Yo me comí un pedacito de Cristo. Sí, porque según el padre Francisco esa cosa blanca y redonda es el cuerpo del Hijo de Dios. Veía a la gente comérselo casi todos los días y sentí curiosidad. Nunca resistí la curiosidad. El padre Francisco me lo explicó, abrecartas en mano, rompiendo sobres llenos de dinero. Dijo que yo no podía comerlo ni probar su sangre -porque lo de la copa es vino, pero es sangre-, que son cosas que un niño de siete años no comprende. Me dejaron solo al lado de un pomo de cristal lleno de pedacitos de Cristo. No pude aguantar la curiosidad: destapé el pomo, cogí uno y me lo comí. Debo estar enfermo, porque me pareció que sabe a pan viejo. No sé qué irá a pasar si alguna vez descubren que falta un pedacito de Cristo. ¿Cuando lo armen le faltará un dedo o algo así? Si alguien me pregunta, diré que se lo robaron por la ventana rota.
El Padre Francisco decía que existe Dios, que es poderoso. Antes me lo habían dicho, pero me gustaba como él lo decía. Era bueno el Padre Francisco, hubiera querido que de verdad fuera mi padre. Eso, hasta el día que me miró y me tocó de forma extraña, y yo me sentí culpable, tuve las sensaciones que siento en el baño cuando mi abuela me sorprende haciendo cosas que no le gustan. Me asusté, escapé de sus manos con olor a incienso. Ya no me gusta el incienso.
Vi una película una vez, no recuerdo cómo se llama pero en ella matan a un señor que parece una mujer. Un maricón, dice Luisito mi primo. Luisito es el héroe del barrio, todos se le quieren parecer. Es el que más corre, el que mejor trepa en las azoteas, sabe tirar patadas. Me lleva ocho años, y estuvo ahí desde siempre, que yo recuerde. Un maricón es un hombre al que le gustan los hombres. Me dice riéndose: tú eres maricón… es mentira, a mí me gusta Amelia, no los hombres.
No sé por qué me acordé del Padre Francisco.
(…)
Vinieron los amigos de papá. Me presenta: este es mi hijo, que es como decir yo pero chiquito. Me dio a probar vino. Ahora que me acuerdo, le pregunto: ¿será este vino la sangre de Cristo? Mi papá se caga en Cristo. Está borracho y sigue hablando: me cago en Dios y en los curas, que no son hijos de Dios sino del diablo. Me cago en todo. Yo me voy y lo dejo cagándose en los soviéticos, en el socialismo, en la corriente que no acaba de llegar. Lo que oí me hizo pensar. Si soy hijo de mi padre, entonces… ¿yo soy mi padre?
(…)
Hay dos señoras paradas en la esquina. Hablan en voz baja de Dios, de mi primo Luisito, del Padre Francisco. No me ven, estoy en el rincón de jugar al escondido. Mencionan la palabra maricón, dicen cosas muy extrañas. Allí lo entendí todo. Luisito me dice maricón, el padre me dice eres un hombrecito, mi papá dice la sangre del diablo es la mejor. Yo soy mi padre, luego el Padre Francisco es el diablo.
Abandoné el juego. No siento rabia, sino curiosidad. Nunca resistí la curiosidad. Entré por la ventana rota y esperé un momento, estaba oscuro. Aún está oscuro. Las iglesias se ven más grandes en la oscuridad. Parece que el tiempo no pasa: veo el pomo con los pedacitos de Cristo en el lugar de siempre. Sé donde está el abrecartas, lo cojo y hago ruido a propósito. Sé que el Padre Francisco va a venir. Siempre viene. Todos los pedacitos de Cristo del pomo me miran. En silencio les pido perdón y me escondo, abrecartas en mano. Lo espero.
Ahora sé que no estaba enfermo: el Hijo de Dios sabe a pan viejo porque le falta la sangre del diablo.
I ate a little piece of Christ. Yes, because according to Father Francisco that round white thing is the body of the Son of God. I saw people eating it almost every day and I was curious. I never resisted curiosity. Father Francisco explained it to me, letter opener in hand, tearing open envelopes full of money. He said that I could not eat it or taste its blood -because what is in the glass is wine, but it is blood-, which are things that a seven-year-old boy does not understand. They left me alone next to a glass doorknob full of bits of Christ. I couldn't resist my curiosity: I uncovered the knob, took one and ate it. I must be sick, because I thought it tastes like old bread. I don't know what will happen if they ever discover that a little piece of Christ is missing. When they put it together, will it be missing a finger or something? If anyone asks me, I'll say it was stolen through the broken window.
Father Francisco used to say that God exists, that he is powerful. They had told me before, but I liked the way he said it. Father Francisco was good, I would have wanted him to really be my father. That, until the day he looked at me and touched me strangely, and I felt guilty, I had the sensations I feel in the bathroom when my grandmother surprises me doing things she doesn't like. I got scared, I escaped from his hands with the smell of incense. I don't like incense anymore.
I saw a movie once, I don't remember what it's called but in it they kill a man who looks like a woman. A fagot, says my cousin Luisito. Luisito is the hero of the neighborhood, everyone wants to look like him. He is the one who runs the most, the one who climbs the best on the roofs, he knows how to throw kicks. He's eight years older than me, and he's been there forever, since I can remember. A fagot is a man who likes other men. He tells me laughing: you're a fagot... it's a lie, I like Amelia, not men.
I don't know why I remembered Father Francisco.
(...)
Dad's friends came. He introduces me: this is my son, which is like saying myself, but smaller. He gave me wine. Now that I remember, I ask him: could this wine be the blood of Christ? My dad shits on Christ. He's drunk and he keeps talking: I shit on God and on the priests, who are not children of God but of the devil. I shit on everything. I leave him, and he keeps shitting on the Soviets, socialism, the missing electricity. What I heard made me think. If I am my father's son, then… am I my father?
(...)
There are two ladies standing on the corner. They speak in low voices about God, about my cousin Luisito, about Father Francisco. They don't see me, I'm in the corner to play hide and seek. They mention the word fagot, they say very strange things. Hiding there I understood everything. Luisito calls me a fagot, Father Francisco tells me you are a little man, my father says the blood of the devil is the best. I am my father, therefore Father Francisco is the devil.
I quit the game. I'm not angry, just curious. I never resisted curiosity. I went in through the broken window and waited a moment, it was dark. It's still dark. Churches look bigger in the dark. It seems that time does not pass: I see the doorknob with the little pieces of Christ in the usual place. I know where the letter opener is, I pick it up and make a noise on purpose. I know that Father Francisco is going to come. Always come. All the bits of Christ on the doorknob look at me. I silently apologize and hide, letter opener in hand. I hope so.
Now I know he wasn't sick: the Son of God tastes like old bread because he lacks the devil's blood.
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Me gusta mucho tu escrito, da mucho a la imaginación y alguna que otra cruel realidad. Me ha encantado leerte. ¡Saludos! @kelday666
@rakel1406 gracias por tu lindo comentario, agradecería rebloguearas el post. Saludos y bendiciones!!