"Para aprender del error, primero hay que enfrentarlo."
Aprender de los errores.
—Vaya filosofía la tuya, Sara —respondo, aun sonriendo.
Después del pequeño percance, nos adentramos en el bullicio urbano, justo al lado de la estación de metro. Donde el aire está cargado de olores: café recién hecho de alguna cafetería cercana, humo de los carros y una mezcla de perfumes que se dispersa entre los transeúntes.
Mi mochila pesa más de lo habitual. Contiene mi laptop, documentos... y el maletín metálico que no debería estar ahí. Sara lanza una mirada rápida hacia mi mochila, casi imperceptible, que me pone nervioso.
Al entrar al lobby del edificio, el sonido de sus tacones resuena en el mármol, uniéndose con las múltiples conversaciones de los que llegan con nosotros. Subimos al ascensor, y Sara comenta, medio en broma:
—A veces tus riesgos no parecen tan calculados, ¿verdad?—
Sus palabras me suenan extrañamente significativas.
Cuando llegamos a nuestro piso, el zumbido de las computadoras parece amortiguar mi ansiedad. Entonces, un "ding" en mi bandeja de entrada cambia todo.
Leo el remitente: "Confidencial".
"Sabemos lo que hiciste."
Abro las imágenes adjuntas. Mi garganta se seca al instante: aparezco junto a una mujer con un maletín idéntico al mío. Reconozco el logotipo grabado: el laboratorio del que desapareció anoche una fórmula clasificada.
Sara se acerca, mirando mi pantalla.
—¿Qué pasa? —pregunta con falsa curiosidad.
Le muestro las fotos. Por un segundo, parece petrificada, pero su reacción no es la que esperaba.
—Esto no puede ser un error —dice, clavando sus ojos en mí.
—¿Cómo lo saben? Nadie nos vio —balbuceo, tratando de entender.
Sara guarda silencio un instante, luego me mira con una frialdad que nunca le había visto antes.
—¿Nos vio? —repite, su voz cargada de ironía.
Entonces, lo entiendo. Ella sabía todo desde el principio. Esto no es una advertencia; es una trampa.
Antes de que pueda reaccionar, Sara se levanta y, con una sonrisa tan calculada como el riesgo que tomé anoche, dice:
—La mejor forma de no aprender nada es no equivocarse nunca. Espero que esto te sirva de lección.—
Se marcha sin voltear, y me deja con la certeza de que mi mayor error no fue el robo, sino confiar en ella.
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English Version
"To learn from mistakes, one must first face them."
Learn from mistakes.
—Quite the philosophy you have, Sara —I respond, still smiling.
After the small mishap, we head into the urban bustle, right next to the subway station. The air here is thick with smells: freshly brewed coffee from a nearby café, car exhaust, and a medley of perfumes wafting among the passersby.
My backpack feels heavier than usual. It holds my laptop, documents... and the metallic briefcase that shouldn't be there. Sara casts a quick, almost imperceptible glance at my bag, making me uneasy
As we enter the building lobby, the sound of her heels echoes on the marble floor, blending with the hum of conversations around us. We step into the elevator, and Sara remarks, half-joking:
—Sometimes your risks don’t seem so calculated, do they?—
Her words sound oddly significant.
When we reach our floor, the hum of computers momentarily eases my anxiety. Then, a "ding" in my inbox changes everything
I read the sender: "Confidential.".
"We know what you did."
I open the attached images. My throat goes dry: I appear next to a woman carrying a briefcase identical to mine. I immediately recognize the engraved logo: the laboratory from which a classified formula disappeared last night.
Sara approaches, looking at my screen.
—¿What’s wrong? —she asks with feigned curiosity.
I show her the photos. For a moment, she seems frozen, but her reaction isn’t what I expected.
—This can’t be a mistake —she says, locking her gaze on me.
—¿How do they know? No one saw us —I stammer, trying to piece things together
Sara is silent for a moment before turning to me with a coldness I’ve never seen before.
—¿Saw us? —she repeats, her voice dripping with irony.
And then, it hits me. She knew everything from the beginning. This isn’t a warning; it’s a trap
Before I can react, Sara stands and, with a smile as calculated as the risk I took last night, says:
—The best way to learn nothing is to never make mistakes. I hope this teaches you a lesson.—
She walks away without looking back, leaving me with the harsh realization that my biggest mistake wasn’t the theft—it was trusting her.
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