Foto de Marek Piwnicki en Unsplash
El ignorante, si calla, será tenido por erudito, y pasará por sabio si no abre los labios.
The ignorant, if he is silent, will be considered learned, and will pass for wise if he does not open his lips.
— Salomón
E S P A Ñ O L
JURASANGRE
—¡No vuelvas al bosque!
Fue lo que le reveló el espejo a Minerva en el sueño, mucho antes de enterarse de aquella horrible verdad, pero solo lo tomó como un fruto de su imaginación, pues los sueños no son reales y sus interpretaciones son infinitas. Sin embargo, no podía apartar esa sensación de peligro que mordisqueaba su pecho.
Se hallaba entre los árboles, acompañado de luces etéreas. Vivía en el fondo de las lagunas, cubierto por fantasmales fuegos fatuos. Recitaba en las copas junto a las hojas, con un extraño aroma que solo pueden identificarlo las criaturas feéricas. Ellas rompían el silencio que alimentaba al bosque con malignas solemnidades.
Abrazada a su almohada, Minerva no podía dejar de pensar en la leyenda de «Las Jurasangre»; mujeres paganas en concordia con lo diabólico. Entre animadas risas y exagerados bailes, invocaban al fuego de Laal, quien viene a consumir el destino de este mundo apacible, el cual alimenta el odio de un demonio superior.
Minerva tuvo la visión de aquella llamarada, en donde eran arrojados los huesos y las carnes de bebes robados de Tristania, el fuego se incrementó y cobró vida con ojos furiosos, que arremetieron contra el rostro de Minerva. La pobre muchacha despertó liberando un desgarrador alarido, se levantó de su cama y comenzó a deambular en su habitación caminando de un lado a otro. Observó hacia afuera a través de la ventana y vio el pie del bosque, y el cuerpo de Minerva despidió un terror inevitable; un miedo que fue consumiéndola lentamente como una enfermedad.
Al día siguiente, intentó olvidar todo el asunto, pero era imposible, pues una conmoción dejó al pueblo estremecido por causa de un evento terrible: la fuente estaba rodeada de cuervos heridos, que gorgoteaban sangre de sus lesiones extrañas, mientras graznaban un débil sonido que los acercaba a la muerte.
—¡Qué horror! ¿Qué ha pasado? ¡Fueron ellas otra vez! —Exclamaba la gente asustada haciendo cruces con sus manos. Minerva reaccionó y volvió a la seguridad de su hogar despavorida. Tomó agua fresca de la cocina y se la echó en el rostro, estaba asustada por no poder evitar el horror que se avecinaba para ella.
Ella aún podía escuchar los gritos de las personas pidiendo auxilio a lo divino, suplicando que la noche nunca llegue a invadir los portales de sus casas. Los niños de San Jaín vivirían una oleada ineludible de destinos fatales, a menos que alguien fuera lo suficientemente valiente para detenerlo. Esos cuervos eran una marca; una advertencia de las Jurasangre que ahora vendrían por ellos, Minerva sentía que era la única que podía detener el maleficio, pues su sangre hervía y los secretos se elevaban en su mente hasta el punto de casi volverla loca.
Decidió desobedecer la advertencia del espejo en su sueño e investigar por su parte los fondos bajos de ese bosque; ese cubil de maldad que emana la fuerza de un aquelarre, que busca la sangre de los inocentes para alimentar la llegada de un mal mucho peor. La noche había llegado, las calles de San Jaín estaban cubiertas de sangre de cordero, pues se cree que es efectivo para alejar a los demonios y a las brujas.
Minerva, sigilosa, se asomó por una de las gargantas del bosque, y entró temerosa con una lámpara en su mano y un crucifijo, como únicos símbolos de protección. Caminó siguiendo el rastro de escarcha luminosa y aroma estupefaciente; señales de que una actividad sobrenatural actuaba en el lugar. Escuchó las risas de cientos de niños, al principio solo eran ecos casi perceptibles, pero luego se hicieron más diáfanos y estruendosos, provocando dolores en la cabeza de su visitante.
Vislumbró una gran luz en el fondo que la hizo detenerse. Ella, con los ojos desorbitados y el corazón a mil por hora, observó a unas sombras que bailaban alrededor de una enorme fogata, y estas tomaban forma hasta convertirse en mujeres, que sostenían báculos hechos de madera y otros de huesos. Cantaban en un idioma incomprensible, pero que su entonación iba en sintonía con los movimientos del fuego.
La fuerza inevitable del aquelarre atrajo a Minerva y la hizo casi suya. La mayor parte de su cuerpo anhelaba unirse a la danza, pero su otra parte contraria le suplicaba que huyera y que no mirara atrás. La voz infernal y profunda de una criatura poderosa tumbó la armonía del canto, e hizo que se elevara hasta las estrellas restos de la gran llamarada.
—¡He aquí a Laal, señor de la sangre! —Cantó el demonio con bravura—. ¡Acércate hija mía, mis conjuros te han traído a mi fiesta! ¡Entrégame tu voz y tu cuerpo, ya no tendrás que sentir más miedo en ese pútrido pueblo condenado! —Prometió a Minerva.
Ella seducida por el inmenso poder, comenzó a levitar y su cuerpo sintió una excitación extraña. Empezó a sonreír y a estremecerse, como si su cuerpo estuviera a punto de hacer el amor. Luego del ritual, todas las Jurasangre comenzaron a bailar otra vez.
—¡Eso es, hijas mías! ¡Bailen! ¡Esta noche beberemos la sangre de San Jaín! ¡Bailen! ¡Nos quedaremos con los deseos de los inocentes! ¡Bailen! ¡Bailen! —Y todas las brujas se empezaron a elevar navegando en un caudal siniestro de emociones. Minerva ya era parte, ya no sentía miedo, sino satisfacción; una sensación que debía alimentar con el horror de los demás.
FIN
E N G L I S H
THOROUGHBRED
-Don't go back to the forest!
That was what the mirror revealed to Minerva in the dream, long before she learned that horrible truth, but she only took it as a fruit of her imagination, for dreams are not real and their interpretations are infinite. However, he could not shake the feeling of danger that nibbled at his chest.
He was among the trees, accompanied by ethereal lights. He lived at the bottom of the lagoons, covered by ghostly, fatuous fires. He recited in the canopy of the leaves, with a strange scent that only the creatures of faith can identify. They broke the silence that fed the forest with evil solemnities.
Hugging her pillow, Minerva could not stop thinking about the legend of " The Thoroughbreds"; pagan women in concord with the diabolical. Between animated laughter and exaggerated dances, they invoked the fire of Laal, who comes to consume the destiny of this peaceful world, which feeds the hatred of a superior demon.
Minerva had the vision of that flame, where the bones and flesh of Tristania's stolen babies were thrown, the fire increased and came to life with furious eyes, which lashed out against Minerva's face. The poor girl awoke releasing a piercing scream, rose from her bed and began to wander in her room pacing back and forth. She looked out through the window and saw the foot of the forest, and Minerva's body gave off an inevitable terror; a fear that slowly consumed her like a disease.
The next day, she tried to forget the whole affair, but it was impossible, for a commotion left the town shaken by a terrible event: the fountain was surrounded by wounded crows, gurgling blood from their strange injuries, while cawing a faint sound that brought them nearer to death.
-What horror! What happened? It was them again! -cried the frightened people, making crosses with their hands. Minerva reacted and returned to the safety of her home in terror. She grabbed fresh water from the kitchen and splashed it on her face, she was frightened that she could not avoid the horror that was coming for her.
She could still hear the screams of people crying out to the divine for help, begging that the night would never invade the doorways of their homes. The children of St. Jain would live through an inescapable wave of fatal fates, unless someone was brave enough to stop it. Those ravens were a mark; a warning from the Thoroughbreds who would now come for them, Minerva felt she was the only one who could stop the evil spell, for her blood boiled and secrets rose in her mind to the point of nearly driving her mad.
She decided to disobey the warning of the mirror in her dream and investigate for herself the lower depths of that forest; that den of evil emanating the strength of a coven, seeking the blood of the innocent to fuel the arrival of a far worse evil. Night had come, the streets of St. Jain were covered with lamb's blood, for it is believed to be effective in warding off demons and witches.
Minerva, stealthily, peeked through one of the gorges of the forest, and fearfully entered with a lamp in her hand and a crucifix, as the only symbols of protection. She walked following the trail of luminous frost and stupefying aroma; signs that a supernatural activity was at work in the place. He heard the laughter of hundreds of children, at first they were only almost perceptible echoes, but then they became more diaphanous and thunderous, causing pains in his visitor's head.
She glimpsed a great light in the background that made her stop. With her eyes wide open and her heart racing, she watched shadows dancing around a huge bonfire, and these took shape until they became women, holding staffs made of wood and others of bones. They sang in an incomprehensible language, but their intonation was in tune with the movements of the fire.
The inevitable force of the coven attracted Minerva and made her almost its own. The greater part of her body longed to join in the dance, but her other opposing part begged her to flee and not look back. The deep, infernal voice of a mighty creature overthrew the harmony of the song, and caused it to rise to the stars the remnants of the great flare.
-Behold Laal, lord of blood! -Come near, my child, my spells have brought you to my feast! Give me your voice and your body, you will no longer have to feel fear in that putrid, doomed town! -He promised Minerva.
She, seduced by the immense power, began to levitate and her body felt a strange excitement. She began to smile and shudder, as if her body was about to make love. After the ritual, all the Thoroughbreds began to dance again.
-That's it, my daughters! Dance! Tonight we will drink the blood of Saint Jain! Dance! We will take the wishes of the innocent! Dance! Dance! Dance! -And all the witches began to rise, sailing in a sinister flow of emotions. Minerva was already part of it, she no longer felt fear, but satisfaction; a sensation that she had to feed with the horror of the others.
THE END
Escrito por @universoperdido. 15 de Junio del 2022
Written by @universoperdido. June 15, 2022
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It seems Minerva was already part of it after all, trying to run away from something we are part of can be either difficult, at first Minerva was afraid of the horror and the dance, it only means this were the missing part of that usually called her in whenever she is asleep.
It is certainly as you explain it my friend. Minerva was already marked and her resistance was futile. It was only a matter of time before she succumbed to her sisters.
Such a nice story 🤗
Que aventura la de minerva, entretenido e intrigante relato
Saludos
Gracias por leerme. Saludos.