Estando en la acera del frente, me invade una pena muy profunda en todo mí ser, estremeciéndome de impotencia. Al no ver la algarabía de los niños jugando con sus juguetes preferidos en sus respectivas calles del vecindario, ni a sus padres regresar de sus empleos o negocios con sus manos llenas de víveres para compartir en familia. Y todo a causa del bichito que se encargaron de sembrar en la sociedad mundial.

Ellos tienen la mayor intención de poder controlar el mundo entero a su antojo, estos seres de muy baja conciencia van por la vida como langostas destruyendo todo a su paso, cuando en realidad son unos cascarones sin almas, creyendo que son seres superiores al resto de la humanidad, con unas ansias de poder controlar nuestras mentes a través del miedo. Pero nosotros contamos con Dios, quien nos regaló la vida y el libre albedrío.

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