El valor de equivocarse

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Hace dos semanas de mi última publicación pero aquí estoy de nuevo, con nuevas reflexiones que espero sean útiles al gran público de Hive. Pero antes, me gustaría mencionar y agradecer una vez más el comentario tan bueno que recibí del amigo @yonnathang de @hispapro en mi última publicación; gran proyecto de curación dentro de la cada vez más grande órbita hispana de Hive, en la que podemos encontrar proyectos de curación tan prometedores como @la-colmena y @el-panal, @alebrijes, @templo, @entropia, @celfmagazine o @enlace. También me gustaría mencionar a @curangel, un proyecto de curación que valora publicaciones tanto en inglés como en español de grandísimo calado en Hive.

Vivimos en un mundo que no es del agrado de prácticamente nadie. Sin embargo, la mayor parte de las personas que quieren salir de ese mundo y 'abandonar el sistema' no saben cómo hacerlo y acaban sucumbiendo a esos pequeños vicios que todos tenemos y que nos hacen más ameno el día a día. Y vaya por delante que yo tampoco sé cómo salir de ese sistema; esto no es un curso de crecimiento personal (contra los que no tengo absolutamente nada en contra). Sin embargo, no voy a dar aquí una clave o un método para encontrar ese camino del que hablaba en mi publicación anterior 'Nunca te pares' pero sí quiero hacer hincapié en un fragmento de esa publicación que me interesa para lo que aquí nos atañe.

A veces lanzarse con el primer proyecto que tengamos en mente es lo mejor que podríamos hacer en este momento. Evidentemente no se trata de hacer el loco. Las cosas hay que hacerlas siempre con cabeza pero tu tiempo es muy valioso y, qué mejor que emplearlo en las cosas que te gustan. Me refiero a tus aficiones como puedan ser escribir, leer o aprender sobre cualquier cosa; editar vídeos quizá. Lo importante es que alimentes todo aquello que te llame, no que te gastes los ahorros de tu vida en un vuelo sin billete de vuelta a Tailandia. Eso no. Alimentando todo aquello que te llama con pequeños gestos, pequeñas acciones, poco a poco y más temprano que tarde verás como empiezas a desarrollar, sin darte cuenta, lo que tendemos a llamar nuestro propio camino. Sin darnos cuenta, estaremos trazando la vía que nos corresponde, nuestro carril en la autopista; uno que será sólo para nosotros y que otros por seguro podrán usar pero que, para nosotros, es el más adecuado. Ahí es donde reside la falsa inceritumbre que te deja anclado a un trabajo que no te gusta porque no encuentras qué otra cosa podría darte esa falsa seguridad que crees tener con tu odiado trabajo.

Me gustaría insistir en ese equilibrio tan necesario para construir, poco a poco, nuestro propio camino. En este contexto, el equilibrio cobra un sentido distinto que muchas veces pasa desapercibido a lo largo de nuestra andadura vital. El hecho de que uno empiece a dedicar su tiempo a desarrollar los proyectos que, a priori, le llaman la atención no quiere decir que ya de por sí uno esté avanzando velozmente por el singular camino de éxito, libre de obstáculos y desengaños que ha imaginado. El fracaso forma parte de ese camino y equivocarse no es, ni mucho menos, la desgracia total en la que muchos acaban sumidos ante el primer desengaño que sufren al darse cuenta de que 'eso no era' porque 'me gusta pero...' hay algo que quizá te llene más. Esto nos acaba haciendo pensar que fuimos estúpidos e irresponsables por dedicar tiempo y esfuerzo a algo que finalmente no era lo que esperabas.

Así, muchas veces no sólo nos quedamos de brazos cruzados analizando la conveniencia, o no, de llevar a cabo nuestro proyecto. Es que hay un temor añadido - tratando de enunciar el antónimo en términos más filosóficos del término económico que se refiere al 'valor añadido' - y es el miedo a equivocarse o el bloqueo mental que surge tras una equivocación. Ese es el temor añadido. Es un peso extra sobre los temores que de forma natural tenemos ante situaciones que nos son extrañas, nuevas e incluso peligrosas por cuanto nos exponemos a riesgos que no estamos acostumbrados a enfrentar. Esto es importante resaltarlo porque no existe una vida sin riesgos. Todos nos arriesgamos a muchas cosas cada día pero, como tenemos normalizados esos peligros, simplemente nos limitamos a seguir con nuestra vida sin dejar que cobren un peso desproporcionado en nuestro día a día.

Pero sigamos concretando el motivo de esta publicación. Se ha resaltado el temor a equivocarse y el bloqueo mental que surge tras una equivocación. Sin embargo, más allá de superar nuestros miedos y reponernos del fallo, apenas somos capaces de ver lo que hay de bueno en equivocarse cuando uno prueba cosas nuevas. No nos damos cuenta de que equivocarse aquí no es sinónimo de estar confundido o no tener las ideas claras, en el sentido más peyorativo de la expresión. Pero equivocarse no es ir como pollo sin cabeza por la vida. Cuando uno está en busca de su propio camino ya está en una empresa lo suficientemente grande como para encima tener que dar en el centro de la diana en el primer intento. Es absurdo pensar que uno encuentra su propio camino con tan siquiera probar lo primero que se le viene a la cabeza.

Equivocarse está bien hasta el punto de probar cosas que sabemos que seguramente no nos gusten pero que nos permitimos descubrir para despejar esas dudas. Una de las cosas más importantes que debemos tener en cuenta es que descubrir el mundo que tenemos alrededor implica resolver las incógnitas de nuestra vida cotidiana: ¿qué habría pasado de haberme dedicado a esto?; ¿me podía haber aportado algo?; ¿y si perdí una oportunidad con ello por no haber dedicado el esfuerzo que requería porque en ese momento me daba pereza? No son las grandes preguntas de nuestra vida pero son las espinas que tantas veces se nos quedan clavadas.

Esas espinas son la falta de ímpetu que a menudo nos asalta. No siempre es encontrar lo que nos apasione. Esos momentos en que sentimos esa pasión infinita son escasos porque, lo que vamos encontrando a lo largo de nuestra vida son cosas que nos llenan cada vez más hasta llegar, finalmente, a una serie de momentos muy especiales; los que nos hacen, por ejemplo, dejar nuestro antiguo trabajo para dedicarnos en exclusiva a eso que tanto nos gusta y que además está hecho a nuestra medida. Se trata de explorar y aprovechar lo mejor que puedas los recursos que tienes a tu alrededor. Algunos para confirmar que los pondrás a un lado y otros para seguir desarrollándolos. Hay recursos que simplemente sirven para arbrirte puertas aunque en realidad no los vayas a usar pero el simple hecho de contar con ellos te aporta algo.

Es complejo pero eso es lo bonito de la vida; desentrañar, poco a poco, todo lo que ella nos ofrece hasta dar con aquello sorprendentemente hecho a nuestra medida. Lo más increíble es que, muchas veces, no es que hayas dado con algo, es que ese algo es lo que tú has constuido sin darte cuenta.