La madrugada del 15 de enero era gélida, un manto de escarcha cubría los cristales de la ventana de María. La luna, implacable y fría, espiaba a través de las rendijas, proyectando sombras alargadas y deformes que bailaban en las paredes. Sumida en un sueño profundo, María no percibió el cambio sutil en la atmósfera, la brisa gélida que se coló por una rendija de la ventana, acariciando su rostro con dedos helados.
De pronto, un escalofrío la estremeció, arrancándola de su letargo. Abrió los ojos de golpe, la oscuridad envolviéndola como una manta húmeda. Una figura se recortaba contra la tenue luz de la luna, una silueta oscura que oscurecía la ventana. Sus ojos, dos abismos negros, la clavaron en su lugar, paralizándola con un terror primitivo.
La figura se movía lentamente, deslizándose hacia ella como una sombra. Su respiración, lenta y profunda, era el único sonido en la habitación, un susurro siniestro que erizaba los vellos de su nuca. María intentó gritar, pero su voz se ahogó en un nudo de pánico. Sus extremidades, entumecidas, se negaban a obedecerla.
La figura se acercó más, su aliento cálido rozando su rostro. María cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear la imagen aterradora. Su corazón palpitaba frenéticamente contra sus costillas, un tambor marcando el ritmo de su terror. La figura se detuvo a centímetros de ella, inmóvil, como esperando su reacción.
Un tiempo infinito pareció transcurrir en ese instante. El silencio era ensordecedor, roto solo por la respiración entrecortada de María. De pronto, sintió un leve movimiento, como una sombra que se deslizaba por el suelo. Abrió los ojos cautelosamente y vio que la figura se había desvanecido, dejando tras de sí un rastro de frío y oscuridad.
Con un suspiro tembloroso, María se incorporó en la cama. Su cuerpo entero temblaba, pero la adrenalina la mantenía alerta. Se levantó y se dirigió a la ventana, tirando de las cortinas para dejar entrar la luz de la mañana. El sol, tímido al principio, fue ganando terreno en el cielo, iluminando la habitación con una luz cálida y reconfortante.
María se acercó al espejo y se observó detenidamente. Sus ojos estaban inyectados en sangre y sus mejillas pálidas. Se tocó el rostro, buscando alguna señal de contacto, pero no encontró nada. Agradeció la luz del sol, pero su corazón se volvió a agitar al pensar que la noche podría ser larga y tenebrosa.
The visit to Maria
The early morning of January 15 was icy, a blanket of frost covered Maria's window panes. The moon, relentless and cold, peered through the cracks, casting long, deformed shadows that danced on the walls. In a deep sleep, Maria did not notice the subtle change in the atmosphere, the icy breeze that crept through a crack in the window, caressing her face with icy fingers.
Suddenly, a shiver shook her, tearing her from her lethargy. She snapped her eyes open, the darkness enveloping her like a wet blanket. A figure was silhouetted against the dim moonlight, a dark silhouette obscuring the window. Its eyes, two black abysses, pinned her in place, paralyzing her with primal terror.
The figure moved slowly, gliding toward her like a shadow. His breathing, slow and deep, was the only sound in the room, an ominous whisper that made the hairs on the back of her neck stand on end. Maria tried to scream, but her voice was drowned in a knot of panic. Her limbs, numb, refused to obey her.
The figure moved closer, its warm breath brushing her face. Mary closed her eyes tightly, trying to block out the terrifying image. Her heart pounded frantically against her ribs, a drum beating the rhythm of her terror. The figure stopped inches away from her, motionless, as if waiting for her reaction.
Infinite time seemed to pass in that instant. The silence was deafening, broken only by Maria's gasping breath. Suddenly, she felt a slight movement, like a shadow gliding across the floor. She opened her eyes cautiously and saw that the figure had vanished, leaving behind it a trail of cold and darkness.
With a shuddering sigh, Maria sat up in bed. Her whole body was trembling, but adrenaline kept her alert. She got up and went to the window, pulling back the curtains to let in the morning light. The sun, shy at first, was gaining ground in the sky, illuminating the room with a warm, comforting light.
Maria approached the mirror and took a good look at herself. Her eyes were bloodshot and her cheeks pale. She touched her face, looking for some sign of contact, but found nothing. She was grateful for the sunlight, but her heart fluttered again at the thought that the night might be long and dark.
**
CRÉDITOS
Banner elaborado en PSD con fotos propias y logo de IAFO
Traductor Deepl
@tipu curate 8
Upvoted 👌 (Mana: 0/75) Liquid rewards.