El arte de la paciencia

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La palabra paciencia, se me cuela, roza mis dientes, mi lengua, pasa levemente por el paladar, y sí, es muy fácil decir a una persona que tenga paciencia y más cuando no eres tú el que se está afrontando a tantas dificultades, a tantas barreras, la paciencia es más que una acción, comprendo que ser paciente es saber tolerar cualquier situación que se presente, sea una piedra en el camino, una persona molesta o un incidente que coloque en peligro la seguridad.

La paciencia sirve para no perder la calma o el control, es necesaria y más cuando las cosas no salen como uno quiere, paciencia, para que la ira no sea como decía mi abuela, lo bonito que haces con las manos, lo desbaratas con los pies por culpa de la ira que no sabes contener.

Al ser paciente conservamos nuestro propósito principal, llueve, truene o relampagueé, aunque se caiga el cielo, hay mantener la calma, después de la tormenta, lo que vienen son cosas mejores, punto positivo (lo mejor); la paciencia nos ayuda a seguir siendo positivos a no perder la esperanza. Para los que son ansiosos, hacer uso de la paciencia, aunque parece muy difícil, sirve para sentirse menos frustrados, que la irritación baje y que el estrés causado por la ansiedad sea más llevadero.

Ser paciente nos ayuda a disfrutar el presente, pero, ¿qué pasa cuando el caos y la desesperación reina en casa?, y cuando tratas de ser positivo ante un problema, y el resultado no es, ni positivo, ni el que estábamos esperando.

Hallarse en una situación o en medio del caos y la tensión, aunque es natural, son como un fluido que va corriendo en contra de lo previsto, el cual todos vemos y sabemos que es perjudicial, pero también es un desafío al entorno e incluso, un estudio de investigación para la adaptación y el desarrollo, ante cualquier situación; saben las primeras que huyen de nosotros son las emociones, no sé si a alguien le pasa, pero, a mí el enojo me abraza tan fuerte a veces es más grande que yo, y en vez de gritar, patalear o golpear, me da por llorar de manera incontrolable, con todas mis fuerzas, molesto al tope, pero, abandonado por mis sentidos y me veo, en medio de lágrimas que a veces lo que sirven es para hacer enojar aún más y hasta ahí llega mi corta paciencia.

Quiero que este momento sea para comprender como es la convivencia con una persona que presenta lagunas mentales, me refiero a un punto entre la realidad y la ficción, la cual se convierte en un desafío, y este a su vez viene a poner a prueba nuestra paciencia de manera constante.

#Paciencia, paciencia y paciencia, es lo que escucho a diario, ya mis glándulas sudoríparas la secretan, esta palabra que taladra mi oído, cobra un significado aún más profundo, cuando me hallo en el dilema de la comunicación, y digo dilema porque todos los días es como una escena de teatro, siempre hay un acto nuevo, una nueva escena, otro tema, aunque la parte más fuerte e importante del ser humano es el cerebro, nadie nos explicó a tiempo que la memoria es frágil, mientras más débil, es más propensa a la confusión, al olvido temporal o al olvido total.

Memoria que incita al olvido y aunque no es culpa ni de quien la padece, ni de quien convive con la persona, da rabia y frustración, más al vernos no solo obstaculizados sino lastimados y más cuando esa persona es nuestro mundo entero y ni siquiera viendo la luz del sol de un día nuevo, puede ver, solo pide ir a dormir porque ya es tarde, ver a nuestro familiar desorientado que no reconozca izquierda o derecha, que en circunstancias no sepa ni siquiera quien eres tú, cuando tú sabes que eres quien está batallando contra la enfermedad que padece siempre a su lado.

La paciencia ante un familiar con lagunas mentales, es un acto de amor y comprensión tanto para el familiar como para uno mismo, porque no es fácil ser hoy un nieto, mientras que ayer fui un hijo y antes de ayer era un completo desconocido, les doy un consejo que no pidieron, nunca pierdan la compasión, no abandonen la empatía, una enfermedad de esta magnitud no es fácil, uno lucha para que la persona no se olvide de uno, mientras que ellos luchan por recordar un acto tan simple como si comieron o se tomaron la pastilla.

Hay que ser pacientes, aunque duela, aunque moleste, contener la ira, la frustración para no lastimar a nuestro familiar y mucho menos a nosotros, lo que viene no será sencillo y lo único que les puedo decir es que traten a esa persona como les gustaría que los tratarán a ustedes.