Out with the vices / Afuera con los vicios (eng-esp)

Hey girls!

Vices don't start out as vices. They don't exist until we create them.

First, they're small indulgences, actions we allow ourselves. Then they appear subtly, without seeming dangerous, until they become habitual.

That's when the vice is born.

When we can't go a day without that action, when we start organizing our time around it, we've crossed a dangerous line.

The trap is that a vice never presents itself as an enemy at first. It's a discreet guest who stays.

If we neglect it and don't keep an eye on it, that habit takes hold within us and begins to dictate our decisions. We notice that we choose to stay home to indulge that habit instead of going out with friends, that we unconsciously spend money on it, or that our productivity drops.

We lose control of our actions; the vice takes over.

That's why the key lies in the small things. Small things, repeated many times, become big. We must pay close attention to all the actions we repeat daily without thinking: that compulsive checking of our phone, that glass of wine that's now two every night instead of one, that online purchase to relieve stress. Controlling a vice requires discovering it early, tackling it in time, before its roots grow too deep and it becomes an uncontrollable need.

It's important to understand that anything can become an addiction. I'm not just talking about drugs or alcohol. Work, sports, social media, food, toxic relationships... Any activity I use to escape reality, fill a void, or avoid facing my emotions has the potential to become a master. An addiction is anything I need to function, instead of wanting.

To free ourselves from our vices, it's not enough to simply wish for it once they've taken hold. The strategy is simpler and more difficult: we must close the doors of our home, our minds, and our routines to them before they take over.

This means not allowing the first temptation. It means replacing that habit with a healthy one at the same time of day. It means being brutally honest with ourselves and recognizing when we're using something to numb our feelings.

It's a daily effort of vigilance and self-control, but it's the only way to reclaim the freedom that vice has stolen from us.

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Versión en español

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Hola, chicas!

Los vicios no comienzan siendo un vicio. Ellos no existen hasta que nosotros los creamos.
Primero, son pequeñas concesiones, acciones que nos permitimos. Luego aparecen de forma solapada, sin parecer peligrosos, hasta que se vuelven habituales.
Ahí es cuando nace el vicio.
Cuando no podemos estar un día sin esa acción, cuando empezamos a organizar nuestro tiempo en torno a ella, hemos cruzado una línea peligrosa.

La trampa está en que un vicio nunca se presenta como un enemigo al principio. Es un invitado discreto que se queda a vivir.
Si lo descuidamos y no lo vigilamos, ese hábito toma fuerza dentro de nosotros y comienza a dirigir nuestras decisiones. Notamos que elegimos quedarnos en casa para seguir con ese háEbito en lugar de salir con amigos, que gastamos dinero en él de forma inconsciente, o que nuestra productividad baja.
Dejamos de ser dueños de nuestros actos; el vicio toma el control.

Por eso, la clave está en lo pequeño. Lo pequeño, repetido muchas veces, se vuelve grande. Debemos estar muy atentas a todas las acciones que repetimos a diario sin pensar: ese chequeo compulsivo del teléfono, esa copa de vino que ya no es una sino dos cada noche, esa compra online para aliviar el estrés. Controlar un vicio requiere descubrirlo temprano, atajarlo a tiempo, antes de que sus raíces sean demasiado profundas y se convierta en una necesidad incontrolable.

Es importante entender que cualquier cosa puede convertirse en un vicio. No hablo solo de las drogas o el alcohol. El trabajo, el deporte, las redes sociales, la comida, las relaciones tóxicas...
Cualquier actividad que use para escapar de la realidad, llenar un vacío o evitar enfrentar mis emociones, tiene el potencial de volverse un amo. Un vicio es cualquier cosa que yo necesite para funcionar, en lugar de querer.

Para librarnos de nuestros vicios, no basta con desearlo cuando ya son fuertes. La estrategia es más simple y más dura: debemos cerrarles las puertas de nuestra casa, de nuestra mente y de nuestra rutina, antes de que se instalen como dueños.
Esto significa no permitir la primera concesión. Significa sustituir ese hábito por otro saludable en el mismo momento del día. Significa ser brutalmente honestas con nosotras mismas y reconocer cuándo estamos usando algo para no sentir.
Es un trabajo diario de vigilancia y autocontrol, pero es el único camino para recuperar la libertad que el vicio nos robó.