Cómo agua para chocolate: ...De cómo se desaprovecha una buena historia.

Con la nueva tendencia de adaptar obras de la literatura latinoamericana, las plataformas se han lanzado en plancha a la aventura. Así pues, tenemos Pedro Páramo en Netflix, la maravillosa adaptacion de Cien años de soledad (puedes leer mis impresiones al respecto en el siguiente enlace: https://hive.blog/hive-166847/@linarev/cien-anos-de-soledad-del-papel-al-streaming) y MAX optó por adaptar la obra maestra de Laura Esquivel: Cómo agua para chocolate.

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Voy a empezar diciendo que la cultura mexicana, al menos la literaria y la dramática, no se aleja de la dicotomía de la bondad y la maldad extrema. Y siempre el bueno sufre, se sacrifica, aguanta, espera la felicidad. El villano, es naturalmente malo y actúa en contra de alguien por pura mala saña. Esos son los dos motores que determinan el cauce de una historia.

Cómo agua para chocolate, no escapa a esa idiosincrasia y se plantea de manera muy clara la relación maniqueista entre Tita, la protagonista y su destino (anclado en una tradición familiar) que pudiera parecer injusto para Tita pero también lo fue para las anteriores hijas menores de la familia...

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Debo aclarar, que cuando un lector como yo, se enfrenta a adaptaciones está conciente -al menos en mi caso lo estoy - que la obra original sufrirá cambios, como pasa con las películas basadas en las obras de Stephen King, la serie basada en la saga Canción de Hielo y Fuego y otro sin número de obras que se han llevado a la TV o a la gran pantalla.

En la obra original, escrita preciosamente en una estricta tercera persona, con una relación casi romántica con la cocina, Tita es víctima de una tradición familiar y su madre es la que materializa esa costumbre. Sin duda, doña Elena es dura, insensible y hasta cruel, es una antagonista, pero no es villana. La oposición más clara que tiene Tita a su felicidad es la tradición familiar; la que Elena solo intenta conservar. Si hay un villano, es la costumbre y doña Elena solo ejecuta lo que ella cree que es correcto.

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Pero, la serie muestra que la causa de las desdichas en la vida de Tita sean culpa y solo culpa de su madre. Cuando normalmente en la literatura, la maldad está implícita en las desiciones erradas que los personajes grises toman. En ese ejemplo es propicio ir a Cien años de soledad y analizar al personaje de Amaranta Buendía, una mujer normal, que tiene sentimientos oscuros, como cualquier persona y siente celos y envidia de manera coyuntural, pero no es un personaje malvado, siente culpa, remordimientos y frustración ante su incapacidad de conectar con los afectos.

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Pero en este post no pretendo elevar una comparación entre las dos obras, pero las adaptaciones de ambos libros distan en lógica y en credibilidad. Voy a resaltar lo bueno:

El reparto es un acierto en sus protagonistas (las tres hijas y Pedro). Doña Elena se me antoja sobreactuada, no se siente como si la actriz estuviera cómoda con el personaje. Parece que lo forza para interpretarlo. A Gertrudis le falta la rebeldía gloriosa que se le nota en la novela y eso que se le ha dado mayor tiempo en pantalla de lo que la obra original le dedica. Rosaura y Tita están muy bien en sus roles. A Tita a veces no se le cree el rol de mártir o a veces lo exagera, pero la belleza de Azul Guaita, la convierte en la protagonista perfecta.

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La fotografía, la ultilería, las locaciones y los vestuarios están espléndidos. La paleta de colores se balancea entre los pasteles y los colores fríos, haciendo énfasis en el azul.
La banda sonora está perfecta, le da un aire contemporáneo a una historia clásica. Dura. De las profundidades de los ranchos del norte de México.

El realismo mágico, es (a diferencia de la escenas de las palomas en el episodio 5) un gran acierto...

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El guión, creo que carece de profundidad, explora la superficie y alejándose del espíritu original se introducen tramas y personajes que parece más un melodrama que una versión de una muy famosa obra literaria. La adaptación está bien, siempre que no carguen a los personajes con dotes que no le fueron dados en su génesis (la novela), por ejemplo, la adaptación que le hizo HBO a la boda de Robb Stark no cambió en nada ni el espíritu del personaje, ni las motivaciones y por supuesto su destino. En contraste, la adaptación de Cómo agua para chocolate trata de impregnar dotes maravillosas a personajes normales o mucho más convencionales, dándoles virtudes altruistas, desinteresadas que se asocian con "las buenas personas" como es el caso de Pedro Muzquiz un hacendado y privilegiado que además es un conspirador en favor de los revolucionarios mexicanos, lo cual no es que sea raro o malo, sino que es forzar una heroicidad que Pedro en la obra original, no tenía.

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En lo personal, el cambio de los acontecimientos respecto a la muerte de Roberto, la herida de Pedro en combate, la huída de este, la decisión que mueve a Rosaura lejos de Las Palomas, la llegada de Tita al sanatorio, son elementos innecesarios que se alejan de la ficción original y la acercan más a los culebrones en donde los protagonistas están cubiertos de virtudes, sé que buscan que se empatice con los personajes, pero en realidad logran lo contrario, porque no son personajes de una creación cualquiera, sino de una obra famosa de la literatura latinoamericana contemporánea.

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Yo en lo personal prefiero, caracteres más suaves, menos arrinconados en los extremos de la bondad o la maldad, porque como dice una estrofa de un poema de Ramón Ortega llamado "Verdades Amargas"

Que existe la virtud... yo no lo niego
pero siempre en conjunto defectuoso,
hay rasgos de virtud en el malvado
y hay rasgos de maldad en el virtuoso

Necesitamos creaciones que nos digan la verdad: que en la escala de los colores, los seres humanos siempre somos grises, siempre imperfectos y eso es lo que nos hace fascinantes, ya no más idealidades, ya no más adaptaciones sin profundidad y sólo por otorgarle emoción a una obra que de por si, es emocionante.

Cómo agua para chocolate es para mi una gran decepción, no veré la segunda temporada, no vale la pena empañar más la imagen que tengo de una de las novelas románticas, mejor contada.