Con este cuento estoy participando en el concurso de historias góticas, pero llevándolo al terreno latinoamericano, donde tomo elementos de suspenso y terror de un personaje tomado de las leyendas llaneras, así como de amores desquiciados en ambientes donde la naturaleza es parte relevante de la acción.
así rindo homenaje a esa gran autora de la literatura gótica , como lo fue y sigue siendo Ann Radcliffe. Espero lo disfruten.
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Leyenda
Cuando lo veía llegar, sentía que el aire cambiaba de olor, pero no era algo agradable y siempre esperaba sus palabras fuertes y luego el golpe que lo hacía caer, algo que no era difícil debido a su contextura delgada y débil
—¡Muchacho del carajo! siempre andas estorbando.
Le dio el manotazo y luego se fue a la cocina, agarró un litro de licor que empinó dejando caer un largo trago en su boca y se sacudió como un ave.
—¡Esto está rico, pero más rico estás tú, mi negra Carmina! dame un beso que tengo ganas de quererte.
Ella sonrió y se le fue encima, el muchacho todo lloroso se fue levantando y salió en silencio, mientras veía como las manos del hombre buscaban azoradas bajo la falda, luego solo escuchó mucho ruido, maldiciones, jadeos desencajados, no entendía aquello que sentía, que iba naciendo dentro, que lo invitaba como un animal hambriento.
Elio recordaba como su padre a cada rato le decía, que, por su culpa, su madre casi se muere
—Llegaste en mala hora muchacho.
—¿Por qué Ma-Jacinta? ¿Qué hice yo?
La tuvimos que llevar de emergencia al poblado, se lo dije a Zacarías, que como siempre estaba borracho y no entendía, me maldecía.
—¡Bruja del carajo! No sé por qué todos dicen que eres la mejor.
El muchacho venía de nalgas, lo primero que iba a mostrar al mundo era el trasero, pero se atoró y yo con todos los conjuros y oraciones, no podía hacer nada.
—¡Hay que ir al doctor o se nos muere la mujer!, —así le dije, cuando vi que le faltaba aire, lo que él me dijo, no te va a gustar.
—Jacinta, prefiero que se muera ese muchacho, pero a mi negra la quiero viva.
—¡Vamos a darle chimó para que aguante y vaya por las mulas! ¡Apúrese, que lo que viene es agua!
La casa del doctor estaba al otro lado del pueblo y el camino era malo, Zacarías improvisó una camilla con dos mulas, ahí amarramos a tu madre para que no se fuera a caer.
—¡Que me lleve el demonio si es necesario, pero mi negra no se puede morir!
Todo se puso negro, los vientos empezaron a soplar con fuerza arrastrando hojas y ramas de árboles, luego la lluvia no dejaba ver el camino, era lo que se llama una tormenta infernal.
—¿Y tú ibas con ellos Ma-Jacinta?
—Ese hombre me subió a una bestia y me dijo, usted va conmigo vieja bruja, usted es la que le va a explicar todo al doctor. La noche parecía apurada por entrar, si alguien nos hubiera visto podía decir que el demonio andaba suelto.
Cuando llegamos, casi le tumba la puerta al doctor, este salió asustado y lo primero que se consigue es con un loco borracho que le puso un cuchillo al cuello.
—¡Salve a mi negra o se muere doctor!
El hombre no le contesto nada, solo dijo, —¡tráigala y la coloca ahí sobre la mesa!
Preparó lo más rápido que pudo los instrumentos, el doctor me miraba y yo le veía el miedo en la cara, después me dijo en voz baja:
—Aquí me juego la vida Jacinta, ayúdeme que estoy solo, —me sonreí, muchas veces me había mandado a guindar en la plaza porque yo era adoradora del demonio; escupí chimó en el piso y sonreí.
—¡Vamos pues, haga lo que tenga que hacer!
La respiración de la negra Carmina era corta y sibilante.
—¡Dígale a ese hombre que vaya al otro lado! ¡que salga! me pone nervioso.
Zacarías lo oyó, sacó una botella de licor y se echó un trago, luego salió, dejando su amenaza latente.
—Salve a mi mujer o habrá tres muertos.
El doctor no entendió lo de los tres muertos, en su nerviosismo no encontró las tenazas y hundió sus manos en la vagina abierta para sacar el muchacho, lo fue trayendo en medio de un charco de sangre; un trueno retumbó en la casa ocultando un poco el grito desgarrador que huyó de la garganta de la negra Carmina, fue un grito para erizarle la piel al más pintado.
—¡Mierda! —dijo el hombre, sacó el cuchillo, pero se contuvo, luego se oyó al doctor que decía que ya había salido el muchacho, las gotas de la lluvia golpeaban el techo como si una manada de gatos libraran una batalla.
El doctor fue limpiando a la mujer bajo la mirada de Zacarías, ya Jacinta había cortado el cordón umbilical y trataba de hacer reaccionar al recién nacido; el hombre corrió para hundir su rostro en el de la negra, como para apagarle un poco el dolor, afuera la lluvia y el viento batían la noche.
—Ese muchacho no quiere llorar, —dijo el doctor.
—¡Pues que se muera! —dijo el hombre, mientras acariciaba el rostro de la negra Carmina que se contorsionaba del dolor.
—¡Péguele unas buenas nalgadas! Si no llora se lo pueden llevar los espíritus malignos y esta noche deben andar en desbandada, —dijo el doctor y se persignó repetidamente, Jacinta lo miró y sonrió.
—¡No importa si se muere! —dijo Zacarías, —Mi negra y yo hacemos otro, ¿verdad cariño?
La luz de los relámpagos entraba, destellando su luz sobre aquella escena dantesca, cuando el llanto del niño irrumpió.
—¡Este muchacho quiere vivir! —dijo Jacinta.
—Así es Jacinta, pero escogió una mala noche para nacer. —dijo el doctor.
—Por mí, que se muera, —volvió a repetir el hombre.
Elio, que así fue nombrado, crecía bajo los cuidados de Jacinta, ya que sus padres se desentendieron, él, vagaba solo por los alrededores del pueblo y era motivo de burla de los muchachos cuando lo veían, por su contextura flaca y alargada, por eso prefería andar solo y vagar entre los esteros, bañarse en las lagunas y trataba de imitar el canto de los pájaros, cazar animales para alimentarse y llevar parte a casa de sus padres y a Jacinta.
Por lo menos sirves para algo, —decía el hombre, que nunca le daba muestras de cariño, solo golpes y maltratos verbales recibía de su parte, sin embargo, Elio sentía que esa era la manera de quererlo.
—A ti no se te quita lo jipato muchacho y esa barriga no se te baja con nada, te he dado todas las yerbas conocidas y no se baja.
—Eso no importa Ma-Jacinta, yo igual te quiero.
Jacinta lo veía cuando salía de caza, era un muchacho muy alto y flaco, oía sus silbidos perderse entre los rastrojos y por eso, los muchachos del pueblo lo apodaron el silbón.
—¡Ay muchacho! naciste en mala hora.
Estaba sentado con Jacinta cuando llegó Zacarías, venía enojado y le reclamó por qué no había llevado nada de comida a la casa, empezó a golpearlo y Jacinta se metió a defenderlo.
—¡Vieja bruja, tú también me vas a llevar la contraria! ¡Ahora sabrás lo que es bueno!
—¡No le hagas nada papá!
—¡No soy tu padre muchacho del carajo! tú eres hijo del diablo y por culpa de esta bruja que te ayudó a salir, sigues viviendo.
La golpeó tanto que Jacinta cayó y le siguió dando con los pies hasta que se cansó y se fue.
—¡Ma-Jacinta! ¡Ma- Jacinta! —gritaba Elio, sin saber qué hacer.
—Hijo, naciste en mala hora y ya no voy a poder defenderte.
Se quedó mirándolo, con la vista fija, pero sin mirar a nadie. Elio dejó escapar un grito desgarrador que el viento agarró y lo fue llevando por los caminos, el cielo oscureció de repente y los relámpagos tejían rayos en el horizonte anunciando la tormenta. Levantó el cadáver de Jacinta y lo acostó en su catre, salió enfurecido en medio del torrencial aguacero.
La negra Carmina abrió la puerta ante la cantidad de golpes que se oían, al ver aquel hombre enardecido, creyó que el demonio había llegado y gritó, pero esa figura sombría, apagó el grito, salpicando de sangre las paredes, Zacarías salió y vio a su negra tirada en el piso, sacó su cuchillo y se le fue encima, pero en la mano de esa sombra brilló una hoja llevada por el viento que le cortó el cuello.
—¡Ma-Jacinta, no sé qué es esto que me está naciendo por dentro.
Huyó de aquel lugar llevando los cuerpos picados en un saco para tirarlo en los esteros y se los comieran los bichos.
Después de la tormenta la noticia se corrió y decidieron buscar al asesino para ajusticiarlo, reunieron varios perros para perseguirlo, lo buscaron por todos lados, en los esteros, en las zonas boscosas, en medio de la sabana y solo llegaron a oír silbidos y muchos ladridos que se dispersaban con el viento.
—Se lo debe haber llevado el diablo, —dijo uno de los arrieros.
Desde aquel día los pobladores oían silbidos y gritos desgarradores, por ese motivo las calles se mantenían solas y silenciosas y solo algunos borrachos se aventuraban para mostrar una valentía que se esfumaba cuando un silbido se dejaba oír.
—Ma-Jacinta, ahí viene uno, algo me dice cosas por dentro, me invita como un animal hambriento, ¡ahí viene uno, Ma-Jacinta! lo siento por él.
With this story I am participating in the Gothic story contest, but taking it to the Latin American terrain, where I take elements of suspense and terror from a character taken from the plains legends, as well as crazy loves in environments where nature is a relevant part of the action. .
Thus I pay homage to that great author of Gothic literature, as Ann Radcliffe was and continues to be. I hope you enjoy it.
Legend
When I saw him coming, I felt the air change its smell, but it was not pleasant and I always waited for his strong words and then the blow that made him fall, something that was not difficult due to his thin and weak frame.
—You fucking kid! You're always getting in the way.
He slapped him and then went to the kitchen, grabbed a litre of liquor which he poured a long drink into his mouth and shook himself like a bird.
—This is good, but you're even better, my black Carmina! Give me a kiss, I want to love you.
She smiled and went on top of him, the boy, all tearful, got up and went out in silence, while he saw how the man's hands searched under her skirt, then he only heard a lot of noise, curses, unhinged gasps, he didn't understand what he felt, what was growing inside him, what was inviting him like a hungry animal.
Elio remembered how his father kept telling him that, because of him, his mother had almost died.
—You came at the wrong time, boy.
—Why Ma-Jacinta? What did I do?
We had to take her to the village as an emergency, I told Zacharias, who was always drunk and didn't understand, and he cursed me.
—He said, "You fucking witch! I don't know why everyone says you're the best.
The boy came in breech, the first thing he was going to show the world was his ass, but it got stuck and with all the incantations and prayers, I couldn't do anything.
—We have to go to the doctor or the woman will die," I told him, when I saw that he was short of breath, which he told me, you won't like it.
—Jacinta, I'd rather that boy die, but I want my black woman alive.
—Let's give him some chimó so he can hold on and go get the mules! Hurry up, what's coming is water!
The doctor's house was on the other side of town and the road was bad, Zacharias improvised a stretcher with two mules, and we tied your mother up there so she wouldn't fall.
—May the devil take me if necessary, but my black woman can't die!
Everything went black, the winds began to blow with force, dragging leaves and tree branches, then the rain made it impossible to see the road, it was what is called an infernal storm.
—And you were with them, Ma-Jacinta?
—That man put me on a beast and told me, you go with me, old witch, you're the one who's going to explain everything to the doctor. The night seemed to be rushing in, if anyone had seen us they could tell that the devil was on the loose.
When we arrived, he almost knocked down the doctor's door, he came out scared and the first thing he met was a drunken madman who put a knife to his neck.
—Save my black woman or you die, doctor!
The man didn't answer him anything, he just said, —Bring her and put her there on the table!
He prepared the instruments as fast as he could, the doctor looked at me and I could see the fear in his face, then he said to me in a low voice:
—I'm playing for my life here, Jacinta, help me, I'm on my own,
I smiled, he had often sent me to hang in the square because I was a devil worshipper; I spat on the floor and smiled.
—Come on then, do what you have to do!
Black Carmina's breathing was short and wheezy.
—Tell that man to go to the other side! Come out! he makes me nervous.
Zacharias heard him, took out a bottle of liquor and took a swig, then went out, leaving his threat latent.
—Save my wife or there will be three dead.
The doctor didn't understand about the three dead, in his nervousness he didn't find the pliers and plunged his hands into the open vagina to pull out the boy, he brought him out in the middle of a pool of blood; a thunder rumbled in the house hiding a little the heart-rending scream that escaped from the throat of the black Carmina, it was a scream to make the skin of the most painted person bristle.
—Shit! —said the man, pulled out the knife, but held back, then the doctor could be heard saying that the boy had already been born, the raindrops were hitting the roof as if a herd of cats were fighting a battle.
Jacinta had already cut the umbilical cord and was trying to get the new-born baby to react; the man ran to plunge his face into the black woman's, as if to dull her pain a little, while outside the rain and the wind were beating against the night.
—The boy won't cry, —said the doctor.
—Then let him die! —said the man, as he caressed the face of the black Carmina, who was writhing in pain.
—Give him a good spanking! If she doesn't cry, the evil spirits may take her away, and tonight they must be on the loose, —said the doctor, and he made the sign of the cross repeatedly, Jacinta looked at him and smiled.
—It doesn't matter if he dies! —said Zacharias, —My nigger and I will make another one, won't we, darling?
The lightning was coming in, flashing its light on that Dantesque scene, when the child's cry broke in.
—This boy wants to live! —said Jacinta.
—That's right, Jacinta, but he chose a bad night to be born. —said the doctor.
—Let him die for all I care, —repeated the man.
Elio, as he was called, grew up under Jacinta's care, since his parents had given up on him. He wandered alone around the village and was teased by the boys when they saw him, because of his skinny, elongated build, so he preferred to be alone and wander among the marshes, bathe in the lagoons and try to imitate the singing of the birds, hunt animals for food and take some home to his parents and to Jacinta.
At least you're good for something, —said the man, who never showed him any affection, only beatings and verbal abuse, but Elio felt that this was the way to love him.
—I've given you every herb I've ever known and it won't go down.
—That doesn't matter, Ma-Jacinta, I love you just the same.
Jacinta used to see him when he went out hunting. He was a very tall, skinny boy, and she could hear his whistles getting lost in the stubble, which is why the boys in the village nicknamed him the whistler.
—Oh boy, you were born at the wrong time.
He was sitting with Jacinta when Zacharias arrived. He was angry and complained to Elio why he hadn't brought food to the house, he hit him and Jacinta jumped in to defend him.
—You old witch, you're going to antagonise me too! Now you'll know what's good for you!
—Don't do anything to him, Dad!
—I'm not your father, you're the son of the devil, and it's because of this witch who helped you out that you're still alive.
He hit her so hard that Jacinta fell down and kept hitting her with his feet until he got tired and left.
—Ma-Jacinta! Ma-Jacinta! —cried Elio, not knowing what to do.
—Son, you were born at the wrong time, and I won't be able to defend you any more.
She stared at him, her eyes fixed on him, but without looking at anyone. Elio let out a piercing cry that the wind caught and carried him along the roads, the sky suddenly darkened and lightning flashed on the horizon, heralding the storm. He lifted Jacinta's corpse and laid it on his cot and stormed out into the torrential downpour.
The black woman Carmina opened the door at the sound of the pounding, when she saw that man in a rage, she thought the devil had arrived and screamed, but that shadowy figure extinguished the scream, splashing blood on the walls, Zacharias came out and saw his black woman lying on the floor,
He took out his knife and went at her, but from the hand of that shadowy figure shone a blade carried by the wind that cut her throat.
—Ma-Jacinta, I don't know what this is that's growing inside me!
He fled from that place carrying the chopped up bodies in a sack to be thrown into the marshes to be eaten by the bugs.
After the storm the news spread and they decided to look for the murderer to execute him, they gathered several dogs to chase him, they looked for him everywhere, in the marshes, in the wooded areas, in the middle of the savannah and they only heard whistles and many barks that were dispersed with the wind.
—The devil must have taken him, — said one of the muleteers.
From that day on, the villagers heard whistles and piercing cries, and for that reason the streets were lonely and silent, and only a few drunks ventured out to show a bravery that vanished when a whistle was heard.
—Ma-Jacinta, here comes one, something tells me things inside, it invites me like a hungry animal, here comes one, Ma-Jacinta! I feel sorry for him.
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