Fiction: Between smoke and desire (Entre el deseo y el humo) [EN/ES]

Una última calada a su cigarro daba Julius sentando en su silla favorita, en una noche estrellada y con luna llena. Soltaba la bocanada de humo que se perdía con la tenue brisa nocturna.

«Estoy harto de este vicio maldito, quisiera poder dejarlo, pero es más fuerte que mi razón». Un dejo de angustia se notaba en sus palabras lanzadas al aire. En ese momento, una estrella fugaz pasaba por el firmamento, los ojos de Julius se abrieron hasta el máximo de sus cuencas. «Estrella fugaz, has que este vicio pueda dejar». El deseo lo lanzó con una fe infinita.

«¿Julius, con quién hablas?». Roxana su esposa de hacía 30 años, le preguntaba con un tono casi displicente.

«No es nada, mujer. Ya duérmete». El amargor de su respuesta cubría la oscura habitación, pintada con el hollín de años de fumar.

Roxana tomaba las cobijas y se volteaba para un lado, dejando con la palabra en la boca a Julius. El hombre suspiraba mientras seguía concentrado en el cielo nocturno. Pensaba, «Ojalá se me cumpla el deseo». Tiraba la colilla extinta del cigarro al vacío de la calle y cerraba la ventana.

Julius se metía entre las cobijas y un calorcito agradable recibía al friolento hombre. Cerraba los ojos y se entregaba a los brazos de Morfeo y su realidad se diluía entre sueños y anhelos perdidos.

Los días pasaban entre rutinas y cigarrillos encendidos, uno tras otro en un ciclo continúo de nicotina, cada vez más insuficiente. Las ojeras mostraban una desmejora en su semblante, había perdido mucho peso y sus canas a los lados de su cabeza, acentuaban la incipiente calva que progresaba en la parte superior.

«Por Dios, hombre, mira como estás». Roxana apuntaba a Julius con determinación. «Ese horrible vicio te llevará a la tumba, si no decides dejarlo».

«Cállate, mujer. Ese no es tu problema, déjame en paz». Julius se levantaba furioso y salía de la casa dando un portazo que se escuchó en toda la cuadra.

Mientras caminaba prendía su quinto cigarrillo del día. Julius sentía como la nicotina recorría su cuerpo y le daba una sensación de tranquilidad momentánea. Era como un delicioso aperitivo del cual quería más y más, su necesidad de fumar era insaciable e iba aumentando con los días, meses y años.

«La gente no sabe lo delicioso que es fumar y lo bien que hace sentir, aunque sé que tengo un problema y tengo que buscar la solución». Julius iba absorto en sus pensamientos y en ese instante, cuando iba a pasar la calle una moto venía al encuentro del hombre a toda velocidad.

Julius solo vio la luz acercarse y luego la oscuridad total. Después de un tiempo indeterminado, Julius abría los ojos y desorientado preguntaba, «¿Dónde estoy?».

Una mujer de bata blanca se acercaba a Julius, «Cálmese, está en el hospital Memorial. Tuvo un accidente de tránsito muy fuerte y estuvo en coma durante cuatro días. Todo va a estar bien».

«¿Y mi familia sabe que estoy aquí?». Preguntaba Julius asustado.

«Hace dos días, contactamos a su esposa y estuvo aquí antes que despertará». La enfermera contestaba con una paciencia inquebrantable.

«Por favor, ¿puede darme un cigarro?». Julius empezaba a sentir el síndrome de abstinencia.

«Señor, debe olvidarse del cigarro. Usted sufre de hipertensión y sus pulmones están a un punto de cáncer. Su vida está en riesgo».

«¿Muerte? Usted no entiende, señorita. Necesito fumar o la falta de cigarrillo me matara». Julius tomaba fuertemente del brazo a la enfermera.

«Señor, me hace daño. Suélteme». La enfermera empezaba a asustarse.

«¡Deme un cigarrillo, deme un cigarrillo!». Julius empezaba a temblar desesperadamente.

«Auxilio, auxilio, el paciente está fuera de control». Los gritos de la enfermera alertaron a todo el personal del hospital.

Entró el personal médico a controlar al enajenado paciente. Un sedante calmó a Julius quien se iba desvaneciendo mientras seguía pidiendo un cigarro. Los días siguientes fueron difíciles para el paciente, se descontrolaba o se ponía de mal genio hasta llegar a insultar a Roxana y a las enfermeras.

Los pasos para su rehabilitación fueron difíciles, ya que su vida estaba en riesgo. Julius fue ingresado al grupo de hipertensos y empezaron a controlarle la presión también le hicieron una serie de tratamiento intensivos para erradicarle los pequeños tumores. Todo en beneficio de la salud de Julius quien después de unos difíciles meses pudo superar su adicción.

Pero llegaría una difícil prueba para Julius, mientras hacía ejercicio corriendo, se encontró un amigo, uno de los viejos compinches del cigarrillo, quien después de años de encontrarse, lo saludó con gran alegría. «Julius, tanto tiempo sin saber de ti. ¿Cómo estás?». Un gran abrazo le dio su amigo.

«Ronny, cómo ha pasado el tiempo. «Qué me cuentas?». Ronny sacaba un cigarro y lo encendía.

Julius asustado miraba al hombre, quien saboreaba el delicioso humo del cigarrillo como si no hubiera un mañana. Ronny al ver a su amigo con esa expresión en el rostro, le ofreció un cigarrillo.

La mano se extendida hacia aquel que una vez fue su amigo incondicional. Recordó todo su pasado y luego se metió el cigarrillo en la boca, su amigo se lo encendió, y al probar la primera bocanada, algo sintió dentro de él, era una sensación de vomito crecía desde su estómago. Botó lejos aquel vicio desagradable y corrió hacia su casa.

Al llegar buscó el baño y vómito, después empezó a reír a carcajadas. Roxana iba al verlo que le sucedía a su esposo. «Cariño, ¿qué te pasa?».

«Jaja. ¿Sabes que recordé después de probar ese cigarrillo que me ofreció Ronny?». Julius se limpiaba la boca con la toalla.

«¿Qué recordaste?». La mujer atónita respondía.

«Aquella noche que pedí el deseo a la estrella fugaz. Todo sucedió en una serie de hechos que me llevaron hasta este punto. Si no hubiera sido atropellado nunca hubiera dejado el vicio de fumar, y lo más sorprendente que ahora le tengo repulsión al cigarrillo. Jaja».

Roxana se acercaba a su esposo y le daba un abrazo, Julius correspondía de igual manera. Juntos miraban el cielo y sonreían por su nueva vida y un nuevo comienzo.