Primero de enero de 1982, los sueños de los chavos de mi época eran aún muy infantiles, la mayoría rondamos los quince, excepto por María y Fernando que tenían doce y trece. Estuvimos cantando y bailando como hasta las 3 de la mañana por lo que la mayoría a la 1 de la tarde apenas nos estábamos levantando. El olor de tamales recalentados se extendía por todas partes. En aquel tiempo no había celulares, pero necesitábamos. Como algo muy natural nos reuníamos en la plaza tan puntuales como si nos hubiéramos puesto de acuerdo.
Fernando fue el primero en decir su propósito de año nuevo, como siempre apareció mascando chicle y con su raro estilo de caminar.
Mi propósito para este año será echar en este jarrito de barro todos los chicles que mastique hasta el 31 de diciembre.
Todos nos reímos por supuesto, pero Felicitas, disciplinada como siempre, apuntó en una libreta el propósito de Fernando con la serenidad de un maestro de ceremonias...
Sin duda este iba a ser un año muy extraño...
Historia corta y fotografía