El amor (universal y propio), es uno de los principios sobre los cuales se rige la Ley de Dios; y es célebre la frase expresada por Jesús de Nazaret:
Ahora bien, en esta oportunidad me voy a referir al amor, pero al propio... ese que se debe sentir y expresar en primera persona, en singular, en otras palabras, hacia usted mismo, hacía mí mismo... y que necesariamente no debe ser egoísta, mezquino, supremático ni sustentarse en ningún sentimiento o sensación negativa.
El amor propio, debe ser la génesis de la autoestima, el alfa, y a la vez el omega de lo que pensamos, expresamos, decimos y sentimos; y debe prevalecer en todo momento el sano juicio y equilibrio, para no pecar de narcisista.
Es en esencia, valorar y resaltar lo que somos como humanos, personas y ciudadanos, en cualquier parte o lugar y hora. Es tomar en cuenta lo que somos, hacemos y logramos en procura de bienestar mental-físico-espiritual y satisfacción personal.
¡Hablando del amor propio!
No puede ni debe ser un amor sadista porque transgrede el universal, y lo que debe pretenderse o quererse, es crecer bajo la creencia y convicción de que este es el punto de partida para profesar nobles sentimientos a terceras personas, y éstas hagan lo propio con usted y conmigo.
Si usted no se ama, si tú no te amas, es imposible que las demás personas puedan hacerlo. Y es así, porque al no quererse o quererte, amarse o amarte, respetarse o respetarte, valorarse o valorarte, surgen sentimientos y emociones que conducen a acciones improcedentes.
Nótese que el amor propio, nos permite volver a nuestro "centro", vivir en el alma, fluir con cada latido del corazón y vibrar, al generar pensamientos positivos, que deben expanderse en el aquí y ahora, por tiempo indefinido.
Fuente: Pixabay
¡Más... sobre el amor propio!
El amor propio debe ser sinónimo de estima alta, respeto y exaltación de las cualidades y valores que nos identifican y caracterizan en nuestras tres dimensiones: humana, personal y ciudadana. Debe centrarse en la unión de nuestra mente, cuerpo, espíritu y alma, para trascender amándonos, queriéndonos, respetándonos, valorándonos en todo momento.
El amor propio nunca debe basarse en la estima baja y tampoco en el irrespeto a nuestra condición como seres de luz y de progreso. No debe limitarse, pero debe ser comedido, ni tener obstáculos, más allá de aquellos que no son generados por usted o por mí.
Y ahora te pregunto:
.- ¡Cómo te sientes contigo mismo? ¡Es alta tu autoestima y autovaloración? ¡Te sientes bien a solas o en compañía de otras personas? ¡Estás satisfecho(a) con lo que piensas y sientes sobre tu persona? ¡Cómo está tu amor propio?
Y a partir de las preguntas anteriores, surgen las siguientes:
.- ¡Cómo reaccionan las personas hacia ti, te demuestran aprecio, afecto, respeto, te valoran? ¡Otros(as) valoran tu compañía? ¿Los demás se sienten correspondidos con lo que piensas y expresas?
¡Pues bien! Si todas o la mayoría de las preguntas obtienen respuestas positivas, alégrate, porque tu amor propio está inmaculado; pero si es lo contrario, búscate, encuéntrate y haz lo posible por volver a amarte, respetarte y valorarte en toda la extensión de la palabra, de las vivencias y experiencias, que parten de las adecuadas acciones a diario.
¡Si se te olvido amarte, inténtalo de nuevo!
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