Un Gran Invento (Relato humorístico)

in Cervantes3 years ago (edited)

Cuando todavía no había ancianos en el mundo, cuando las culebras aún aprendían a arrastrarse, antes que hubieran arcoíris o se descubriera el mango; en esos tiempos, estaba Caín en el campo buscando a su hermano, quien había desaparecido sin dejar rastro.


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Abel siempre había sido el soñador, decía que no había por qué sembrar con las manos, que se podían crear herramientas para el trabajo, decía que aún habían muchas cosas por inventar. Aquellas "locuras" siempre habían irritado un poco a Caín, aunque en el fondo deseaba que su hermano algún día inventase algo útil.

Finalmente encontró a Abel tirado en el piso mirando hacia abajo. Estaba cerca de una piedra circular, aunque Abel la llamaba rueda. Días antes, ese mismo artefacto le había costado el ridículo frente a sus padres, que no veían la utilidad de andar en semejante mamotreto, cuando perfectamente podían caminar. Abel les aseguró que él demostraría su utilidad con la práctica.

Pero nada de eso importaba ahora, finalmente había encontrado a su hermano, después de haberse preocupado tanto. Intentó despertarlo dándole palmadas en la espalda.

— ¡Abel despierta! ¡No seas holgazán! ¿Cómo puedes dormir tanto? —gritaba Caín.

Pero Abel no se movía de su posición. Caín volteó a Abel para ver qué era lo que ocurría.

— ¡Por Dios! —gritó con más fuerza todavía.

En su rostro pálido, Abel exhibía una exagerada sonrisa. Parecía hallarse en un estado de sublime alegría, tenía cara de haber alcanzado la máxima realización; pues por fin había descubierto algo extraordinariamente novedoso: la muerte.


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Caín se emocionó, finalmente su hermano había tenido éxito. Pero lo que más le emocionaba era aquel increíble descubrimiento, la cantidad inimaginable de aplicaciones que podría tener. Se podría utilizar para descansar de las penas y el sufrimiento, aquello haría también que rindiera más la comida, o en un caso extremo se podría usar para librarse de personas corrosivas.

Ya podía Caín entrever el sinfín de posibilidades que se abrían ante sus ojos. Pero había algo que lo molestaba...

— ¿Por qué Abel?, ¿Por qué no pude descubrirlo yo? —se decía.

Por primera vez, la envidia corrió por sus venas. Caminaba de un lado a otro pensando, miraba a Abel y sentía enojo. Hasta que una idea cruzó por su mente, pero tal vez su hermano no estaría de acuerdo. Le preguntó, pero Abel no contestó.

Caín concluyó que Abel no podía estar disgustado con la idea, después de todo se le veía enormemente feliz. Entonces le narró a sus padres y a Dios una versión de la historia imposible de creer: que él, Caín, había logrado inducir a su hermano en un estado de paz absoluta, matándolo.

Todo quedó "resuelto" y Dios no dijo nada, no porque ignorase la verdad, sino porque luego de Abel morir en forma tan ridícula, quería preservar los buenos recuerdos de él. Los padres de Caín reaccionaron a la noticia felicitándolo por su descubrimiento. Tiempo después, luego de la cosecha; fueron al lugar donde supuestamente estaba Abel, para ver de qué se trataba el nuevo invento.


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— ¡Pero estaba aquí! justo donde está la pila de huesos ¡Les juro que no he comido allí! —insistía Caín.

Adán y Eva se volvieron entre decepciones a su rancho. Caín se quedó solo, buscando una explicación.

— Lo más probable es que se haya hecho el tiezo con aquella mueca. —se decía en voz baja— Sí, eso tiene que ser, después de todo está la evidencia de la pila de huesos, probablemente comió allí... Ahora seguro merodea el lugar inventando quién sabe qué... Desgraciado Abel.