Saludos, amigos, los mejores momentos para cada uno de ustedes. He estado leyendo sus publicaciones y un tema me buscó para que hablara de él, se trata de la pausa reflexiva.

Vivimos acelerados, en una sola carrera; estoy en un sitio geográfico que se caracteriza por la tranquilidad. Sí, con frecuencia escucho que el llanero es sosegado y sereno; eso no significa que deje de hacer las cosas, es madrugador y tiene todo listo para resolver el día a día. Nadie se duerme en los laureles, pero a la hora de soñar y componer, viene la pausa, para entonar una copla, para afinar el instrumento, echar a volar nuevos versos y ver los propios pensamientos.

Los que vivimos en la ciudad estamos más en sintonía con lo que en ella se encuentra; hay más apuro para poder hacer las diligencias; pero nunca se compara con el de las grandes ciudades donde la gente se atropella en un solo corre-corre del ir y venir.

Ese bullicio y la rapidez con las que se asumen las cosas generan el tan conocido estrés, que tantos problemas acarrea. Es necesario parar; por supuesto que hay compromisos que atender, pero aun en medio de todo eso, detenerse a contemplar, abstraerse, meditar e incluso soñar despierto son necesarios para encontrar el equilibrio.

En medio de esos estados, la paz llega a marcar territorio; entonces provoca repetirlo al día siguiente y al otro. Conseguir ese momento para sí mismo es hacer una pausa. Regalarse un rato a solas consigo mismo que trae luego grandes ganancias.

Esos momentos de pausa nos llevan a revisar nuestros comportamientos a la luz de la calma; volver a ver los acontecimientos en frío, revisar si está bien o no el pensamiento que nos asalta y nos roba tranquilidad, si era necesario soltar esa palabra grotesca, o tener ese comportamiento fuera de sí. Generalmente, bajo estas reflexiones surgen nuevos pasos para corregir lo que no estuvo bien.

Salirse de los cabales es un comportamiento que habla más de quien no tuvo equilibrio y perdió la paciencia que de la acción que originó esa respuesta. El arrepentimiento por no haber pensado mejor aflora, en cuyo caso lo mejor es pedir perdón o disculparse.

La vida es un camino de aprendizaje y cada quien tiene sus creencias que dan origen a sus patrones de conducta, pero estos no siempre suelen ser los más idóneos. A veces es mejor seguir de largo y no gastar energía en lo que ya no tiene remedio, sin culpas ni autocastigos; pero en otros casos prevalecen nexos importantes que es necesario mantener en armonía y merecen estudiar mejor la situación.

Nada debería detonar nuestro mal humor al extremo de llegar a acciones desmedidas; eso no es algo de lo cual sentirnos orgullosos. Tomar una pausa en los momentos más difíciles se vuelve lo más urgente. Esta pausa reflexiva se vuelve necesaria para evaluar cómo estamos con el mundo desde el punto de vista de nuestras emociones.

Tener conflictos nos deja enredados y volver a organizar los hilos en la madeja no siempre es sencillo, pero hay que hacerlo para poder entender el sentido de los mismos. La serenidad mejora la manera de pensar y ver el mundo, es mejor andar tranquilo que con los nervios deshechos a causa de conflictos que pudimos evitar solo con tomarnos una pausa.

Gracias por tu amable lectura.

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