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🏅🏅Moneymetro: EL MEJOR LUGAR PARA VIVIR... 🏅🏅

in Freewriters3 years ago (edited)


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   El pobre Pirulo... Siempre corto, siempre roto, siempre arruinado por dentro y por fuera.

    A Pirulo siempre se le ha conocido viejo. Nadie recuerda haberlo visto de joven, ni de buena ropa, ni de buen olor...


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Pirulo está siempre en la calle, por siempre en la calle, eternamente en la calle. Su cama está -o más bien, ES- en el banco de la Plaza Principal. Sus almohadas, un curtido y mugroso saco donde guarda sus harapos. Sus cobijas son los empaques que desecharon los comercios vecinos a la Plaza Principal. Su baño, los recovecos de cualquier calle.


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   Pirulo es parte del acervo comunitario de Moneymetro, un caserío que, gracias a su clima fresco y agradable, fue creciendo y se convirtió en un pueblo de ensueños.

   Pueblo que se respete, tiene hasta pordioseros entre sus ciudadanos. Pordioseros estos que terminan cobrando gran importancia dentro de la formación de los lugareños.


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   Es común escuchar voces que se cuelan de entre los amplios ventanales de los caserones coloniales, que corroboran la importancia de contar con sus pordioseros, cuando algunas madres decían:

-Si no estudias, vas a terminar como Pirulo (porque hasta el nombre, que tal vez sea un apodo,¡LO SABEN!): Sucio, sin ropa y "jediondo"...

-Si no te portas bien, le voy a decir a Pirulo que te lleve.

Otra voz decía: -Ya tienes tu habitación que parece el chiquero de Pirulo.

-Si no te comes todo, le voy a decir a Pirulo que venga y se coma tu comida.

    Estos son algunos pocos ejemplos de los muchos que se escuchan paseando por las calles de Moneymetro.


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PIRULO.

   Pirulo es un hombre de unos cuarenta y tantos años, de estatura alta y fuerte complexión. Es una persona muy tranquila, parco de palabras y gestos -tal vez mudo, nadie lo sabe y nadie lo escuchado hablar-. Sin embargo, se le nota un brillo, un fulgor en sus ojos que es difícil de entender. Sus movimientos, aunque lentos, denotan agilidad y, cuando pasan las chicas del pueblo para asistir al encuentro dominical con Dios, se le van los ojos tras ellas y no puede evitar esbozar una cálida y pícara sonrisa, que deja traslucir -extrañamente- unos dientes muy bien alineados y casi perfectos.

   Alrededor de Pirulo se tejen muchas historias, mitos y leyendas. Algunos dicen que es el hijo de un rico hacendado que osó mezclar su "linaje real" con una linda criada de uno de sus latifundios, y que por presentarse complicaciones con el alumbramiento, padeció por varios y agónicos días hasta morir, dejando al niño sin nadie que viera por él. Otros más dicen que es un desertor del ejército real y que, por no pagar prisión por ello, se volvió un errante que se enamoró del pueblo y se quedó. Otras historias cuentan de que fue un gran industrial que todo lo perdió todo por un amor mal correspondido.

   Son tantas las teorías sobre Pirulo que nadie sabe cuál es verdad y cual es mentira. Cuando alguno le ha preguntado a él, se hace que no entiende o se hace el loco, emite sonidos ininteligibles, incoherentes y comienza a danzar en círculos mirando hacia el cielo, con lo cual, se quita de encima al preguntón. Las autoridades del pueblo lo dejan tranquilo porque no molesta a nadie y siempre mantiene "su cama" recogida y limpia.

   Todo esto se desarrolla en este cálido y ameno pueblo de Moneymetro, en donde hasta un pordiosero puede vivir tranquilo, manteniendo su cama en orden y viviendo de las dádivas de sus habitantes.


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   Un buen día, el tendero del mercado de la Plaza Principal, que como de costumbre, desde hace al menos unos 20 años, abrió su tienda y, luego de hacer y servirse un generoso tazón de café, sirvió en un vaso de papel otro poco para dárselo, como todas las mañanas a Pirulo. A pesar de que Pirulo nunca le pidió nada a nadie y de que no conversaba nunca con nadie, era un ser que tenía una vibra personal agradable, lo que provocaba que muchos disfrutaran de su silenciosa compañía. Les contaban sus anécdotas, sus proyectos y sus inconvenientes, a lo que él nada respondía -¿sería acaso que era sordo o mudo?-, solo miraba y brindaba esa fulgurante mirada que tenía y así la gente quedaba complacida y se sentía acompañada.

    Volviendo a nuestro tendero de la Plaza Principal, luego de servir el café para Pirulo, se extrañó no verlo terminando de "recoger su cama". Extendió un poco más la mirada hacia la esquina contigua y tampoco lo encontró. Se extrañó, se encogió de hombros y, virtiendo el café que le daría a Pirulo en su tazón, regresó a los quehaceres de su mercado.

   Ya sería alrededor de la 1 de la tarde cuando, el italiano de la pizzería de la calle 43 preparaba en un plato desechable 3 porciones de "La Migliore Pizza" per il mìo amico "Pirullino"... La sirvió y la colocó como de costumbre en la mesa improvisada sobre unas cajas de madera que tenía en la entrada trasera de la pizzería. Puso también en "la mesa" un vaso de agua de limón para que pasara mejor la pizza y se fue a seguir atendiendo a sus clientes que llegaban copiosamente. Pues, al cabo de un par de horas el italiano se sorprendió de encontrar la pizza y el agua de limón intactas en la improvisada mesa. Se molestó muchísimo con el ausente "Pirullino": -¡¡Aaah questo Pirullino!! Ya non le darò più pizza. ¡¡La Pizza de Enrico non se desprezia mai!! Y botando la pizza en el bote de la basura,
entró dando un gran portazo a su restaurante de pizzas, sin duda, las mejores del pueblo.


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   El mismo caso ocurrió con la señora Constanza, la de la cafetería de la calle 25, donde   cada día le dejaba pastelillos y chocolate caliente en un muro de la cafetería. Allí también se quedó la cena servida. Nadie la buscó, nadie la comió, Pirulo no apareció. La señora Constanza se extrañó de la ausencia del pordiosero. Recogió los pastelillos y terminando de cerrar su cafetería, se marchó a casa.


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   Los días fueron pasando y muchos estaban extrañados de la ausencia del pordiosero del pueblo. En algunos círculos de amigos se preguntaban ¿Qué le habrá pasado? ¿Se fue, pero a dónde? Porque no tenía los medios... Algunos otros se aventuraron a presumir que tal vez habría muerto y que en cualquier momento encontrarían su cuerpo.

Un par de semanas pasaron y ya todo Moneymetro había dejado atrás el recuerdo de aquel extraño pero dócil pordiosero al que, sin saber si era nombre o apodo, todos llamaban Pirulo.

   La vida siguió su curso y en Moneymetro las cosas ya no marchaban tan bien como se esperaba. Una gran plaga azotó el campo, devastando amplias siembras y con ellas el alimento y las provisiones de sus habitantes. Sus autoridades civiles ya estaban altamente preocupados del porvenir del pueblo, otrora el mejor lugar para vivir y prosperar. Ya comenzaban a verse algunos comerciantes vender sus negocios para no perderlo todo y marcharse a lugares de mayor auge y que les garantizara el estilo de vida acostumbrado. Poco a poco se empezaron a ver la aparición de otros pordioseros que ocuparon el lugar del casi olvidado Pirulo, del que nunca más se supo nada.

   Con la realidad que se implantaba lenta pero despiadadamente, el pueblo conoció lo que para muchos era un rumor de pueblos vecinos: robos de ciudadanos en las calles; los robos se dieron hasta en los pocos comercios que aún quedaban abiertos y hasta en las acogedoras casas. Todo esto ante la inacción y la perplejidad de las autoridades. -Ya Moneymetro no es un buen sitio donde vivir... Fue la lapidaria sentencia del alguacil del pueblo.


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   Los pocos habitantes del pueblo ya no eran personas amables. Se tornaron desconfiados y lúgubres. Entre tanto, las autoridades estaban planificando, estructurando algunas
ideas para el rescate de la vida económica y social del pueblo, lo que haría resurgir la vieja gloria de su historia y atraer a nuevos inversionistas para dinamizar todas las estructuras. Fue así como se abocaron otorgar una serie de beneficios a los que quisieran invertir en nuevos emprendimientos: con impuestos muy bajos, con precios preferenciales en la compra de locales y casas y el otorgamiento de becas estudiantiles para los hijos de esos posibles inversionistas. Hicieron una enorme campaña publicitaria en los poblados vecinos para atraer la atención.

   El plan funcionó: pronto llegaron algunos interesados en invertir, atraídos por los beneficios ofrecidos. Lenta, pero de manera constante se fueron abriendo nuevos comercios, donde se ofrecían variadas mercaderías traídas de las zonas foráneas. Sin embargo, el poder adquisitivo de los ciudadanos no alcanzaba a poder comprar lo que ofrecían. Las autoridades ya no sabían qué más hacer. La situación era desesperanzadora.

   Cuando ya muchos pensaban que no había mucho que se pudiera hacer, llegaron a Moneymetro los representantes de un poderoso emporio industrial, quienes ofrecieron instalar en aquel lugar la planta industrial más grande de todo su emporio, desde donde se fabricarían autos, los más utilitarios y de mayor venta, con lo que se podría obtener excelentes beneficios para el emporio y la salvación definitiva del pueblo y todos sus habitantes.


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   La oferta fue recibida con beneplácito por parte de las autoridades del pueblo, haciendo todas las gestiones para que, cuánto antes, se diera inicio a la construcción de aquella planta industrial, lo cual comenzó a la vuelta de dos semanas.

   Para las labores de la construcción, emplearon a todos los pordioseros que pululaban por las calles del pueblo, a los que le ofrecieron, además de la paga, las 3 comidas y un sitio donde dormir, todo para garantizar que la obra culminara cuanto antes. En los días libres que les otorgaban, los iban formando técnicamente para el proceso de elaboración de los autos.

   El ánimo y las esperanzas de los lugareños no podían ser más elevados. Con el dinero que ganaban los ahora trabajadores de la construcción, se fue lubricando el engranaje económico de la zona, alegrando a los comerciantes que hacía poco se habían establecido sin demasiado éxito, y al pueblo en general. Ya Moneymetro era otra vez un gran lugar donde vivir.

  Este fenómeno fue llegando a oídos de los pueblos vecinos atrayendo a no pocos que deseaban también establecerse en ese sitio de progreso y esperanzas. Y todos fueron bienvenidos.

   Las labores de construcción estaban cerca de su término y ya se estaba volviendo habitual el ver filas de camiones por los caminos que transportaban materiales, equipos e insumos tanto para la planta como para el rico y floreciente comercio de Moneymetro. Los representantes del emporio industrial le dijeron al alguacil que el presidente del grupo empresarial, el Sr. Di Lorenzo estaría presente para el momento de la gran inauguración de la planta.


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   Pues ese grandioso día, el de la inauguración, llegó. Todo el pueblo se agolpó ante las puertas de la mega obra recién levantada. Portones inmensos, instalaciones de primera, equipo de última generación. Las copas bien dispuestas para el brindis, el podio preparado... Todo en perfecto orden.

   De pronto llegó el más hermoso auto que jamás nadie había visto: largo, sobrio, de un elegante color negro, de donde descendió un hombre de fuerte fisionomía, alto, trajeado con un elegante frac de levita negro, perfectamente ajustado a la fuerte complexión de aquel impresionante personaje. Hizo un saludo enérgico a la muchedumbre presente y pronto, con movimientos lentos pero ágiles, se abrió paso para dirigirse al estrado dispuesto para recibirlo. Todos quedaron impactados de la energía y elegancia que irradiaba el Sr. Di Lorenzo.


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   Cuando al fin tomó la palabra, comenzó su alocución saludando al viejo pizzero y también a la dulce anciana, que aún era dueña de la cafetería; ambos negocios lograron pasar desapercibidos por los embates de los malos tiempos que se vivieron en el pueblo. Estos 2 personajes se quedaron estupefactos ante el emotivo y caluroso saludo de ese desconocido señor, y sin poder entender bien lo que acababa de suceder, y viéndose evaluados por las miradas indiscretas de los presentes, se movieron de sus asientos para mezclarse entre el público presente.


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   El Sr. Di Lorenzo dio una cantidad de datos económicos que expresaban la fuerte inversión que su emporio industrial estaba apostando para el beneficios de su conglomerado industrial, pero, por sobre todo, al beneficio de los cientos de residentes del pueblo. Resaltó el importante papel que jugaba la fe y el apoyo entre los integrantes de un grupo humano, sea conformados como una empresa, un pequeño comercio o una hermosa sociedad como la que hoy le acompañaba. Comentaba que un pueblo solidario como aquel se merecía que los ayudaran a renacer y también a permanecer en el tiempo, para rescatar los valores de la solidaridad y el respeto a la vida humana, representada en cada uno de los asistentes, e inclusive, de los simples pordioseros, sin juzgar ni menospreciar a nadie por su apariencia o su mala situación momentánea... Les confesó:
-Hace muchos años atrás, sufrí un aparatoso accidente en uno de nuestros autos prototipo en el que me desplazaba para cerrar el ciclo de pruebas antes de ser lanzado al mercado. Iba por la via de las afuera del pueblo cuando una pesada rama de un árbol cayó e impactó en el vidrio delantero de mi fantastico auto. Esto hizo que girara violentamente y es lo último que recuerdo. Cuando volví a abrir los ojos, estaba encima de un pastizal que amortiguó el impacto de mi cuerpo contra el suelo cuando salí expelido de mi auto. Afortunadamente, no tenía heridas ni lesiones profundas, tan solo algunas escoriaciones menores que se cicatrizaron en pocos días.

   En este punto de su relato, toda la audiencia estaba enmudecida, escuchando cada palabra del Sr. Di Lorenzo, quien continuó comentando:
-Entonces caminé por mucho tiempo y cuando llegué a un hermoso paraje me adentré entre sus calles porque sentía mucha sed. Cuando llegué a una cafetería, quería pedir agua, pero no podía hablar. No recordaba mi nombre, no sabía quién era yo ni cómo llegué a ese lugar. Sin embargo, la siempre amable señora Constanza, me sirvió una taza de café y pastelillos, algo similar a lo que hizo mi buen amigo Enrico con sus deliciosas pizzas...

   La gente presente lloró y muchos comenzaron a decir, ya invadidos por la emoción:

-¡ES PIRULO, ES PIRUUUUULOOOOOOO!

   Ante esto, los nuevos residentes no comprendían de qué estaban hablando, pero los viejos residentes estaban llorando de la felicidad, como quien llora cuando se reencuentra a un familiar que desde hace mucho que no se ve.

   Sobra decir que fue el momento más emotivo vivido por aquellos pobladores de Moneymetro desde que tenían uso de razón. El Sr. Di Lorenzo les comentó que una mañana, al despertar en su banco en la Plaza Principal, de pronto y sin ningún detonante, recordó exactamente todo lo que le había pasado: el accidente, las volteretas que diera él dentro del auto y, cómo salió expelido por los violentos giros en su descontrol. Les comentó que, esa mañana, al recordar todo, fue corriendo al sitio del accidente y encontró el auto que había sido devorado por la maleza. Recordó exactamente el camino de vuelta y sin pensarlo demasiado, comenzó a dar un paso tras otro y, no sabe por cuánto tiempo estuvo caminando, pero llegó a la empresa de la cual era el dueño fundador. Allí lo recibieron como ahora lo estaban recibiendo Moneymetro, por lo que siente que ha renacido dos veces en una misma vida. Que se siente afortunado por la vida que ha vivido y que, a partir de esa experiencia, dedicaría todo su esfuerzo y toda su energía en ayudar a otros a ser lo que su máximo potencial les dicte ser.


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MONEYMETRO: EL MEJOR LUGAR PARA VIVIR...


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   Y bien, respetado lector, qué más se puede contar de Pirulo... Terminó por ser un hombre de gran fortuna, que decidió recompensar a todo un pueblo por sus valores humanos, por su simpleza de espíritu y su pureza de corazón, convirtiendo a un pueblo, aparentemente destinado a desaparecer y nunca más ser recordado, en la Meca industrial automotriz, en una super potencia económica y civica, como nunca antes se había visto en la sociedad humana, dejándonos un gran mensaje de hermandad, sencillez, nobleza y bonhomía. En una simple expresión: haz el bien... Y olvídalo...

Crédito: @nanodj


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Los separadores son creaciones mías en Powerpoint y otros por cortesía de:
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