Cuando le preguntaron qué hacía con sus alumnos, el maestro dijo: -Lo mismo que un escultor con una estatua de un tigre: toma un pedazo de mármol y golpea todo lo que no se parezca a un tigre.

Mi tarea es combatir una y otra vez todo lo que no les pertenece a cada uno de ustedes: cualquier pensamiento, condición, actitud o instinto que les haya pertenecido a su cultura y en su pasado.

De este modo, la tarea del maestro es al mismo tiempo la tarea del escultor y del pintor. Tiene que liberar a su alumno de todas esas intromisiones psicológicas y sentimentales que le hacen difícil e imposible el aprendizaje; aquí estaría haciendo el trabajo del escultor; pero también tiene que poner el conocimiento al interior del niño, en cuyo caso hace el oficio del pintor.

El pintor llena el lienzo con formas por medio de los colores que salen de su paleta.

El maestro, cuando llega a tal dimensión de tal, y esta debe ser la gran atención de quienes escogieron la noble vocación de educar, debe tener en cuenta que está formando al niño para ser y para hacer. Para ser, pues, todo ser humano debe crecer con un sentido misionero de la vida y del hacer, porque de sus facultades y habilidades depende su mayor o menor facilidad para ganarse la vida. No vamos a considerar cuál de las dos enseñanzas es más importante, consideramos que ambas son necesarias para lograr un balance en la vida de la persona.

La tecnología ha posibilitado cumplir la función de preparar mejor al niño desde el punto de vista académico; la bibliografía sobre cualquier tema es cada vez más profusa, el ordenador como herramienta informática se ha constituido en una fuente de aprendizaje que está venciendo las distancias; exagerando se puede decir que está llevando la escuela y la universidad al hogar. En resumen, el acceso a cualquier tipo de aprendizaje se está volviendo común, en el buen sentido de la palabra.

Tal vez esto obligue al maestro a tener que insistir más y mejorar más como ser humano, para ayudar a construir una personalidad sana y bien vinculada a los demás, ya que el alumno está recibiendo una influencia cuantitativamente más despersonalizada.

Se aprende a ser, siendo, se aprende a amar, amando, y esto sólo será posible con una influencia viva.