Los tres tabacos | Relato corto

in Cervantes5 years ago


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Y despierto dentro del sueño. Miro a todos lados buscando alguna señal de dónde estoy. De pronto reconozco mi habitación, que se había convertido en un lugar frío, en la misma posición y con la misma ropa que me había dormido. Sin poder moverme mucho; como si la gravedad hubiese cambiado y me encontrara en otro plano, pude mover la cabeza hacia un lado y buscaba la forma de levantarme.

A mi lado, viéndome con la satisfacción del objetivo cumplido, estaba un señor de piel oscura, muy flaco, sin camisa, con collares de colores muy escandalosos y con una curiosa cinta de tela amarrada en su prominente frente que llamaba la atención. La cinta tenía bandas horizontales de colores verde, rojo y negro y yo la veía para no fijarme, tal vez, en esos ojos ni en esos dedos.

Su aspecto flacucho y la forma en como estaba sentado al lado de mi cama, en el suelo, mirándome fijamente, daba la sensación de terror y seguridad a la vez. ¿Quién era y qué quería de mí?? Mi incapacidad para moverme ni siquiera dejó hacerle la pregunta. Sus piernas estaban entrecruzadas como si de alguna sesión de yoga se tratara, y en el centro de éstas tenía una especie de pequeño tambor marrón, con el cuero desgastado. Sus ojos me veían esperando que de mi boca reseca saliera una palabra, pero no salió absolutamente nada. Por alguna razón yo no quise moverme ni salir corriendo como una loca, no quise que oliera el miedo y escondí mis manos temblorosas en las sábanas blancas.

Mi curiosidad pudo más y me quedé acostada de lado esperando a ver qué sucedería. Procedió a decir cosas en una lengua que no entendía, sin embargo, a través de gestos supe escasamente lo que decía. Levantó la mano derecha y me sorprendí al ver que tenía tres de sus dedos chamuscados, como si los hubiese sacado en ese instante del mismísimo infierno, pero no logré percibir olor a piel quemada ni nada parecido. De sus dedos negros y alargados subía el humo. Esos dedos nunca los olvidaré; eran muy flacos, quemados y sus huesos parecían triturados como si él mismo los hubiese mordido, me hicieron recordar la carne seca q venden en los supermercados, de lo vieja que parecía.

Después de un rato de hablar, al fin su intensión salió a relucir; sacó tres tabacos de esos marrones, que huelen muy feo una vez encendidos, y los puso en mi cama. De alguna manera logré entender lo que decía: me los ofrecía y debía elegir cuál fumar, ya que apuntó hacia ellos y luego con su mano quemada levantó el dedo índice. Traté mil veces de preguntar cuál era el objetivo de eso y no encontré una respuesta concisa. Al parecer, si conseguía fumar uno iba a saber algo que me sucedería en un futuro y que me cambiaría para siempre. O por lo menos eso fue lo que entendí.

Mi intuición dijo que no lo hiciera; en el mundo donde iba a entrar sería difícil salir. Le hacía señas para que entendiera que esos no eran mis gustos pero él insistía. Al final sólo le quedó entender. Me quedó viendo con esos ojos profundos por un buen rato como si no tuviesen esclerótica y empezaron a enfurecerse. Tal vez porque no logró lo que deseaba y tampoco podía obligarme; era mi decisión. En definitiva, ya no me sentía paralizada ni con temor y mis ojos tampoco se apartaban de él.

Acto seguido desperté con el corazón agitado, vi hacia las cuatro esquinas de mi habitación y no había nadie. Verifiqué que seguía con la misma ropa, como si no hubiese sido en realidad un sueño. Me levanté, busqué a alguien en casa pero todos habían salido. Fui a la cocina, tomé un vaso de agua y de repente apareció ese característico olor a tabaco, como si me recordara que aún había oportunidad de elegir.

Me agité y salí casi corriendo a casa de mi tía; la persona que siempre tiene un aire de misterio y pareciera que lo ha vivido todo. Yo buscaba alguna cara familiar en medio de la taquicardia que me embargaba y la conseguí; sentada debajo de la mata que toda la vida ha estado frente a su casa, con las piernas cruzadas una encima de la otra, tomando café y fumándose su respectivo cigarro de todas las tardes. Tuve q contarle lo que había soñado y sólo se le ocurrió decirme en medio de una pequeña sonrisa en su rostro: ¿Por qué no fumaste los tres tabacos??

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Este fue un relato original de @patriciaurbaneja

Gracias a todos por visitar mi publicación, espero sus comentarios y gracias por su apoyo, ¡Hasta la próxima!

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Hola ! buen relato y muy bien escrito. Un abrazo