Primeramente deseo que todos se encuentren muy bien en sus hogares. En este momento quiero compartir varios pensamientos que han venido a mi mente a propósito de ya casi dos años de aislamiento a causa de la pandemia. Partiendo de lo que he percibido a mi alrededor, me he puesto a pensar mucho. En numerosas situaciones encantadoras y recuerdos sí, pero también en tantas otras que no son tan agradables debo reconocer. Entre tantos pensamientos, constantemente me pregunto, ¿con qué tipo de hombres y mujeres podrá contar el mundo en un futuro no muy lejano?

Inevitablemente y por desgracia para muchos, para quienes perdieron un ser querido o su propia vida, la aparición del corona virus o covid-19 cambió el mundo de una manera tan trascendental que no me imagino cuándo la humanidad terminará de sufrir el impacto de sus efectos en las sociedades del planeta.

El primer hecho impactante después del deterioro de la salud es el decaimiento de los sistemas educativos. Adaptarse a un sistema en línea o a distancia en el que millones de niños están iniciando sus actividades escolares está muy lejos del éxito en el proceso de enseñanza aprendizaje óptimo para su desenvolvimiento. Para quienes ya habían iniciado su escolaridad está costando mucho atender a las instrucciones en casa y la adquisición de conocimientos.

Muchos se están dejando llevar por el ocio, la pereza y distracciones tecnológicas que los alejan de las tareas educativas. Ni que decir de los que están abandonando el nivel de secundaria, se encuentran en un limbo de indecisión y de desilusión.

Hablo de este tema con propiedad porque soy docente y madre. Teniendo el conocimiento y las estrategias me ha costado mantener a mis hijos interesados y en el camino de su educación. Veo muchos casos diferentes a mi alrededor. Percibo todo de lo que les he comentado.

También puedo ver la desesperación y desesperanza de quienes como padres no tiene las herramientas ni el conocimiento para hacer lo propio con sus hijos. Entonces niños y jóvenes van quedando a la deriva. Porque sus padres tienen la responsabilidad del pan, lo que les ocupa mucho de su tiempo, y eso les impide por lo menos prepararlos en otras tareas propias de la vida.

¿Qué les está quedando a estos futuros hombres y mujeres? ¿Serán voluntariosos? ¿Educados? ¿Buenos ciudadanos con valores y principios? ¿Preparados en algún oficio? ¿Con visión de futuro? Muchísimos de ellos tienen noción de computación, tecnología y medios. Pero en el futuro también harán falta docentes, ingenieros, médicos, carpinteros. Si ya de por sí el futuro es incierto, el presente nos deja ver algunos rastros de lo que podemos esperar en el futuro.