something that seemed so easy this time.
It was the first week of January and, with passport in hand, the countdown to our trip to Venezuela officially began.
We celebrated Christmas and New Years together at home and, with us, a torrent of feelings that surfaced day after day and perfumed the house with nostalgia. Soul to soul, open hearts and tears that bathed our cheeks.
Towards the last week, we watched as our little house got emptier and emptier, little by little, more and more — things given away, a couple more sold and, with each new coat of paint, the home that we built for three very long, and at the same time very short years, was fading.
Thus, what was once of great density subtly reminded us that everything was, is and will forever be, ephemeral and mutable.
We spent those last few days visiting as many friends, now family, as we could. We loved to enjoy their food for the last time in a while.
We reserved the most special moment, the last morning, to visit the Sayri's placenta. In his first week after birth, we buried her (the placenta) in what we considered our place in Salento — the one that welcomed us, saw Sayri gestate in my womb, and that, for the second time, gave us the blessing to leave her territory.
Sayri gave away all his toys to his best friends on the block that watched him play, fall, laugh, cry, fight and learn to share.
And so, always accompanied by friends, we left for El Edén International Airport in Armenia, Quindío. From there, we flew to El Dorado International Airport, Bogotá, to finally land at Camilo Daza International Airport, Cúcuta, at 7:30 pm.
We had booked an Airbnb where we spent our last night, for this time, in Colombia. We contacted a man, who was recommended to us, to help us with our luggage and all kind of stuff regarding to cross the Colombian-Venezuelan border, and we arranged to meet him at the border at 6:30 am (remember this time well!). He and his wife would be already standing in life for up us to get our passport stamped.
The journey was being difficult for our two kittens (and it was only day 1) but, speaking already from home, I am glad to see that they have recovered and adapted. The most important thing is that we are together. We took care of the kitten's paperwork a couple of days before to travel with peace of mind.
Our ideal plan would have been to travel by plane from Colombia to Venezuela. However, and as I had already told you, there are no international relations between the two countries at the moment. Therefore, no direct flights either. It would have cost us approximately 800 dollars per person to travel to Panama and, from there, to Venezuela.
However, about the next day and how we crossed the border, I will tell you in the next article. The one that will cover the entire return to Venezuela in all of its deep Venezuelan dystopical language and ways. Definitely the most complex and difficult to understand of all the articles in this series.
Colombian Farewell
I just want to close this article remembering and thanking all those who welcomed this pair of Venezuelans in their land. And of course that includes our new Foster Mother, Colombia. For watching us grow and feed us with love. For teaching us about our own value, for reminding us that we will always be protected. And, above all, for giving us the most beautiful Colombian souvenir of all: Sayri Santiago. Oh, and our two mrrrnis Jane Dean and Greta Vinagreta.
Thank you, Colombia, for showing us what it is to have a family and to love with every tiny part of our hearts.
Our neighbourhood as well
As Fabi — our first Colombian friend and Sayri's godfather — said at so many delicious meals over these three years:
Travesía Colombia - Venezuela
Primera parte: Despedida a Colombia - Capítulo I: Misión pasaporte y peleas burocráticas
Primera parte: Despedida a Colombia - Capítulo II: ¿Morir o no morir? Una historia sobre la vacuna anti Covid
Colombia - Venezuela Odissey
First chapter: A Colombian Farewell - Chapter 1: Mission Passport and Bureucratic Fights
Second chapter: A Colombian Farewell - Chapter II: To Die or Not to Die? A Covid Vaccine Story
Will you join her?
Borders, bureaucracy and corruption are just another example of distractions that make us feel less free than we actually are. Glad to hear that you made it to your motherland.
Un grande abrazo desde Portugal!
It's way too hard to remain calm through all of that - or it could be the best of the excercises to attain enlightenment hahahha thank you so much, I'm glad I'm here again!
Un gran abrazo! ❤️
Bem-vindo de volta! ;^)
Hola @neyxirncn, ¡que hermoso post! Estoy sorprendida de esta larga travesía que tuvieron que experimentar. Realmente entrar o salir de Venezuela es algo complejo, afortunadamente pudieron llegar con buen pie al país. Gracias por compartir esta experiencia, que aunque dura, está llena de emociones y aprendizajes. Saludos.
P.D. Hay buenas comunidades como Life Stories, Emotions & Feelings en donde puedes compartir este contenido.
Gracias, amiga 💖
Verdaderamente, fue una travesía MUY larga y compleja. Yo también me sorprendo un poco, ahora que lo pongo en perspectiva.
Muy agradecida por el tip de las comunidades 🥰 he estado buscando y explorando varias; aún no me he sentido del todo cómoda en ninguna, pero ya lo siento como un juego.
Un abrazo!
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Que recuerdos! Gracias por compartir. Muchas partes me hicieron estremecer.
Me estremezco, compadre!