Los hermanos se vieron la cara cuando pasaban por una panadería y echaron una mirada a sus manos donde tenían pocos centavos para comprar comida. El día estaba pesado, como decían sus colegas de la calle, así que entraron, compraron seis panes y corrieron a la plaza para sentarse a degustar el pan recién salido del horno. El hermano mayor con lágrimas en los ojos, repartió uno para cada uno y luego guardó los demás para el día siguiente por si acaso no había suerte.

Allí se quedaron por más de una hora; sentados en el banquillo, esperando tal vez que alguien se diera cuenta de su desgracia, mirando los carros pasar y viendo a los demás niños jugar

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Relato original de @patriciaurbaneja

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