En la medianoche nublada y fría de la bella ciudad de Lima, Perú, los árboles se iban de un lado al otro al son de la brisa, dando vida a las calles solitarias.

Una figura caminaba con pasos indecisos, se trataba de una muchacha con el cabello castaño oscuro y los ojos color café. Una chica que había sido desalojada de su hogar y ahora se veía obligada a vivir en las calles. Su caminar era dificultoso debido a que calzaba un zapato perforado. En la mano llevaba dos soles, que había encontrado en la entrada de un bar.

Sus ojos mostraban una oscuridad llena de tristeza y su corazón se estremecía con cada minuto de vida. Estaba desesperada, no tenía donde refugiarse y la calle era su único hogar. Al no poder seguir caminando por las heridas ocasionadas por el zapato perforado, se sentó en un banco de una parada de buses y comenzó a llorar mientras sostenía el pie herido. Sus lágrimas caían como cascada de desesperación.

De pronto, escuchó una voz profunda y cálida, era un hombre maduro, con una sonrisa dibujada en su rostro y una mirada bondadosa que invitaba a confiar en él.

-¿Cómo es que una joven tan hermosa está en las calles? -Le preguntó.

La chica le explicó lo que le había sucedido y el hombre llevó sus manos a la cabeza mostrándose aterrado. Le ofreció ayuda y le indicó un refugio que estaba a pocas cuadras de la parada. A la chica se le iluminó el rostro y aceptó con ir con él.

Al llegar al refugio, el hombre les presentó a sus amigos de refugio, un grupo de personas sin hogar pero (al parecer) con mucho corazón. Entre ellos había una anciana que le ofreció compartir una buena sopa. La chica aceptó, tenía hambre y se sentía llena de gratitud por el gesto.

Mientras comían, Juan, el hombre maduro que conoció en la parada, le contó cómo había llegado a esa situación. Él también había perdido su hogar y su familia, y le explicó cómo habían sido sus días a partir de ese momento. La chica descubrió que tenían mucho en común.

El hombre le dijo a la anciana que buscara unos zapatos que tenían guardados, se los regalaron a la chica para así remplazar los viejos y perforados. La chica se sintió renovada y a la vez conmovida.

Después de comer, le mostraron una cama y le indicaron que podía dormir todo lo que quisiera. Ella cayó como un tronco recién cortado.

Al día siguiente, a mitad de mañana, todos se despidieron con la promesa de encontrarse otra vez en el refugio. Ahora ella sabía que tenía a alguien que la apoyaba y que la motivaba a salir adelante.

La chica se fue a tratar de buscar ganarse unos soles para así contribuir con el grupo para agradecer la ayuda que le habían prestado, pero cuando había caminado un par de cuadras, dos mujeres policías la interceptaron.

Resultó que el hombre al que conoció en la parada era un criminal buscado por la policía y al verla con él la noche anterior, la confundieron como una cómplice de su banda. La chica fue arrestada y encarcelada.

Esta fue su última noche en libertad, su último día de soledad. A partir de ese día, no confió en nadie más, perdió su libertad, perdió la esperanza y la tristeza nunca la abandono.

In the cloudy and cold midnight of the beautiful city of Lima, Peru, the trees were going from one side to the other to the sound of the breeze, giving life to the lonely streets.

A figure walked with hesitant steps, a girl with dark brown hair and brown eyes. A girl who had been evicted from her home and was now forced to live on the streets. Her walk was difficult because she was wearing a perforated shoe. In her hand she carried two suns, which she had found at the entrance of a bar.

Her eyes showed a darkness full of sadness and her heart trembled with every minute of life. She was desperate, she had nowhere to take shelter and the street was her only home. Unable to continue walking because of the wounds caused by the punctured shoe, she sat down on a bench at a bus stop and began to cry while holding her injured foot. Her tears fell like a waterfall of despair.

Suddenly, he heard a deep and warm voice, it was a mature man, with a smile on his face and a kind look that invited to trust him.

-How is it that such a beautiful young woman is on the streets? -he asked.

The girl explained what had happened to her and the man put his hands to his head, looking terrified. He offered to help her and pointed her to a shelter a few blocks from the bus stop. The girl's face lit up and she agreed to go with him.

Upon arriving at the shelter, the man introduced them to his shelter friends, a group of homeless but (apparently) warm-hearted people. Among them was an old woman who offered to share some good soup. The girl accepted, she was hungry and was filled with gratitude for the gesture.

As they ate, Juan, the mature man she met at the bus stop, told her how he had come to this situation. He too had lost his home and his family, and he explained to her how his days had been from that moment on. The girl discovered that they had a lot in common.

The man told the old woman to look for some shoes they had in storage and gave them to the girl as a gift to replace her old, punctured shoes. The girl was both refreshed and touched.

After lunch, she was shown to a bed and told she could sleep as long as she wanted. She fell like a freshly cut log.

The next day, in the middle of the morning, everyone said goodbye with a promise to meet again at the shelter. Now she knew she had someone to support her and motivate her to move forward.

The girl went to try to earn a few soles to contribute to the group to thank them for the help they had given her, but when she had walked a couple of blocks, two policewomen intercepted her.

It turned out that the man she met at the bus stop was a criminal wanted by the police and upon seeing her with him the night before, she was mistaken as an accomplice of his gang. The girl was arrested and jailed.

This was her last night of freedom, her last day of solitude. From that day on, she trusted no one else, she lost her freedom, she lost hope and sadness never left her.