Se miró al espejo aquel día como la primera vez. La realidad golpeó sin piedad, ya no era la misma. Las largas arrugas y blancas canas que adornaban su cabeza solo era el vivo ejemplo de que se acercaba su fin. Sonrió apresuradamente. Había vivido lo suficiente para reconocer que en verdad lo había disfrutado, lo había hecho realmente bien. Sus dedos, todavía ágiles, trataron de devolver algunas partes de su cuerpo a su sitio pero cada lugar parecía poseer vida propia. La sonrisa burlona volvió a taladrar la habitación. Era bastante divertido contar cada minuto como el último, así tendría una justificación para cada estupidez que pensaba cometer, después de todo, siempre podría decir que era una crisis de la mediana edad. Esta vez podría hacer lo que le diera la gana. Salió a la calle en donde algunos transeúntes la miraron curiosos. “Todavía puedo causar impresiones” pensó mientras ocultaba una mueca traviesa a lo que algunos llamarían sonrisa. Este sería el mejor último año de todos...
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