The lady, slender and with no more burden than her long, loose hair, rode for the first time on that horse, with a sturdy and uncomfortable saddle. Shortly before she began to gallop, she had a fervent encounter with one of the workers from the area where the horses are trained.
―Give me your hand, ―she recalled the man saying to her. His sweaty skin made her want to move away, but she didn’t. She was kind and tolerant with him, something she now saw as absurd.
He shamelessly smiled and looked her up and down with a gaze that would offend a nun.
Hesitant, she tried to push him away while settling on the saddle and shaking the reins that gave her control over the horse’s movements.
―I’m fine, you can go back to what you were doing, ―she said, controlling her temper, though she was just a thread away from losing it. He, on the other hand, pretended not to hear her.
―How old are you? ―he suddenly asked, placing his right arm over the horse’s rear, stroking it until she slightly turned her head and looked at him with visible annoyance.
―I’m old enough to be considered a woman. Why do you ask?
―I know you’re a woman, but how old are you? ―he insisted, though the sun seemed to be consuming him. His hard work under that hot climate didn’t drain his energy.
―Don’t you understand my answer? ―she replied, gripping the edges of her brown hat with one hand, angered.
―I’ve seen you around here several times, always alone, surveying the land, going back and forth like a young girl. Don’t you think it’s time to start a family now?
She was stunned, surprised by the words and insolent tone. But she stayed calm; men like him saw life simply and thought there was only one existence for a woman, so she assumed she piqued his curiosity.
―There are many forty-year-old women who start families at that age. Didn’t you know that?
―Yes, but at that age a woman should be a grandmother, she’s past her prime. You look very young, maybe you’re older than you appear. But if you reach that age looking young, it will be a big shock when they see your ID card.
That irritated her. Perhaps, to some extent, this ignorant man was right. In this world, women are still seen as objects with a limited useful period.
―Know that not all women find happiness through having a family, a husband, and children. Many find happiness in other ways, even being alone.
―Then you don’t want to start a family or have children? Is that your dream?
―I don’t owe you explanations about my dreams or wishes. But of course, if I found the right man, I would have children with him and would not put aside my profession or studies to become a full-time housewife.
The man looked at her as if he couldn’t understand her logic; to him, none of what she said made sense. How could a woman prefer the harder side of life?
For the women he knew, a simple, sacrifice-free job was better. After ten exhausting hours, any man would prefer to come home and eat what his wife prepared, not find a hardworking, studious woman.
That’s how things should be: the woman at home and the man working hard. Then he felt pity for her and the unfortunate man she would marry.
―You can’t have everything in this life, were his words as he stepped two paces away from the animal.
The soft breeze of the moment dissipated the tension, as if the closing time of this period of battle of ideas were coming to an end. But suddenly, the animal reared up and stood on its hind legs, something very unusual for him. Undoubtedly, something troubled him. Then he put all four feet back down but began striking the air with his hind legs. This not only endangered the life of the man beside him, who was trying to calm him with sounds and commands, but also that of the woman riding him.
—Princess! —it was a girl running towards the mare.
—Ah, it’s a female, no wonder —said the woman, looking at the man, who had almost lost not only his pride but also his life.
La señora, delgada y sin más sobrecarga que la de su cabello largo y suelto, montó por primera vez encima de ese caballo, de montura recia e incómoda. Poco antes de comenzar a galopear, tuvo un encuentro ferviente con uno de los trabajadores del área donde se entrenan a los equinos.
—Deme la mano —recordó que le dijo el hombre. Su piel sudada le daban ganas de alejarse, pero no lo hizo. Fue amable y tolerante con él, algo que ahora veía como absurdo.
Él, sin vergüenza, le sonrió y la miró de pies a cabeza, con esa mirada que ofendería a una monja.
Vacilante, ella trató de alejarlo mientras se acomodaba sobre la montura y agitaba los lazos que le daban control sobre los movimientos del caballo.
—Estoy muy bien, puede regresar a lo que hacía —dijo ella, con el temperamento controlado, aunque sólo un hilo la separaba de soltarlo. Él, por el contrario, fingió no hacerle caso.
—¿Qué edad tiene? —preguntó de repente, colocando su brazo derecho sobre el trasero del caballo, acariciándolo hasta que ella volteó la cabeza ligeramente y lo miró con visible molestia.
—Tengo la edad suficiente para ser considerada una mujer. ¿Por qué pregunta?
—Sé que es una mujer, pero ¿cuál es su edad? —insistió él, aunque el sol parecía consumirlo. Su trabajo duro bajo ese clima caluroso no le quitaba energía.
—¿No entiende mi respuesta? —respondió ella, sujetando con una mano los bordes de su sombrero marrón con rabia.
—La he visto varias veces por aquí, siempre sola, investigando la tierra, yendo de aquí para allá como una jovencita. ¿No cree que es tiempo de formar familia ya?
Ella se quedó atónita, sorprendida por las palabras y el tono insolente. Pero mantuvo la calma; hombres como él veían la vida simple y solo había una existencia para la mujer, así que suponía que ella le generaría curiosidad.
—Hay muchas mujeres de cuarenta que forman familia a esa edad. ¿No lo sabía?
—Sí, pero a esa edad una mujer debería ser abuela, ya está expirada. Usted luce muy joven, tal vez tenga más edad de la que aparenta. Pero si llega a esa edad pareciendo joven, será un gran shock cuando vean su carnet de identidad.
Eso la irritó. Tal vez, hasta cierto punto, este hombre ignorante tenía razón. En este mundo aún se ve a la mujer como un objeto, con un período útil limitado.
—Sepa usted que no para todas las mujeres la felicidad se logra a través de una familia, con marido e hijos. Hay muchas que encuentran la felicidad de otras formas, incluso estando solas.
—Entonces, ¿no quiere formar familia ni tener hijos? ¿Es ese su sueño?
—No le debo explicaciones sobre mis sueños o deseos. Pero claro que, si encontrara al hombre correcto, tendría hijos con él y no dejaría de lado mi profesión ni mis estudios para ser ama de casa a tiempo completo.
El hombre la miró como si no pudiera entender su lógica; para él, nada de lo que decía tenía sentido. ¿Cómo podía una mujer preferir el lado difícil de la vida?
Para las mujeres que él conocía, un trabajo simple y sin sacrificios era mejor. Luego de diez horas exhaustivas, cualquier hombre preferiría llegar a casa y comer lo que preparó su mujer, no encontrarse con una trabajadora y estudiosa.
Así debían ser las cosas: la mujer en casa y el hombre trabajando duro. Entonces sintió lástima por ella y por el desafortunado con quien se casara.
—No se puede tener todo en esta vida —fueron sus palabras mientras se apartaba dos pasos del animal.
La tenue brisa del momento disipó la tensión, como si la hora de cierre de este tiempo de lucha de ideas llegara a su fin. Pero, de repente, el animal comenzó a encabritarse y se puso de dos patas, algo muy inusual en él. Indiscutiblemente, algo lo molestaba. Luego volvió a apoyar sus cuatro patas, pero comenzó a dar golpes en el aire con las traseras. Esto no solo ponía en peligro la vida del hombre a su lado, que intentaba calmarlo con sonidos y órdenes, sino también la de la mujer montada sobre él. Cada vez que el hombre hablaba, el animal se agitaba más, poniendo en riesgo a la jinete, hasta que alguien gritó desde lejos:
—¡Princesa! —era una niña que corría hacia la yegua.
—Ah, es una hembra, con razón —dijo la mujer, mirando al hombre, quien estuvo a punto de perder no solo su orgullo, sino también la vida.
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A very interesting story to read. It explores a man's prejudice against women and the lesson he had to learn at the hands of a woman who saved his life.
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