El silencio predominante de aquellas calles vacías propiciaba ese caos en su mente contra el cual desde hace mucho había perdido la guerra, sintiendo la desesperanza con cada uno de sus pasos sin rumbo. Del pueblo donde había crecido quedaban nada más escombros, un vago recuerdo de un lugar próspero y lleno de vida, conceptos extraños que no podían ser utilizados para describir lo que se mostraba ante la mirada de los valientes que todavía se atrevían a pasar por la zona, donde lo único que sí abundaba era los bandidos. A veces pensaba que solamente quedaba ella, pero aun así, su mano de manera inconsciente se aferraba a su espada, su fiel compañera que aunque había visto mejores días, le había salvado en muchas oportunidades.

Sabía que no debería seguir allí, pero ¿a dónde ir si su hogar había sido destruido, y su familia masacrada junto con este injustamente? Los soldados del Rey Federico IV habían acabado con todo a su paso en nombre de la corona, jamás habían mencionado las razones, los habitantes de Granwond se encontraban como unos perseguidos, por esa razón si había alguien más allí no lo vería, escondidos con miedo a que fuesen descubiertos por algún soldado de guardia. Tres veces al día los veía pasear, atravesaban el pueblo de punta a punta revisando las ruinas con una marcha que gritaba muerte… una que reconocería sin dudas donde quiera que fuese, para su desgracia, justo la que estaba escuchando ahora.

— ¡Sabemos que estás allí, pequeña rata asquerosa!

En un movimiento rápido se metió en un callón oscuro y puso la espalda contra una pared, sentía el acelerado golpeteo de su corazón como si quisiera salírsele del pecho, pensando que quizá se estaban refiriendo a ella, que después de todo su esfuerzo habían conseguido descubrirla. El estruendo de algo cayéndose la sobresaltó de tal manera que casi deja escapar un grito, sin embargo, pudo cubrirse la boca usando ambas manos lo suficientemente rápido como para que se escuchara un suave murmullo que se perdió entre los gritos de los soldados, distinguiéndose algunos improperios. Una sensación de confusión la inundó cuando se dio cuenta de que el problema no había sido a causa de ella, sino de otra persona que ahora pedía clemencia.

— No, no, no me maten, ¡no he hecho nada malo!

— ¡Cállate! Ustedes ratas asquerosas son una creación del demonio, no dejaremos que tomen la corona.

— Por favor, soy un campesino, me familia ha cultivado los campos de trigo por mucho tiempo y siempre hemos pagado nuestros impuestos a la corona.

La voz quebrada del hombre transmitía la desesperación que tenía por intentar salvar su vida de las manos de aquellos sanguinarios que sin querer escucharle empezaron a darle golpes y patadas mientras este se encontraba indefenso en el suelo, los quejidos de dolor aumentando con el paso de los segundos, carcomiéndole la consciencia pues ella estaba escondida sin hacer nada, con una persona pidiendo auxilio a unos cuantos metros… no se salvaría si nadie lo ayudaba a escaparse de ese cruel destino. Dando un paso al frente con sus piernas temblorosas, apretó la empuñadura de su espada y salió del callejón que hasta ahora le había brindado la seguridad suficiente para pasar desapercibida, alzando su mentón en un intento por mostrarse fuerte.

— Dejen a ese hombre en paz. —Dijo, su voz tan débil que ninguno pudo escucharla, de manera que necesitó hacerlo de nuevo, esta vez con un grito— ¡Dejen a ese hombre en paz!

Sorprendidos por la repentina aparición, los soldados se giraron en dirección del grito, deteniendo sus ataques. Después de un momento de silencio, todos comenzaron a reírse a carcajadas, algunos desenfundando sus espadas y empezando a caminar directo hacia ella lentamente, obligándola a irse alejando paso tras paso a medida de que ellos querían acortar la distancia entre ambos. Las alarmas de peligro le pedían correr inmediatamente lejos de allí, pero habían lastimado tanto al hombre que este se encontraba tendido en el suelo sin poder levantarse, sangre corriendo por su rostro, por lo que si su cometido iba a ser tratar de salvarle la vida, ahora tenía que hacerle frente a la situación por completo y luchar contra cuatro soldados por ella misma.

— Pero mira a quién tenemos acá, una linda señorita. —Comentó uno, burlón.

— Si se me acercan voy a… voy a… —tartamudeando, se apresuró en desenfundar su espada en un torpe movimiento— matarlos.

De nuevo, una ronda de risas por parte de los soldados inundó el sitio.

— Vamos a ver si es cierto.

No había sido preparada para sobrevivir, su vida hasta el momento en que los soldados del Rey, había acabado con todo a su paso se resumía en aprender el oficio de la familia, la herrería. Es por ello que cuando sus atacantes se fueron sobre ella al mismo tiempo su cuerpo simplemente se volvió a quedar inmóvil y su mente en blanco, quedándose como una estatua para recibir los golpes que vaya que le llegaron con rapidez. Recibió uno en su pómulo derecho que la mandó al suelo con fuerza, despertándola al mismo tiempo de su letargo para intentar defenderse con un débil movimiento de la espada que, de igual manera consiguió su cometido, proporcionarle algo de espacio y tiempo para levantarse. Esa sería su única oportunidad de hacer algo.

Movía su espada de un lado a otro sin sentido, luchar contra animales salvajes nunca se iba a poder comparar con la habilidad de una persona armada, pero ¿eso era importante? La opción de huir se había esfumado en el instante en que se había hecho notar, estaba allí en frente de esos hombres porque su honor no le permitía taparse los ojos antes una injusticia que acabaría con la vida de un inocente, no para demostrar sus habilidades con la espada, claramente inexistentes. Pero eso debía ser su fuerte, porque ellos sabían que no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo, la subestimaban burlándose de ella no tomándola en serio, ni siquiera habían intentado usar sus espadas… se descuidarían y su momento de atacar llegaría.

Cuando uno de ellos hizo el intento de quitarle la espada con las manos descubiertas se movió hacia al frente con un paso, la espada apuntando directo hacia los ojos, siendo el único lugar que podía identificar como vulnerable con toda la armadura que llevaba. La reacción del soldado fue echarse para atrás rápidamente al advertir qué era lo que ella quería hacer, cayendo al suelo sentado al no poder coordinar correctamente sus pies por su movimiento repentino. Los demás alzaron sus espadas mientras lo rodeaban para así evitar que quedara desprotegido, uno de estos se detuvo a brindarle una mano con la que se pudiera levantar con mayor facilidad, aunque se notaba que había quedado aturdido, sus cejas alzadas y ojos saltones denotando todavía sorpresa.

— ¿Cómo te atreves a atacar a los soldados del Rey? —Gritó enardecido— ¡Eres una insolente!

— Ustedes son los que vinieron aquí a matarnos a todos cuando no hemos hecho nada que merezca semejante castigo.

— Por órdenes del Rey...

No soportándolo más, ella lo interrumpió.

— Me importa una mierda lo que diga el Rey, díganle a su Rey que si nos quiere a todos los de Granwond muertos, que venga a matarnos con sus propias manos.

— ¡Te vamos a enseñar a respetar al Rey!

Sí, puede que haberlo insultado no hubiese sido la mejor estrategia pero se había sentido demasiado bien como para lamentarse. Lo que no se sentía nada bien era recibir ataques de todas las direcciones, hasta el punto en que hacerse para atrás no era suficiente, cada una de las cortadas provocadas por las hojas de las espadas de sus atacantes doliéndole como nunca había imaginado, la sangre comenzando a salir por todos lados, tiñendo su ropa con carmesí. Ante un corte justo en la mano con la que tomaba su espada, esta se cayó en el suelo con el estruendo del metal golpeando el empedrado, uno que se volvió nada ante su grito de dolor cuando una de las espadas le atravesó el dorsal cortando todo a su paso hasta aparecer por el otro lado.

Dolía tanto que le costaba respirar, su cuerpo sucumbiendo ante la herida para dejarse ir libre contra la primera superficie que encontrara, quedando sentada en el suelo mientras su espalda se recostaba de una pared. La mirada de sus oponentes podía decirle todo lo que esperar como resultado de ese encuentro, morir sería un regalo comparado con eso a lo que la someterían, humillación y tortura durante quién sabe cuánto tiempo, eso si ella se permitía morir sin pelear. Gritando con lo que le quedaba de fuerza se levantó de una sola vez, dispuesta a írsele encima a uno de los soldados sin importarle que sus manos se encontraran desnudas desde que había perdido su espada, y justo cuando este estaba a un segundo de estocarle el corazón, una fuerte luz comenzó a salirle de allí.

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Cegados por el imponente resplandor, fueron impactados por una onda de poder que los mandó volando varios metros hacia atrás, incluso ella se vio afectada al volver a quedar recostada de la pared donde había estado segundos atrás en un fuerte golpe. La calidez y familiaridad de aquella luz le hacían sentirse extrañamente como si estuviese en su casa, lágrimas brotando de sus ojos mientras estos se acostumbraban al ambiente que ya había regresado a la normalidad, la luz de su pecho esfumándose en un cúmulo de chispas que intentó atrapar, no queriendo que desaparecieran. Fue allí, mirando esa mano extendida en el aire que notó la ausencia del corte que le había hecho el soldado, no siendo este el único que había desaparecido, sino también los demás. No tenía ni un rasguño.

Los soldados que antes se encontraban intentando matarla ahora estaban inmóviles, uno de ellos sangrando por la cabeza, probablemente al golpearse contra algo cuando cayó al suelo, pero no podía decir si estaban muertos, tampoco le interesaba averiguarlo, porque su mente solamente podía concentrarse en salir de allí lo más rápido que pudiera. Tomó su espada del suelo y caminó hacia donde se encontraba el hombre malogrado, quien no dejaba de temblar sin quitarle la mirada de encima, asombrado. Cuando le ofreció darle la mano para ayudarlo a levantarse, este comenzó a balbucear palabras que no entendía en lo absoluto, mostrándose visiblemente contrariado sobre lo que acababa de pasar, sin embargo, aceptó su mano, abrazándola apenas pudo colocarse en pie.

— ¡Tú! ¡Gracias al cielo, eres tú, eres una de ellos! —Sollozó este en su hombro.

Ella se limitó a darle un par de palmadas en la espalda, pensando que probablemente se sentía feliz por haber salido con vida de una situación tan complicada, pero se sentía de lo más extraño estar consolando a un completo desconocido, así que decidió separársele con delicadeza, tomando las manos del hombre entre las suyas para darle un apretón que suponía el final de aquella interacción... al menos así lo veía ella. Una perspectiva muy diferente tenía su acompañante, quien todavía entusiasmado, no soltó el agarre, mirando directo a sus ojos con una ilusión que no había visto en mucho tiempo, y no comprendía las razones por las que podría estársela dedicando a ella, más allá de que hubiese sido su salvadora.

— Pensé que no quedaba ninguno de ustedes, pero ¡estás aquí conmigo!

— ¿Quedar ninguno de quiénes? No estoy entendiendo nada. Más importante, ¿a dónde lo llevo? Está herido, no puede caminar por sí mismo.

— ¡Eso no importa! ¿No sabes quién eres?

— Mi nombre es Maud, mis padres eran los herreros del pueblo, Roman y Davinia.

— ¿Y no sabes quiénes eran ellos? —Preguntó en un murmullo.

— ¿Mis padres? No sé de qué me habla, ¿está usted bien?

Quedándose en silencio, este pareció pensar su respuesta con detenimiento.

— Hay algo que necesitas saber sobre tus padres pero este no es el lugar adecuado para hablar. Esta información es solamente para habitantes de Granwond.

Después de eso, no pudo evitar pensar qué estaba pasando.

The prevailing silence of those empty streets fostered that chaos in his mind against which he had long since lost the war, feeling the hopelessness with each of his aimless steps. Of the town where she had grown up there was nothing left but rubble, a vague memory of a prosperous place full of life, strange concepts that could not be used to describe what appeared before the eyes of the brave who still dared to pass through the area, where the only thing that abounded was the bandits. Sometimes she thought that only she was left, but even so, her hand unconsciously clung to her sword, her faithful companion that although it had seen better days, had saved her on many occasions.

She knew she should no longer be there, but where to go if her home had been destroyed, and her family slaughtered along with it unjustly? The soldiers of King Frederick IV had destroyed everything in their path in the name of the crown, they had never mentioned the reasons, the inhabitants of Granwond were persecuted, for that reason if there was anyone else there they would not be seen, hiding in fear that they would be discovered by a soldier on guard. Three times a day he saw them walking, they crossed the town from end to end checking the ruins with a march that screamed death... one that he would recognize without a doubt wherever he went, to his misfortune, just the one he was listening to now.

“We know you're there, you filthy little rat!”

In one swift movement she ducked into a dark alley and put her back against a wall, feeling the accelerated pounding of her heart as if it wanted to burst out of her chest, thinking that perhaps they were referring to her, that after all her effort they had managed to discover her. The sound of something falling startled her so much that she almost let out a scream, however, she was able to cover her mouth using both hands fast enough to hear a soft murmur that was lost among the shouts of the soldiers, distinguishing some expletives. A sense of confusion washed over her as she realized that the trouble had not been caused by her, but by someone else who was now begging for mercy.

“No, no, don't kill me, I haven't done anything wrong!”

“Shut up! You filthy rats are a creation of the devil, we won't let you take the crown.”

“Please, I am a farmer, my family has farmed the wheat fields for a long time and we have always paid our taxes to the crown.”

The man's broken voice transmitted the desperation he had to try to save his life from the hands of those bloodthirsty men who without wanting to listen to him began to hit and kick him while he was helpless on the ground, the moans of pain increasing as the seconds passed, eating away at his conscience because she was hiding without doing anything, with a person asking for help a few meters away... he would not be saved if no one helped him to escape from that cruel fate. Taking a step forward with trembling legs, she tightened the grip of her sword and stepped out of the alley that until now had given her enough security to go unnoticed, raising her chin in an attempt to show herself strong.

“Leave that man alone.” She said, her voice so weak that no one could hear her, so she needed to do it again, this time with a shout. “Leave the man alone!”

Surprised by the sudden appearance, the soldiers turned in the direction of the shout, stopping their attacks. After a moment of silence, they all began to laugh loudly, some drawing their swords and starting to walk straight towards her slowly, forcing her to move away step by step as they wanted to close the distance between them. The danger alarms asked her to immediately run away from there, but they had hurt the man so much that he was lying on the ground unable to get up, blood running down his face, so if her task was going to be to try to save his life, now she had to face the situation completely and fight against four soldiers for herself.

“But look who we have here, a pretty lady.” Commented one of them, mocking.

“If they come near me I'll... I'll...” Stammering, she hastily drew her sword in a clumsy movement “Kill you”

Again, a round of laughter from the soldiers flooded the place.

“Let's see if it's true.”

She had not been prepared to survive, her life until the moment when the King's soldiers, had finished with everything in their path was summarized in learning the family trade, blacksmithing. That is why when her attackers went upon her at the same time her body simply became motionless again and her mind blank, standing like a statue to receive the blows which boy howdy they came swiftly. She received one in her right cheekbone that sent her to the ground with force, waking her up at the same time from her lethargy to try to defend herself with a weak movement of the sword that, in the same way achieved its purpose, giving her some space and time to get up. That would be her only chance to do something.

He swung his sword back and forth pointlessly, fighting wild animals was never going to compare to the skill of an armed person, but was that important? The option to flee had vanished the instant he had made himself noticed, he was there in front of those men because his honor did not allow him to cover his eyes before an injustice that would end the life of an innocent, not to demonstrate his skills with the sword, clearly nonexistent. But that had to be her forte, because they knew she had no idea what she was doing, they underestimated her, mocking her and not taking her seriously, they had not even tried to use their swords... they would be careless and their moment to attack would come.

When one of them made the attempt to remove her sword with bare hands she moved forward with one step, the sword pointing straight towards her eyes, being the only place she could identify as vulnerable with all the armor she was wearing. The soldier's reaction was to quickly back away as he identified what it was she wanted to do, falling to the ground in a sitting position as he was unable to properly coordinate his feet from his sudden movement. The others raised their swords as they surrounded him to prevent him from being unprotected, one of them stopped to offer him a hand with which he could get up more easily, although it was obvious that he had been stunned, his raised eyebrows and bulging eyes still denoting surprise.

“How dare you attack the King's soldiers?” He shouted in anger. “You are an insolent!”

“You are the ones who came here to kill us all when we have done nothing to deserve such punishment.”

“By the King's orders...”

No longer able to stand it, she interrupted him.

“I don't give a shit what the King says, tell your King that he wants all of us from Granwond dead, let him come and kill us with his own hands.”

“We'll teach you to respect the King!”

Yes, insulting him may not have been the best strategy, but he had felt too good to regret it. What didn't feel good at all was receiving attacks from all directions, to the point where backing away wasn't enough, each of the cuts caused by the blades of his attackers' swords hurting him as he had never imagined, blood starting to spurt everywhere, staining his clothes with crimson. Before a cut right in the hand with which he held his sword, it fell to the ground with the clatter of metal hitting the cobblestone, one that turned to nothing at his scream of pain when one of the blades pierced his dorsal cutting everything in its path until it appeared on the other side.

It hurt so much that it was hard to breathe, her body succumbing to the wound to let herself go free against the first surface she could find, sitting on the ground while her back leaned against a wall. The look of her opponents could tell her everything to expect as a result of that encounter, dying would be a gift compared to what they would subject her to, humiliation and torture for who knows how long, that is if she allowed herself to die without a fight. Screaming with what was left of her strength she stood up all at once, ready to go at one of the soldiers without caring that her hands were bare since she had lost her sword, and just when he was a second away from stabbing her in the heart, a strong light began to come from there.

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Blinded by the imposing glow, they were hit by a wave of power that sent them flying several meters backwards, even she was affected by being knocked back against the wall where she had been seconds before in a strong blow. The warmth and familiarity of that light made her feel strangely as if she were at home, tears welling up in her eyes as they became accustomed to the environment that had already returned to normal, the light in her chest fizzling out in a cluster of sparks that she tried to catch, not wanting them to disappear. It was there, looking at that outstretched hand in the air that he noticed the absence of the cut the soldier had given him, this not being the only one that had disappeared, but the others as well. There was not a scratch on it.

The soldiers who were trying to kill her before were now motionless, one of them bleeding from the head, probably from hitting against something when he fell to the ground, but she could not tell if they were dead, nor was she interested in finding out, because her mind could only concentrate on getting out of there as fast as she could. He picked up his sword from the ground and walked over to the man who kept shaking without taking his eyes off him in amazement. When she offered to give him her hand to help him up, he began to stammer words that he did not understand at all, showing himself visibly upset about what had just happened, however, he accepted her hand, embracing her as soon as he could stand up.

“You! Thank heaven, it's you, you're one of them!” He sobbed into her shoulder.

She just patted him a couple of times on the back, thinking that he was probably happy for having come out alive from such a complicated situation, but it felt strange to be comforting a complete stranger, so she decided to separate from him gently, taking his hands in hers to give him a squeeze that meant the end of that interaction... at least that's how she saw it. A very different perspective had her companion, who, still excited, did not let go of her grip, looking straight into her eyes with an illusion she had not seen in a long time, and did not understand the reasons why he could be dedicating it to her, beyond the fact that she had been his savior.

“I thought there were none of you left, but you're here with me!”

“None of who is left? I'm not getting it at all. More importantly, where am I taking you? You’re wounded, you can't walk on your own.”

“That doesn't matter! Don't you know who you are?”

“My name is Maud, my parents were the village blacksmiths, Roman and Davinia.”

“And you don't know who they were?” He asked in a whisper.

“My parents? I don't know what you're talking about, are you all right?”

Remaining silent, he seemed to think about his answer carefully.

“There is something you need to know about your parents but this is not the right place to talk. This information is for Granwond residents only.”

After that, she couldn't help but wonder what was going on.