Fuente del Gif: Galería de gifs de Peakd

¿Cuántas veces lo más simple es lo más difícil de hacer? Desde que nacemos dormimos como lirones, (estos duermen como 21 horas al día), pero luego vamos bajando la cantidad de tiempo y acostumbramos a nuestro cuerpo a dormir según nuestra propia dinámica de vida, hay quien duerme tres horas nada más y está tranquilo.

En la época de estudiante había momentos donde se le restaba horas al sueño para poder cumplir con las obligaciones, luego en la etapa de padres trabajadores también hay que madrugar y muchas veces trasnocharse por algún problema de salud de un hijo. Incluso las reuniones sociales dan pie a que se duerma menos, la juventud permite estas cosas.

En la actualidad muchos jóvenes están angustiados por diferentes razones: dinero, insatisfacción por la calidad de vida, problemas de convivencia, exceso de trabajo o pérdida del mismo, deseos inalcanzados, entre tantos. En el día se superan los problemas pero al llegar la hora de dormir los pensamientos se alinean o se presentan todos a la vez, provocando trastornos para dormir.

Cada persona tiene su propio ritmo de sueño, tengo la fortuna de dormir ocho horas, muchas veces corridas, sin levantarme a nada. No he podido establecer un horario rígido, me puedo dormir a las diez, las once, las doce, la una o las dos, y me despierto siete u ocho horas después, mi condición de jubilada me lo permite, además de que siempre fui más activa en la noche que en la mañana; madrugar nunca estuvo en mis preferencias, lo hacía por obligación.

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No obstante, al igual que la gente joven, puede suceder que duerma las suficientes horas pero me cueste agarrar el sueño, o me acueste temprano, me duerma y me despierte a pensar dos horas después, hasta volver a conciliar el sueño. Los especialistas recomiendan no llevarse los problemas a la cama, no tener televisores ni teléfonos en el cuarto, en general, usar la habitación solo para dormir, en la práctica esto no es del todo posible, por muchas razones. Me ha pasado que al despertarme a las tres de la mañana sin nada de sueño agarre el teléfono y termine de ver una película y luego sigo durmiendo, sí, es un desorden; pero durante el día me siento bien.

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Hace casi dos años se presentó una situación extraña con la que aún estoy lidiando, que es la presencia de visiones, que me sobresaltan y alteran los nervios, no son pesadillas, trae ligado el tema de la muerte, siento que me morí, aunque yo no sé cómo se siente eso y de comprobarlo no tengo cómo echarles el cuento. No ocurre todo el tiempo, pero la sospecha de que pueda presentarse me dificulta el momento de conciliar el sueño, puesto que es justo al entrar en la primera etapa del mismo, cuando suelen presentarse, a veces no ocurre, se van debilitando y pasa un buen tiempo antes de que se presente otra, entonces el hábito se normaliza; pero una noche cualquiera, como ocurre al final en las películas de terror, vuelve a aparecer el monstruo.

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En esta búsqueda de los porqués ya descarté el tema del café, el estrés, el uso del celular, algún medicamento, y otros; también he hecho: ejercicios de relajación, meditación, música, escritura, cenas ligeras, especialistas, otro tipo de medicación supervisada, restarle importancia o tomarlo a juego y digo, en medio de risas: «oigan, anoche me morí otra vez», y aún no se resuelve por completo; porque cuando canto victoria, vuelven a presentarse con la misma intensidad del principio.

Aún no lo he logrado solucionar del todo; pero estoy segura de qué en algún momento se irán tal como llegaron y mi proceso de irme a dormir sea normal, sin miedos ni zozobras. Dulces sueños.

Agradezco a @emiliorios, por provocar este tipo de ejercicios de escritura sanadora, que ayuda a reflexionar en lo que hay que hacer para mejorar la salud y la autoestima.
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