Going to church on Sunday [SPA/ENG]

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Spanish:

Mi experiencia yendo a la iglesia los domingos

Desde que tengo uso de razón, los domingos han sido un día especial. Siempre me despierto temprano, con el canto del gallo o el suave murmullo del viento que se cuela por la ventana. Es una rutina que me llena de paz; cada nuevo amanecer trae consigo la promesa de un encuentro sagrado. A lo largo de los años, esa dedicación al primer día de la semana ha cobrado un significado profundo en mi vida.

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Al llegar a la iglesia, siento que el aire se carga de una energía especial. Las paredes, pintadas con colores suaves, parecen susurrar historias de fe y amor. Los rostros a mi alrededor, algunos conocidos y otros nuevos, reflejan una misma intención: buscar a Dios. La misa comienza, y en ese momento, mi corazón se llena de esperanza y gratitud.

Durante la celebración, hago una pausa para abrir mi corazón. Me concentro en mis peticiones, las que nacen de lo más profundo de mi ser. Pido por mi madre, quien siempre ha sido un pilar en mi vida, una guía en tiempos de incertidumbre. Su amor incondicional ha sido una luz en mis días más oscuros. Luego, pienso en mi hija; su risa es como música para mi alma, y deseo que crezca llena de amor y fe. Mi esposo también ocupa un lugar central en mis oraciones; su apoyo constante me da fuerzas para enfrentar los desafíos. Finalmente, extiendo mis súplicas a toda mi familia, porque sé que todos enfrentamos batallas, algunas visibles y otras ocultas.

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Creo firmemente en Dios Padre Todopoderoso, en Jesucristo su único Hijo y en María, la madre de Jesús. Estas creencias son el cimiento sobre el que construyo mi vida. Cada domingo, reafirmo mi fe, y en cada oración, busco un entendimiento más profundo de lo divino. La misa no solo es un ritual, sino un encuentro íntimo con lo sagrado, un espacio donde puedo ser yo misma, sin juicios ni presiones externas.

A medida que las palabras del sacerdote resuenan en el aire, me siento envuelta en un abrazo cálido. Sus enseñanzas son un recordatorio de que la vida está llena de imperfecciones, pero también de oportunidades para crecer y aprender. En este contexto, comprendo que no todo es perfecto en mi vida, pero hay un propósito divino en cada error y en cada tropiezo. Intento ser mejor que ayer, esforzarme por superar cada error que cometí, y eso me empodera.

Después de la misa, a menudo me quedo unos minutos más, reflexionando en silencio. Es un tiempo de introspección, un momento para escuchar la voz de Dios en mi interior. Allí, en esa calma, agradezco por las bendiciones que me rodean, por la vida que se me ha dado, y por la oportunidad de aprender y crecer constantemente. Siento que esos momentos son el verdadero alimento para el alma, una conexión que va más allá de lo físico.

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La comunidad también juega un papel fundamental en esta experiencia. Al interaccionar con otros feligreses, compartimos nuestras historias, nuestros deseos y nuestras luchas. En estos encuentros, siento que somos como una gran familia, unida por la fe. Nos apoyamos mutuamente, nos animamos en nuestros caminos, y juntos celebramos la bondad de Dios.

Con el paso de los años, he aprendido que la vida está llena de altibajos; hay días soleados y otros nublados. Sin embargo, mi fe me ha enseñado que todo tiene un propósito. Las dificultades no son más que lecciones disfrazadas, oportunidades para fortalecer mi espíritu. La misa de los domingos no solo es un acto de adoración, sino un recordatorio constante de que estoy en un viaje, junto a mis seres queridos, buscando siempre la luz divina.

Regresar a casa después de la misa es un momento de reflexión. Al mirar a mi alrededor y observar a mi familia, me llena de alegría ver sus sonrisas. Cada uno de ellos es una bendición, un regalo que debo cuidar y valorar. Nunca dejaré de agradecer a Dios por permitirme ser parte de sus vidas y por enseñarme a ser una mejor persona cada día.

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En conclusión, mis domingos en la iglesia son mucho más que una obligación religiosa; son una fuente de inspiración y renovación espiritual. Cada misa, cada oración, cada encuentro con mis seres queridos refuerza mi compromiso de vivir en fe y amor. Aunque nunca seré perfecta, seguiré intentando ser mejor que ayer, guiada por la luz de Dios y el amor que me rodea.

English:

My experience going to church on Sunday

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For as long as I can remember, Sundays have been a special day. I always wake up early, to the crowing of the rooster or the soft murmur of the wind coming through the window. It's a routine that fills me with peace; each new dawn brings with it the promise of a sacred encounter. Over the years, that dedication to the first day of the week has taken on a profound meaning in my life.

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Arriving at the church, I feel the air is charged with a special energy. The walls, painted in soft colors, seem to whisper stories of faith and love. The faces around me, some familiar and some new, reflect the same intention: to seek God. The mass begins, and at that moment, my heart is filled with hope and gratitude.

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During the celebration, I pause to open my heart. I concentrate on my petitions, the ones that come from deep within me. I pray for my mother, who has always been a pillar in my life, a guide in times of uncertainty. Her unconditional love has been a light in my darkest days. Then, I think of my daughter; her laughter is like music to my soul, and I wish for her to grow up full of love and faith. My husband also occupies a central place in my prayers; his constant support gives me strength to face challenges. Finally, I extend my supplications to my entire family, because I know that we all face battles, some visible and some hidden.

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I firmly believe in God the Father Almighty, in God the Father, in Jesus Christ, and in the Holy Spirit.

As the priest's words echo through the air, I am enveloped in a warm embrace. His teachings are a reminder that life is full of imperfections, but also of opportunities to grow and learn. In this context, I understand that not everything is perfect in my life, but there is a divine purpose in every mistake and every stumble. I try to be better than yesterday, to strive to overcome every mistake I made, and that empowers me.

After Mass, I often stay a few minutes longer, reflecting in silence. It is a time of introspection, a moment to listen to the voice of God within me. There, in that stillness, I give thanks for the blessings that surround me, for the life I have been given, and for the opportunity to constantly learn and grow. I feel that these moments are true nourishment for the soul, a connection that goes beyond the physical.

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Community also plays a key role in this experience. As we interact with other parishioners, we share our stories, our desires and our struggles. In these encounters, I feel that we are like one big family, united by faith. We support each other, encourage each other in our journeys, and together we celebrate God's goodness.

Over the years, I have learned that life is full of ups and downs; there are sunny days and cloudy days. However, my faith has taught me that everything has a purpose. Difficulties are nothing more than lessons in disguise, opportunities to strengthen my spirit. Sunday mass is not only an act of worship, but a constant reminder that I am on a journey, together with my loved ones, always searching for divine light.

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Returning home after mass is a time of reflection. As I look around me and observe my family, I am filled with joy to see their smiles. Each one of them is a blessing, a gift that I must care for and cherish. I will never stop thanking God for allowing me to be a part of their lives and for teaching me to be a better person every day.

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In conclusion, my Sundays at church are much more than a religious obligation; they are a source of inspiration and spiritual renewal. Every mass, every prayer, every encounter with my loved ones reinforces my commitment to live in faith and love. Although I will never be perfect, I will continue to try to be better than I was yesterday, guided by the light of God and the love that surrounds me.

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Wow que hermosa reflexión y que lindo que lo compartas. La cercanía con Dios siempre nos reconforta y nos da calma y serenidad en medio de tormentas y dolores. Nunca pierdas esa hermosa conexión con Dios <3