Se ha quedado dormida
Cuando regresaba del trabajo, después de comer, se acostaba a tomar la siesta. La abuela nos pedía que no hiciéramos ruidos para no despertarla, que lleváramos nuestros juegos y bulla a otro lado. Y solo nos quedábamos si prometíamos no hacer ruidos ni escándalos. Entonces, calladas nos echábamos a los pies de la mecedora como hacen los perros con sus amos.
Cuando pasaba media hora, ella abría los ojos y reía al vernos jugar, acunando nuestras muñecas en nuestros brazos. Y nosotras nos reíamos al verla despertar y nos montábamos en su espalda, en sus piernas y en su regazo, porque en nuestra niñez ella era algo así como la personificación de un gran árbol, que no solo nos protegía sino donde siempre podíamos columpiarnos.
Pero hoy estás dormida y sabemos que ya más nunca se abrirán tus ojos achinados. Calladas, a tu lado, te miramos dormir sin decir una palabra, sin que escuches nuestro llanto. Como en otrora, como nos enseñó la abuela, velamos tu sueño para que puedas dormir tranquilamente y tengas un bonito descanso.
Gran ternura.
Un inmenso cuento breve.
Hooola, querido mío!! Un abrazo grande, de aquí a Carúpano. ❤
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Pasaré sólo de puntillas, pues en mi imaginación, la abuela sigue durmiendo....Un abrazo
Así es: como si estuviera en su mecedora, que a veces se mueve aunque no haya brisa! Te abrazo