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Acaba de pasarme algo curioso, después de estar trabajando en la preparación de una asignatura que no había impartido antes, me avisaron que por cuestiones de horario todo indica que ya no la impartiré, pero todavía no es seguro. Lo curioso es que la asignatura se llama 'Resiliencia', así que irónicamente tengo que ser resiliente ante la posible, pero no segura aún, perdida de la asignatura de Resiliencia.
Esto no me afecta en mis ingresos, ya que si al final no me la asignan, ocuparé esas horas en otras actividades, pero ya había conseguido bibliografía complementaría a la que ya tenía previamente, y estaba armando y planeando los contenidos. Estaba incluso emocionado porque estaba disfrutando del material que había encontrado, y como estaba quedando el curso.
Para decirlo de manera coloquial, hasta hace unos momentos estaba totalmente en el 'mood' de la resiliencia, en que conceptos forman parte de su marco teórico, y como estos han evolucionado a lo largo de la historia, en todas las posible amenazas y tipo de riesgos que hay que tomar en cuenta al hacer un análisis, y un montón de cosas más, y de repente, la vida me hace pasar de lo teórico a lo práctico.
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Ahora, de sopetón, sin decir 'agua va', tengo que parar en seco la preparación de la asignatura, hasta saber si la impartiré o no, y tengo que ocuparme en otra cosa, o sea, tengo que ser resiliente, y la verdad es que como no tengo claro aún que hacer, porque me saca completamente de balance la situación, así que heme aquí escribiendo al respecto.
Me siento como un pitcher que después de calentar el brazo, haber estudiado a sus oponentes y preraparado un plan de juego, justo antes de iniciar el partido, cuando esta listo para su primer lanzamiento, le dicen que parece que ya no va a ser el pitcher de ese juego, pero no puede salirse del campo hasta que le confirmen la información, así que se queda parado en montículo de pitcheo mirando hacia la nada, tratando de no perder la concentración en lo que se define su futuro.
La situación me parece divertida e incómoda a la vez, como muchas cosas en la vida. Y mientras escribo esto poco a poco a me hago a la idea de dejar todo aquello con lo que me había emocionado, y pensar hacia que canalizar el entusiasmo que tenía, para aprovechar su inercia, cosa que al final lograré, pero no deja de ser una experiencia extraña. Heme aquí con ganas de seguir trabajando en la teoría de la resiliencia, pero viéndome forzado por las circunstancias a trabajar en su parte práctica.
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Cuantas veces la vida nos hace cosas similares. No nos sentimos listos para ser padres, y de repente nuestro primer hijo viene en camino, y cuando llega, no importa que tanto sepamos de la teoría, acabamos aprendiendo como cuidarlo y criarlo de verdad, en la práctica.
Cuantas veces planeamos al detalle algo, y cuando nos sentimos preparados y listos para todo, pasa lo menos pensando, echando por tierra todo lo que planeado, obligándonos a improvisar para salir adelante, obligándonos a ser resilientes.
Puede que la palabra, e incluso el concepto de la resiliencia, se hayan popularizado recientemente, en parte como consecuencia, entre otras cosas, a los retos que nos impone el cambio climático, y la necesidad de adaptarnos a ello. La planeación del futuro apunta cada vez más hacia lo proactivo que a lo reactivo, a anticiparnos a los problemas, evitarlos de ser necesario o minimizar su daño si se presentan.
Esta es la filosofía que esta detrás de los seguros de vida y de desastres, de los depósitos que se te piden cuando rentas una vivienda, y de muchos otros sobrecostos. A mayor riesgo, mayor sobrecosto, parece muy obvio, y lo es cuando hablamos de inversiones y negocios, pero no lo es tanto en la vida, no estamos acostumbrados a pensar así.
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Nos casamos pensando que será para siempre. No ahorramos porque tenemos fe en el futuro y en que dios proveerá. Y vamos por la vida viviendo el presente sin prepararnos, y/o estar listos para posibles futuros no tan halagüeños. No nos gusta pensar en que nos irá mal, eso es natural y humano, pero no debería ser pretexto par no ser previsor, y no prepararnos para ser más resilientes.
Lo que me pasó a mi es algo simple, anecdótico y hasta risible, pero a veces los imprevistos, los cambios repentinos que nos presenta la vida no lo son tanto. Un accidente, una enfermedad, un desastre natural, pueden ponernos patas arriba en segundos, y si no estamos preparado para ello, seremos poco resilientes, poco adaptables y preparados para responder a esos cambios, a esos nuevos escenarios que se nos presentan.
Aprendamos a estar listos para la mayoría de las cosas a las que podamos enfrentarnos. Pensar en futuros oscuros no implica el desearlos, sino estar preparados para ello mientras trabajamos para que nunca se presenten, y sean en cambio tan luminosos como nos sea posible . Un día de estos tal vez no tengamos que adaptarnos a un cambio de asignatura a impartir, como es mi caso, sino a algo mucho más serio, y agradeceremos haberlo hecho. Muchas gracias por leerme y hasta la próxima.
©bonzopoe, 2024.
Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.
Saludos @bonzopoe qué increíble espíritu de integración al sistema social. Además en tus ideas se percibe tu deseo por el trabajo y hacer las cosas con la mejor disposición. Éxitos en todos tus proyectos.
Muchas gracias por tus amables palabras. Saludos y éxitos para tu también!