No siempre las malas noticias son en realidad malas. Trabajaba en la oficina me sentía todo el tiempo enfermo, cansado y desanimado, Pero bueno eso fue hace muchos años. Para alguien que está cerca de los cincuenta, las cosas eran muy difíciles. Yo batallé unos meses hasta que alguien me pidió ayuda para poner un toldo, la paga era poca, apenas unos cinco dólares y el almuerzo, para mí venía bastante bien. El único detalle era que el trabajo era a las cuatro de la mañana, ni hablar, tuve que aceptar.
Al principio me sentí deprimido pues estaba acostumbrada a trabajar en una oficina, donde había ganado unos cuantos kilos y había perdido mucho de mi salud, pero conforme me fui moviendo me empecé a sentir un poco mejor. Como a los quince días el dueño de otro negocio de tacos me vio sentado en la acera de la banqueta como a las cinco de la mañana y me ofreció el mismo trabajo que el otro, otros cinco dólares y la comida. Nada mal para un desempleado. Todos los días para las seis de la mañana ya tenía $10 en la bolsa y el almuerzo y la comida asegurados, Ahora solo me faltaba encontrar un trabajo para el resto del día.
Historia corta y pintura
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