Una vida más en un mundo cualquiera. Relato 12

Edmundo estaba preso, solo él era consciente de su cárcel. Estaba preso por culpa de sus costumbres, sus estructuras, su programación interna... El peso de ser buen hijo, buen vecino, buen amigo, buen empleado, buen padre, buen buen... aplastaba todo lo que él era de verdad (al menos así lo había sentido siempre); quizá, realmente eso era lo que era y nunca se dio cuenta.
Había días en los que deseaba mandarlos a todos a la mierda; demasiado compromiso, demasiado difíciles de complacer; demasiada frustración embotella tratando de encontrar escape. Luego esos pensamientos se convertían en culpa; al final solo se levantaba y seguía representando su papel.
Ahora Edmundo está viejo, amargado y vacío; ahora Edmundo solo sabe pelear consigo mismo y soñar con un pasado que no existe.
Edmundo ve a su nieto Miguel en su partido de fútbol, se pregunta si será realmente jugar es su sueño o si solo quiere cumplir el sueño frustrado de su padre, se preguntan cuáles eran sus sueños a esa edad; espera que Miguel sea feliz, aunque su felicidad le dé muchos disgustos a madre. Se ríe imaginando las posibilidades, sonríe ante la imagen de su nieto Miguel mandando al mundo a la mierda para ser él mismo. Todos lo miran y piensan que está senil, pero a estas alturas no le importa. Por primera vez no intenta complacer a nadie, por primera vez se siente libre.