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Vivir es un derecho fundamental que debemos reivindicar en el contexto que define nuestra existencia. Este principio debería ser la base sobre la cual la humanidad se oriente, sin embargo, la realidad es más compleja.
A menudo, nos encontramos con "peros" que nos llevan a cuestionar nuestra existencia y a establecer dudas que, en ocasiones, se convierten en adversidades. Estas dudas pueden dar lugar a la creación de enemigos imaginarios, a quienes atribuimos la responsabilidad de obstaculizar nuestro camino.
La vida nos enseña a aceptar límites, tanto los propios como los ajenos. Es esencial permitirnos y permitir a los demás, validar nuestras experiencias y las de quienes nos rodean, y respetar y ser respetados.
Estas son solo algunas de las muchas formas en que se expresa la convivencia. Nadie puede afirmar que es ajeno al mundo en el que vivimos.
A pesar de que a veces nos encerramos en nosotros mismos, nuestra existencia está intrínsecamente ligada a lo que nos rodea.
Respiramos el aire de este mundo, nos vestimos con prendas confeccionadas por otras manos y nos abrigamos con materiales que no hemos creado. Por lo tanto, somos parte de este mundo y estamos sujetos a las dinámicas sociales y políticas que marcan nuestra época.
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Para muchos, vivir puede parecer un desierto árido, mientras que para otros es un sacrificio constante. La vida no es sencilla; implica la necesidad de alimentarnos, vestirnos y educarnos para poder integrarnos en el contexto temporal que nos ha tocado vivir.
A lo largo de nuestra existencia, buscamos la independencia, y a menudo creemos que la hemos alcanzado. Sin embargo, si reflexionamos con atención, nos daremos cuenta de que solo nos sueltan la mano al final de nuestros días.
Desde el principio, somos guiados por aquellos que nos crían y cuidan, ya sean padres, abuelos o tutores. Con el tiempo, nuestras relaciones se expanden hacia el exterior, hacia amigos y conocidos, y en este proceso, la escolaridad y el trabajo también juegan un papel crucial.
Es importante reconocer que hay millones de niños en el mundo que trabajan, ya sea para sustentar a sus familias o para sobrevivir. A medida que avanzamos en la vida, el intercambio de manos es constante.
Siempre estaremos sujetos a otros, a actividades generadas por otros, y aunque seamos creadores de nuestras propias realidades, la dependencia de los demás es ineludible.
Luego llega el amor, y nos aferramos con fuerza a otras manos, aceptando que esa conexión es esencial para establecer nuestras vidas.
Continuamos extendiendo nuestras manos unos a otros, sin detenernos a pensar en lo significativo que es aceptar que nacemos para formar círculos que se cierran en un mismo punto. La única salida de esos círculos es a través de la partida final.
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Vivir es un regalo hermoso si valoramos el hecho de que comenzamos nuestra existencia como criaturas indefensas, carentes de ropa y de la capacidad de alimentarnos por nosotros mismos.
Gracias a las manos que nos arroparon, nos alimentaron y nos impulsaron, hoy podemos discernir quiénes somos y por qué estamos aquí. Vivir es, en esencia, extender la mano sin tantas reservas, aceptando que nunca estaremos realmente solos.
Tal vez por eso escribo, con la necesidad de compartir mis pensamientos desde mi lugar, sin ser invasivo más allá de mis límites.
Agradezco la oportunidad de vivir en su mirada, de ser parte de este intercambio humano que nos une. La vida es un viaje compartido, donde cada uno de nosotros aporta algo único y valioso.
Al final, lo que realmente importa es cómo nos relacionamos con los demás, cómo extendemos nuestras manos y corazones, y cómo construimos puentes en lugar de muros. En este sentido, vivir se convierte en un acto de amor y solidaridad, donde cada gesto cuenta y cada vida tiene un propósito.
Así que, al reflexionar sobre la vida, recordemos que somos parte de un todo, que nuestras experiencias están entrelazadas y que, a pesar de las dificultades, siempre hay espacio para la esperanza y la conexión.
Vivir es un derecho, y al hacerlo, tenemos la responsabilidad de hacerlo de manera consciente, respetuosa y compasiva. Al final del día, todos buscamos lo mismo: ser vistos, ser escuchados y ser comprendidos en este vasto y complejo mundo que compartimos.
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Living is a fundamental right that we must claim in the context that defines our existence. This principle should be the basis on which humanity orients itself, but the reality is more complex.
Often, we encounter ‘buts’ that lead us to question our existence and to establish doubts that sometimes become adversities. These doubts can lead to the creation of imaginary enemies, to whom we attribute responsibility for standing in our way.
Life teaches us to accept limits, both our own and those of others. It is essential to allow ourselves and others, to validate our experiences and those around us, and to respect and be respected.
These are just some of the many ways in which coexistence is expressed. No one can claim to be oblivious to the world in which we live.
Although we sometimes withdraw into ourselves, our existence is intrinsically linked to our surroundings.
We breathe the air of this world, we wear clothes made by other hands and we wrap ourselves in materials that we did not create. We are therefore part of this world and subject to the social and political dynamics that shape our times.
For many, life can seem like a barren desert, while for others it is a constant sacrifice. Life is not simple; it involves the need to feed, clothe and educate ourselves in order to fit into the temporal context in which we live.
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Throughout our existence, we seek independence, and often believe that we have achieved it. However, if we reflect carefully, we realise that it is only at the end of our days that our hand is let go.
From the beginning, we are guided by those who raise and care for us, whether they are parents, grandparents or guardians. Over time, our relationships expand outwards, to friends and acquaintances, and in this process, schooling and work also play a crucial role.
It is important to recognise that there are millions of children in the world who work, either to support their families or to survive. As we go through life, the exchange of hands is constant.
We will always be subject to others, to activities generated by others, and although we are creators of our own realities, dependence on others is inescapable.
Then comes love, and we cling tightly to other hands, accepting that this connection is essential to establishing our lives.
We continue to reach out to each other, without stopping to think how significant it is to accept that we are born to form circles that close at the same point. The only way out of those circles is through the final departure.
Living is a beautiful gift if we appreciate the fact that we begin our existence as helpless creatures, lacking clothes and the ability to feed ourselves.
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Thanks to the hands that tucked us in, fed us and propelled us, today we can discern who we are and why we are here. To live is, in essence, to reach out without so many reservations, accepting that we will never truly be alone.
Perhaps that is why I write, with the need to share my thoughts from my place, without being invasive beyond my boundaries.
I am grateful for the opportunity to live in their gaze, to be part of this human exchange that unites us. Life is a shared journey, where each of us brings something unique and valuable.
In the end, what really matters is how we relate to each other, how we extend our hands and hearts, and how we build bridges instead of walls. In this sense, living becomes an act of love and solidarity, where every gesture counts and every life has a purpose.
So, as we reflect on life, let us remember that we are part of a whole, that our experiences are intertwined and that, despite difficulties, there is always room for hope and connection.
Living is a right, and in doing so, we have a responsibility to do so consciously, respectfully and compassionately. At the end of the day, we all seek the same thing: to be seen, to be heard and to be understood in this vast and complex world we share.
Siempre me ha pasado por la cabeza cuál es la razón de mi existencia y hasta el día de hoy no he tenido respuesta. Convivir con personas que amas pero que no saben cómo demostrárlo es bastante duro. La soledad por ende, es mi mejor amiga. Saludos! 💕
Es una eterna duda que nunca resolvemos, porque no sabemos si nos aman o nos necesitan
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Creo que si todos tuviéramos claros el hecho de que naturalmente somos seres sociales, necesitamos tener personas a las que amar, con quien convivir, con quien ser, no importa cual sea nuestra personalidad y aparte literalmente necesitamos de otros para vivir, la vida seria un poquito más fácil, habría menos egoísmo y menos odio.
Me gusta tu publicación, porque lleva a la reflexión, gracias por compartirla.
Es cierto, todos los seres que habitamos este planeta somos sociales, pero parece que la única especie a la que se le olvida eso es a la humana.
At the end of the day, what matters is how we treat others. One thing I've come to discover is that whenever we come in contact with someone, we either leave the person a little more better or worse. I'd prefer the first option
I would say that the most important thing is how I feel, regardless of the opinion of others, because otherwise I end up bitter.
Muy interesante su post, cierto que vivir es un derecho y tenemos el de cumplir con nuestro encargo social. Saludos
Es un derecho fundamental que debemos hacer valer