Y si uno es un ángel,
¿a quién le llora?
Escóndeme, vida, soy irreal
cuando creen que me es fácil volar
porque me ven sonriendo, soñando,
que luzco completa, pero en alas
llevo contrabando de vacíos
que pocos, nadie, ni tú,
saben si pesan.

Así vas y vienes
con lastre de corsarios
que no infieren
que llevas, traes, reciclas,
esperanzas para otros,
cuando no alcanza ni sobra
para la fe propia.

Al aire con intrusos pasajeros,
a un mar gris torrente en travesía,
hacia un huracán en soledad
donde extraviada sin cómplices,
ni abrazos secuaces,
prosigues con tu guarda
sin que te serenen, sirena.

Sin dulce compañía,
un ángel posa en reposo
y va madurando disposición
en su fuerza para que la ruta
luzca llena de colores
y no opaca por el encierro pensar
que le llena de misterio el corazón.

Vuela el infinito sentir que empeña
veloces alientos de suspiros,
sinérgicos de lágrimas y alegrías
que va augurando a los demás
sin que nadie pregunte si sabe
susurrar magia en su respiro.

Los ángeles lloran todos los días
en los momento de prisa
cuando envejece el tiempo
y se consumen las angustias de noche,
al deshojo de pétalos muertos.

Ángeles en contrabando sufren
ante la indiferencia de quienes
no analizan una sonrisa muda
y quedan con pena ante el cuento
de la menguante tristeza.

Palabras vencidas
a hombros ausentes,
acá te espero para soñar
que somos sinceros
cuando explicamos
cómo nos ha ido...
"Bien, gracias".