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Aquí podemos observar la foto de un árbol de ciudad, se encuentra en Caracas-Venezuela, todos los días está expuesto al smog, al humo de los automóviles, al clima y todo lo que conlleva estar a la intemperie. Sin embargo, míralo, ve lo frondoso que está, el verde de sus hojas, y lo grande y bonito que se encuentra, llegará una temporada en que sus hojas se secaran y comenzaran a caer, sus ramas se verán a través de su follaje, se cubrirá de puro marrón. Pero luego, sobre él surgirán nuevas hojas que danzarán con la brisa, con un verde renovado, un verde de esperanza y de nueva vida, él no se preocupa por el tiempo, por los carros, o porque sus hojas caigan para luego salir otras nuevas en su lugar.
Nosotros los seres humanos deberíamos aprender un poco más de la naturaleza, siempre pensamos en el pasado, y nos preocupamos demasiado por el futuro, con esto no quiero decir que vivamos una vida loca, pero le damos demasiada importancia a escenarios hipotéticos que no ocurren, que no han ocurrido y que quizá nunca ocurra, eso hace que nuestro verdor se seque antes de tiempo, no nos renovamos, nos aferramos a esas hojas secas, y de súbito nuestra aura se va ensombreciendo, volviéndose gris.
Pienso que deberíamos ser más como el árbol, aceptar las cosas que no podemos cambiar, tener el valor para cambiar las que podemos, y obtener la sabiduría para comprender la diferencia entre ambas. Dejar fluir y no aferrarnos a cosas que ya cumplieron su ciclo y que ya se encuentran secas en nuestras vidas, porque de lo contrario, no daremos espacio a esas nuevas hojas que esperan salir, es de esta manera, y solo de esta manera, que podremos ser frondosos como este árbol, que nos da una gran lección de vida tan sólo por existir.