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Había llegado a un hotel ubicado cerca de la costa, con solo una mochila al hombro. Al acercarme a la entrada del hotel, noté que había un póster pegado con el anuncio de una rueda de prensa, en la cual se presentaría una película en el patio central del edificio.
Curiosa y cansada a la vez, atravesé la entrada con la intención de ir al área de recepción para registrarme; no obstante, me detuve un momento al notar a mucha gente reunida en el patio central. Bajando con cuidado las escaleras, pues la mochila estaba muy pesada, me acerqué para ver qué estaba pasando.
Me emocioné muchísimo al descubrir que era la rueda de prensa de esa película; enseguida reconocí a algunos de los actores que trabajaban en ella, pues eran de mis favoritos en la pantalla grande. Por un largo rato me paseé en sus alrededores, dándoles la bienvenida, intentando no ser invasiva en su espacio.
Unos días después, ya en casa, estaba guardando mis ahorros cuando regresaron mi abuela y mi tía del cine. Les pregunté cómo estuvo la película, a lo que me respondieron que no les gustó, que esperaban otra cosa. Yo simplemente me encogí de hombros; cada quien sus gustos.
No sé qué sucedió después, pues al abrir los ojos, me encontraba en la hamaca. Eran las 5:45 de la mañana. Pronto amanecería; la noche era fría y mi habitación era la única que tenía la luz prendida con la intención de contrarrestar la humedad.
Con un suspiro, musité: “Definitivamente no volveré a cenar tarde… Y quizás haga algo de meditación antes de dormir. Este estrés en verdad sí afecta mis horas de sueño”.
Me incorporé justo al momento de escuchar a mi hermano irse al baño. Ni modo, me toca esperar a que lo desocupe.