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Español
Refugiados
Bernice vio hacia abajo, sus pies parecían colgar frente al gigantesco agujero, por el que rápidamente era succionado todo hacia el vacío del espacio. Se sacudían como si fuesen dos tristes trozos de trapo agitados por el viento. Trató de tomar todo el aire que pudo en sus pulmones previendo lo que estaba por venir, mientras a través del hoyo, pudo ver cómo, entre escombros y los cuerpos de decenas de personas, flotando hacia la negrura del espacio, un nuevo meteoro se aproximaba a toda velocidad, en medio de un aterrador silencio.
Elena llegó corriendo, sorteando los pies y cabezas de las personas recostadas en la infinidad de catres que atestaban el pasillo 88 de la estación espacial Pólux. Su blanco rostro, cubierto de manchas de grasa y mugre, parecía brillar ante las luces del pasillo, en su mano derecha traía un contenedor de comida caliente, mientras colgada a su cuello con un cordón, se bamboleaba de un lado al otro, una botella de agua.
―Mamá mira lo que me dio el señor del ejército ―dijo sonriente, mientras mostraba el contenedor, que mostraba el logotipo de la fuerza expedicionaria de Apolo y a su lado la frase, “Paquete Caliente”.
―¿Le diste las gracias? ―pregunto Bernice, esbozando una sonrisa a su pequeña hija.
―Sí mami, el señor me dijo que pronto podríamos regresar al planeta, que esto acabaría en poco tiempo ―dijo la niña mientras seguía sujetando frente a su mamá el contenedor.
―Sí hija, esto terminará pronto ―dijo Bernice, apretando los labios, al tiempo que tomaba con su mano derecha, el paquete que le extendía su hija, mientras con la mano izquierda apretaba firme y desesperadamente la mano de Daniel, quien estaba sentado a su lado ―. Pronto volveremos a casa ―dijo, poco convencida de sus palabras.
Abrió la tapa del contenedor y rompió los sellos de vacío, que mantenían separada la comida del agua para rehidratarla, luego tiró del cordón que iniciaba la reacción exotérmica, que tenía el efecto de calentar el contenido del paquete; retiró el juego de cubiertos, las servilletas y la bolsa de frutos deshidratados y nueces y luego destapó el recipiente de aluminio que contenía la comida. Se trataba de una pierna de pavo con una brillante salsa roja y una generosa porción de pure de avena y verduras, además de judías verdes y zanahorias.
Si se lo hubiesen asegurado hace dos meses, nunca hubiese creído lo habitual que se le haría preparar una de estas raciones calientes del ejército, ni mucho menos que serían lo único que comería durante más de un mes. Aparte de eso, le sorprendía lo bien que alimentaban a los soldados mientras estaban en campaña, nunca habría supuesto que estas raciones se parecían tanto a la comida casera.
―Ven linda, siéntate con papá a comer, mientras yo llevo las sabanas a lavar ―dijo, dándole el paquete, ya caliente, a Daniel.
―Necesitas comer Bernice ―dijo Daniel, mientras tomaba el paquete.
―No se preocupen por mí, sólo déjenme un poco de fruta seca ―dijo, levantando la ropa envuelta en una sábana que estaba al lado del catre, sobre el que estaban sentados.
Caminó pasillo abajo, enjugando las lágrimas de su rostro, con la manga del suéter que, junto a toda la ropa que tenían ahora, habían tomado de un contenedor al llegar a la estación, junto a dos juegos de mantas para cada uno, seis paquetes calientes y dos galones de agua. Esa era la provisión que entregaban a los refugiados al llegar a Pólux. Además de la revisión médica de rutina.
Mientras entraba a la improvisada sala de lavado, donde unas dos docenas de máquinas de lavado automáticas, habían sido precariamente acomodadas, para atender a las necesidades de los más de quinientos refugiados, que se ubicaban en esta sección de la estación, escuchó una repentina sinfonía de murmullos y gritos, que llegaban del pasillo, dejó caer la bolsa hecha de sabanas y regresó a ver que sucedía, fue entonces cuando empezaron a resonar las sirenas y alertas de ataque por los altavoces del pasillo.
―¡Alerta de ataque! ―se escuchaba exclamar a una distorsionada voz ―. ¡Alerta de ataque!, por favor diríjase al área de refugio más cercana.
¿Qué área de refugio?, ¿dónde resguardarse en una estación espacial atestada ya de refugiados? Muchos se pusieron de pie, y corrieron a mirar por las escotillas lo que sucedía, sólo para ver como cientos de diminutas luces seguidas de destellos de laser provenientes del planeta, anunciaban la llegada de varios escuadrones de cazas de los rebeldes de Cefeo, que disparaban en dirección del acorazado de las fuerzas leales al Parlamento que escoltaba las estaciones.
Muchos empezaron a gritar alarmados por lo que sucedía, mientras algunas familias se acurrucaban apretujándose entre ellos, buscado inútilmente, entre lágrimas de miedo, resguardarse los unos con los otros.
Ninguno de ellos había pedido esto, su único deseo era mantenerse alejados de la guerra que se desarrollaba en el planeta, huir de la catástrofe que se habían vuelto sus vidas. Pero para los rebeldes, leales al parlamento de Cefeo, no había puntos medios, cualquiera que huyera del planeta y no los apoyara en su cruzada, era su enemigo. Aunque de cientos de miles de refugiados civiles se tratara.
Bernice trató de correr de vuelta con Elena y Daniel, pero la gente que se agolpaba de un lado y otro del pasillo se lo impedía.
―¡Alerta de ataque!, ¡Impacto inminente! ―empezaron a ladrar los altavoces ―Diríjanse a las cápsulas de escape de inmediato.
Tras esta advertencia, los centenares de personas que estaban en los pasillos corrieron frenética y desordenadamente en dirección de las dos áreas de evacuación más próximas. Bernice, que trataba de regresar con su familia se vio, repentinamente sin aliento, azotada contra una de las paredes del pasillo y tratando de correr contra la corriente de personas que intentaba llegar a las cápsulas.
A la distancia vio como el cuerpo de Elena se levantaba por sobre las cabezas de la masa de personas que se alejaba de ella en dirección a otra de las salidas, Daniel debía llevarla sobre su hombro supuso.
―¡Elena! ―gritó desesperada.
El rostro de su hija miró de un lado a otro, buscándola en medio de la multitud. ―¡Mami! ―gritó desgarradoramente. ―Papi, escuche a mami ―gritó a su papá quien avanzaba llevado por la multitud en dirección a la salida de emergencia.
―Ella nos alcanzará hija ―dijo Daniel.
Bernice continuó avanzando, abriéndose paso a empujones entre la gente, sólo para lograr llegar a al área de evacuación y mirar cómo, tras la puerta de una de las cápsulas, que empezaba a cerrarse, Daniel con Elena en sus brazos, quedaban en el interior del dispositivo, que se disponía a ser lanzado.
Apartada de su esposo e hija, Bernice, sintió un breve alivio al creer que pronto estarían a salvo, al dejar la estación, cuando repentinamente frente a sus ojos algo pareció arrancar un pedazo de la estación y con él, la totalidad del área de evacuación con sus cápsulas llenas de refugiados.
Un descomunal boquete estaba ahora frente a ella y como si de una gigantesca aspiradora se tratara, succionaba todo lo que le rodeaba, Bernice se aferró con sus manos al borde de la entrada de lo que fue el área de evacuación, mientras catres, contenedores, bidones de agua y personas eran tragados por el boquete, lentamente sus dedos empezaron a adormecerse y sentía que pronto se soltarían.
Tomo una larga inhalación del aire que violentamente se escapaba, y al ver hacia abajo en dirección de sus pies, pudo observar a través del boquete, como una gigantesca roca se aproximaba en dirección a donde ella estaba, entonces sus dedos se soltaron y salió expulsada de la estación al vació del espacio.
Mientras giraba sin control en el vacío, lo último que alcanzó a ver fue, como la roca que había visto antes, arrancaba otro pedazo de la estación espacial, mientras a la distancia, otra roca se alejaba, después de haber impactado justo en el área de evacuación y haberse llevado consigo la vida de su familia.
English
Refugees
Bernice looked down, her feet seemed to hang in front of the gigantic hole, through which everything was quickly sucked into the void of space. They were shaking as if they were two sad pieces of rag shaken by the wind. He tried to take in as much air as he could in his lungs in anticipation of what was to come, while through the hole, he could see how, amidst the debris and the bodies of dozens of people, floating into the blackness of space, a new meteor was approaching at full speed, amidst a terrifying silence.
Elena arrived running, dodging the feet and heads of the people lying on the infinite number of cots that crowded aisle 88 of the Pollux space station. Her white face, covered with stains of grease and dirt, seemed to shine before the lights of the corridor, in her right hand she was carrying a container of hot food, while hanging around her neck with a cord, she was swaying back and forth, a bottle of water.
-Mom, look what the army man gave me, -she said smiling, as she showed the container, which bore the logo of the Apollo expeditionary force and next to it the phrase, "Hot Package".
-Did you thank him? -asked Bernice, smiling at her little daughter.
-Yes, Mommy, the mister told me that soon we could return to the planet, that this would be over in a short time - said the little girl while she kept holding the container in front of her mommy.
-Yes dear, this will be over soon, -said Bernice, pressing her lips, while she took with her right hand the package her daughter was extending, while with her left hand she firmly and desperately pressed the hand of Daniel, who was sitting next to her-. We will soon return home, - she said, unconvinced by his words.
She opened the lid of the container and broke the vacuum seals, which kept the food separate from the water to rehydrate it, then pulled the cord that initiated the exothermic reaction, which had the effect of heating the contents of the package; she removed the set of cutlery, the napkins and the bag of dried fruits and nuts and then uncovered the aluminum container that contained the food. It was a turkey leg with a bright red sauce and a generous portion of pureed oats and vegetables, as well as green beans and carrots.
If she had been assured of this two months ago, she would never have believed how usual she would be made to prepare one of these hot army rations, much less that they would be the only thing she would eat for more than a month. Other than that, he was surprised at how well the soldiers were fed while in the field, he would never have guessed that these rations resembled home cooking so much.
-Come, dear, sit with Dad and eat while I take the sheets to wash, - she said, handing the already warm package to Daniel.
-You need to eat, Bernice, -said Daniel, as he took the package.
-Don't worry about me, just leave me some dried fruit- she said, picking up the clothes wrapped in a sheet that was next to the cot they were sitting on.
She walked down the hall, wiping the tears from her face, with the sleeve of the sweater which, along with all the clothes they now had, they had taken from a container when they arrived at the station, along with two sets of blankets for each, six hot packs and two gallons of water. That was the provision they were delivering to the refugees when they arrived in Pollux. In addition to the routine medical checkup.
As she entered the makeshift washing room, where about two dozen automatic washing machines had been precariously set up to serve the needs of the more than five hundred refugees who were located in this section of the station, she heard a sudden symphony of murmurs and screams coming from the corridor, dropped the bag made of sheets and returned to see what was happening, and then the sirens and attack alerts began to sound from the corridor speakers.
-Attack Alert! -a distorted voice could be heard exclaiming -Attack Alert!, please go to the nearest shelter area.
What area of refuge? Where can you take shelter in an already crowded space station? Many stood up, and ran to watch through the hatches what was happening, only to see hundreds of tiny lights followed by laser flashes from the planet, announcing the arrival of several squadrons of fighters from the rebels of Cepheus, who were firing in the direction of the battleship of the forces loyal to the Parliament that escorted the stations.
Many began to shout in alarm at what was happening, while some families huddled together, searching uselessly, amidst tears of fear, to take shelter with each other.
None of them had asked for this, their only wish was to stay away from the war that was going on on the planet, to run away from the catastrophe that had become their lives. But for the rebels, loyal to the parliament of Cepheus, there was no middle ground; anyone who fled from the planet and did not support them in their crusade was their enemy. Even if they were hundreds of thousands of civilian refugees.
Bernice tried to run back with Elena and Daniel, but people crowded in from both sides of the aisle prevented her from doing so.
-Attack alert! -Imminent impact! -the speakers started barking. -Get to the escape pods immediately.
After this warning, the hundreds of people in the corridors ran frantically and disorderly in the direction of the two nearest evacuation areas. Bernice, who was trying to return to her family, was suddenly out of breath, slammed against one of the walls of the corridor and trying to run against the stream of people trying to reach the capsules.
In the distance she saw Elena's body rise above the heads of the mass of people who were moving away from her towards another of the exits, Daniel was supposed to carry her over his shoulder.
-Elena! -she shouted in desperation.
The face of her daughter looked back and forth, looking for her in the middle of the crowd. -Mommy, -she shouted heartily. -Daddy, listen to Mommy, -she shouted to her daddy who was being carried by the crowd towards the emergency exit.
-She'll catch up with us, baby, -Daniel said.
Bernice continued advancing, pushing her way through the crowd, only to reach the evacuation area and watch as, behind the door of one of the capsules, which was beginning to close, Daniel with Elena in his arms, was left inside the device, which was about to be launched.
Separated from her husband and daughter, Bernice, she felt a brief relief in believing that they would soon be safe, as she left the station, when suddenly in front of her eyes something seemed to tear away a piece of the station and with it, the entire evacuation area with its capsules filled with refugees.
A huge hole was now in front of her and as if it were a gigantic vacuum cleaner, sucking up everything around it, Bernice held on with her hands to the edge of the entrance of what was the evacuation area, while cots, containers, water cans and people were swallowed by the hole, slowly her fingers began to numb and she felt that they would soon come loose.
She took a long breath of the violently escaping air, and as she looked down in the direction of her feet, she could see through the hole, how a gigantic rock was approaching in the direction of where she was, then her fingers let go and she was ejected from the station into the void of space.
As she spun uncontrollably in the void, the last thing she saw was, like the rock she had seen before, tearing off another piece of the space station, while in the distance, another rock was moving away, having impacted right in the evacuation area and taking her family's life with it.
Gracias a todos por visitar mi publicación, espero sus comentario y agradezco su apoyo, hasta la próxima
Thank you all for visiting my publication, I hope your comments and I appreciate your support, until next time
Impactante tu relato, ciertamente hoy día los refugiados tiene que vivir adversidades tan duras, que muchas veces sin algún apoyo, suelen superarlas.