It was a warm and sunny morning when we decided to visit a vineyard in the heart of San Juan, Argentina. The dry air and light breeze promised a perfect day to explore the wonders of this wine region. After a short drive, we arrived at a farm surrounded by vineyards that stretched as far as the eye could see, with the imposing Andes mountain range as a backdrop.
We were welcomed by Sofia, a passionate winemaker who worked in the family winery. After a warm greeting, he took us on a tour of the vines. As we walked among the perfectly aligned rows, he explained how San Juan's arid climate and snowmelt irrigation from the Andes contributed to the quality of his grapes. “Malbec and Syrah are the stars here,” he told us while cutting a bunch of ripe grapes for us to try.
Then, he led us to the winery. The cool air inside contrasted with the heat outside. The oak barrels, lined up like soldiers in formation, permeated the environment with an aroma of wood and wine that awakened the senses. Sofía showed us the winemaking process, from the selection of the grapes to the aging in the barrels. We learned how each step affected the final taste of the wine and how traditional methods were combined with modern technology.
Finally, the most anticipated moment arrived: the tasting. On a terrace overlooking the vineyard, they served us a selection of their best wines. We tried a young, vibrant and fruity Malbec, followed by a more complex Syrah, with notes of spice and leather. Every sip was a celebration of the land and work behind each bottle.
Accompanying the wines, they offered us a snack with local cheeses, olives and homemade bread. As the sun began to set behind the mountains, creating a spectacle of gold and orange colors, we understood why San Juan was considered a special place for wine.
Before saying goodbye, we bought a couple of bottles to take a little piece of the experience home. Upon leaving the vineyard, I felt that we had not only tasted wine, but that we had experienced the essence of San Juan, a region where tradition and nature merge to create authentic liquid jewels.
Era una mañana cálida y soleada cuando decidimos visitar un viñedo en el corazón de San Juan, Argentina. El aire seco y la brisa ligera prometían una jornada perfecta para explorar las maravillas de esta región vitivinícola. Tras un breve trayecto en auto, llegamos a una finca rodeada de viñedos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, con la imponente cordillera de los Andes como telón de fondo.
Nos recibió Sofía, una enóloga apasionada que trabajaba en la bodega familiar. Después de un cálido saludo, nos llevó a recorrer las vides. Mientras caminábamos entre las hileras perfectamente alineadas, nos explicó cómo el clima árido de San Juan y el riego de deshielo proveniente de los Andes contribuían a la calidad de sus uvas. “Aquí el Malbec y el Syrah son protagonistas”, nos dijo mientras cortaba un racimo de uvas maduras para que las probáramos.
Luego, nos condujo a la bodega. El aire fresco del interior contrastaba con el calor exterior. Las barricas de roble, alineadas como soldados en formación, impregnaban el ambiente con un aroma a madera y vino que despertaba los sentidos. Sofía nos mostró el proceso de vinificación, desde la selección de las uvas hasta el envejecimiento en las barricas. Aprendimos cómo cada paso afectaba el sabor final del vino y cómo los métodos tradicionales se combinaban con tecnología moderna.
Finalmente, llegó el momento más esperado: la degustación. En una terraza con vistas al viñedo, nos sirvieron una selección de sus mejores vinos. Probamos un Malbec joven, vibrante y afrutado, seguido de un Syrah más complejo, con notas de especias y cuero. Cada sorbo era una celebración de la tierra y el trabajo detrás de cada botella.
Acompañando los vinos, nos ofrecieron una picada con quesos locales, aceitunas y pan casero. Mientras el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, creando un espectáculo de colores dorados y naranjas, entendimos por qué San Juan era considerado un lugar especial para el vino.
Antes de despedirnos, compramos un par de botellas para llevarnos un pedacito de la experiencia a casa. Al salir del viñedo, sentí que no solo habíamos probado vino, sino que habíamos vivido la esencia de San Juan, una región donde la tradición y la naturaleza se fusionan para crear auténticas joyas líquidas.