He escrito por mucho tiempo sobre mi Universidad (perdonen el posesivo), pero le debía algo más reciente, y es lo que intento hacer en su día a través de este recuento.
Los espacios van haciendo nuestra vida; algunos se dan sin que uno intervenga, otros son decididos por nosotros, cuando tenemos la posibilidad de elegir. Así, recuerdo que cuando llené la que entonces era una planilla de selección de carreras universitarias del interés del cuasi bachiller –yo estaba por egresar de mi liceo–, que suministraba el organismo nacional encargado (CNU), coloqué en las primeras opciones Filosofía y Letras en la Universidad Central de Venezuela. Además de que eran realmente mis inclinaciones personales, estaba también la intención juvenil de irme a la capital y hacer vida propia; debo confesar que no lo hice con mucha confianza en que fuera aprobada alguna de esas opciones. Mi sorpresa fue, más tarde, que había sido aceptado para Filosofía en la UCV. Pero yo no estaba preparado, de ningún modo, para tomarla, así que abandoné esa opción.
Decidí entrar a la Universidad de Oriente, al Núcleo de Sucre, ubicado entonces solo en Cumaná, mi ciudad nativa y de residencia. La única carrera existente en la que podría inscribirme, en alguna medida próxima a mis intereses, era Sociología, y así lo hice. Con la suerte de que a un año (o un poco más) de iniciar mis estudios en esa carrera, fue creada una nueva: Licenciatura en Educación Mención Castellano y Literatura. Esa sí era mi opción, y al poco tiempo solicité cambio para ella.
Pasaron muchos años. Hice mi vida estudiantil, con todas las intensidades que suelen caracterizarla; luego al graduarme, fui contratado como profesor en asignaturas de dicha carrera, y posteriormente fui personal docente de planta adscrito al Departamento de Filosofía y Letras (¡curiosas coincidencias del azar!). A ese desempeño entregué un 90% de mi vida por más de 25 años, pero no solo en la docencia, que trató de ser la más esmerada y exigente posible, sino también en la realización de diferentes iniciativas –intra y extra muros– de promoción de la más amplia formación humanística y el estímulo a la creación literaria; lo que se concretó en organización de seminarios y talleres, concursos literarios, publicaciones, ferias de libros, recitales, cineclub, etc. A eso hay que agregar la participación en la política universitaria por vía gremial, de representación en cogobierno y de opinión pública (fui miembro de un grupo llamado “UDISTAS” que publicaba semanalmente en un periódico local una columna homónima). Es decir, toda una vida entregada a la Universidad de Oriente, que hoy veo con la limitación propia de un jubilado.
Fue y es la universidad de mis amores, que son placeres y tormentos. Gloriosa, como la “Casa Más Alta” que canta su emotivo himno (letra de Lucila Velásquez y música de Inocente Carreño), desde su fundación el 21 de noviembre de 1958, hija de la reciente democracia, se ha mantenido por 63 años en su indetenible labor. Ha resistido los embates de la arbitrariedad presupuestaria y autoritaria en la conculcación de su autonomía por parte del régimen entronizado desde hace ya más de 20 años en nuestro país.
Los últimos 5 años han sido de una devastación paulatina, hasta alcanzar los niveles propios del arrase que una guerra puede provocar en una ciudad, dejando casi solo sus paredes, en el caso del campus Cumaná: destrucción de aulas, laboratorios, bibliotecas, oficinas… Algo nunca imaginado que pudiera ocurrir. Ha sido este el resultado de la acción sin freno del canibalismo de la delincuencia más salvaje, aunado a la aprobación u omisión de los organismos gubernamentales, y –hay que decirlo- en parte por la indolencia de la población, que no pareciera tener conciencia de la enorme pérdida que ha tenido.
Entre las últimas iniciativas que impulsé, junto con otros colegas (bajo el liderazgo del gestor cultural, lamentablemente fallecido, Guillermo García Campos), estuvieron unas jornadas de foros de análisis de nuestra situación y de propuestas concretas, como los proyectos arquitectónicos presentados por los tesistas de Arquitectura de la UDO-Anzoátegui. Ojalá pudiera retomarse esa iniciativa.
La Universidad de Oriente cumple sus 63 años (somos contemporáneos). Lloro y ruego casi todos los días por ella. Anhelo una suerte que permita reconstruirla –tarea gigantesca, es cierto–, y podamos cantar nuevamente como en su himno: “Caminad a la puerta triunfal de la casa” a estudiar “la luz de la aurora”.
#posh
Excelente testimonio de tu desempeño Universitario y preocupante crónica del deterioro de la UDO; realmente lamentable. Mi hermana mayor y mi sobrina son egresadas udistas; yo sí pude salir de Cumaná y estudiar en el IUPC. La situación de la UDO no es tan diferente de la crisis de la UCV , tal vez más acentuada la situación del núcleo de Cumaná y, como bien apuntas, lamentable la indolencia general al no convertirse el rescate de la UDO como una prioridad de todos. Saludos @josemalavem
Gracias por tu lectura y comentario tan empático, amigo @pelulacro. Lo del Núcleo de Sucre-Cumaná es casi inimaginable, deprimente. Lo último que dices lo insinué; creo que debí decirlo más claramente. Saludos.
Nadie mejor que tú @josemalavem , conoce de esa problemática cuya denuncia debes reiterar, como una manera de estimular a otros dolientes a expresar sus puntos de vista.
@tipu curate
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Gracias, @cieliss.
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👏🏼👏🏼 excelente
Gracias, @graace14.
Una excelente publicación, nuestra Universidad de Oriente nos llena de orgullo a todos aquellos que hemos sido parte de ella tanto por estudios como por labor.
Particularmente siempre estaré agradecida con la "Casa mas Alta" y sueño con verla algún día recuperada y activa totalmente 😭.
Gracias por la visita a mi post y por tus palabras de afecto hacia nuestra universidad. Saludos, @janettyanez.
Que emotivas palabras para tu universidad, a mi también me duele esta situación al igual que la de las Facultades de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Central de Venezuela, a la que hoy veo desbastadas, es increíble el grado de abandono de las principales casas de estudio del país. Me hiciste recordar la única vez que he tenido la oportunidad de visitar el núcleo de Cumaná de la Universidad de Oriente, en ocasión de celebrarse allí, hace muchos años, un congreso de ASOVAC y quedé encantada con sus espacios en la hermosa Cumaná. Y allí escuché cantar a María Rodriguez, la música oriental, con su personalidad tan fuerte, tan enérgica. Que tiempos aquellos, pero sin perder las esperanzas de que esta situación cambie y las veamos renacer. Un abrazo