Natural Revenge - Venganza Natural

Contempló una vez más el magullado cuerpo de la liebre, o lo poco que habían dejado los neumáticos. Se preguntó que daño adicional podía haber ocasionado aquella endeble criatura para que el motor hubiese acabado por romperse. Odiaba esos contratiempos, sobre todo cuando tenía una importante reunión de negocios. Si el coche no se hubiese averiado ya estaría entrando a la ciudad.

¡Malditos animales! masculló dando un puntapié a la rueda. No era la primera vez que un representante del reino animal era víctima de su coche. Las ocasiones anteriores no ocurrió nada aparte del impacto con el animal que salía despedido por delante del auto o el bache que sentía cuando las ruedas pasaban sobre su cuerpo.

Por supuesto, sus negocios requerían rapidez por lo que no podía conducir a baja velocidad y tampoco iba a poner en riesgo su vida sufriendo un accidente por intentar evadir a los pequeños animales que se atravesaban en su camino.

Contempló los árboles que le rodeaban y en medio de los cuales serpenteaba la carretera. El silencio dominaba el paisaje. Volvió al coche e intentó poner el motor en marcha. No dio resultado. Tomo su teléfono celular del asiento del copiloto sólo para comprobar que seguía fuera de cobertura. Arrojó el móvil y salió una vez más del auto. De acuerdo, estaba en medio de la nada con un coche averiado e incomunicado pero algún otro vehículo debía pasar por allí.

Habría sido preferible escoger un lugar más céntrico para pasar el aniversario de bodas, pero a Gertrudis siempre se le metían aquellas ideas campestres como forma de celebración y de allí era imposible sacarla. Y cuando los asuntos de la compañía requerían su presencia debía acudir sin que importase donde estuviese en ese momento.

Oteó el cielo surcado por las ramas de los árboles. ¿Estaba oscureciendo? No podía ser, aún era muy temprano, se levantó la manga izquierda de la camisa para dejar al descubierto el Rolex. Auscultó el reloj. Solo eran las tres y media de la tarde ¿Por qué razón le parecía que el día se había tornado menos luminoso? Tal vez se estaba poniendo paranoico.

Se dirigió una vez más al auto, abrió la puerta trasera y entró. Se hizo con el portafolio y abriéndolo comenzó a examinar los documentos que contenía. Si, la compañía compraría el terreno por fin. Claro que tendría que convencer a algunos socios que siempre se mostraban renuentes a cuanta adquisición pretendiese hacer la empresa. Era por ese tipo de individuos que los negocios no prosperaban como debían. La compra de “Los Eriales” era algo que ya debía haberse consumado, de haber sido así ya estarían en la construcción de… Un sobrecogedor ruido lo sacó de sus cavilaciones, ¿Había sido un aullido? ¿Un graznido? No podía decirlo con certeza, dejó los papeles a un lado y salió del coche.

El día estaba ahora más oscuro, dio unos pasos rodeando el auto tratando de divisar en los alrededores el origen de aquel sonido pero nada se avistaba en el follaje. Pero al contemplar el lugar del choque quedó paralizado, la liebre ya no estaba y no era sólo el cuerpo, la sangre que había manchado el asfalto y los neumáticos había desaparecido, era como si nunca hubiese estado allí. Aún ensimismado por la sorpresa revisó debajo del coche sabiendo de antemano que no encontraría nada. ¿Era para preocuparse? No podía negar que la situación le inquietaba, pero todo tenía una explicación lógica, si el conejo no estaba era porque algún otro animal dio cuenta de él y había lamido toda la sangre, y ese animal pudo haber producido el aullido que había oído. Pero la explicación no le convencía del todo, además ¿no podría atacarle aquel animal?

Entró una vez más al auto e intentó encender el motor, nada ocurrió. Ha debido aprender mecánica y cargar su caja de herramientas, de ser así quizás ya habría solucionado el problema. Se apeó una vez más, ahora más preocupado. Se preguntó porque no había pasado otro vehículo. Volvió y tomó el móvil del auto, observó en la pantalla el ícono de la antena buscando cobertura y avanzó un poco por la carretera, debía buscar un sitio alto, quizás hubiese una casa por allí.

Mientras recorría la calzada observaba a ambos lados deseando al mismo tiempo oír el familiar sonido de un auto, pero sólo le rodeaba el silencio. Poco después se encontró ante una pequeña vereda que se internabaen el bosque ¿Podría ser la vía de acceso a una casa? No se veían marcas de neumáticos, pero de haber uno quizás los dueños no lo hubiesen usado últimamente por estar descompuesto, era una probabilidad.

Se internó por el camino mientras observaba el móvil. Al mismo tiempo comenzó a tener la sensación de que era observado. Se detuvo de improviso centrando su atención en el follaje. Le era imposible divisar lo que pudiese haber en la espesura, pero casi podía asegurar que había algo allí. Se percató de la rapidez con la que la oscuridad se cernía sobre el lugar. Revisó la hora en el móvil ¿Podía ser aquello posible? Sólo eran las cuatro y media de la tarde.

Avanzó un poco más hasta que su caminata fue interrumpida. El aullido se había oído nuevamente con un lúgubre eco a su alrededor, intuyó que el origen de aquel ruido estaba detrás de él. Sintió como un sudor frío recorría su espalda y comenzó a volverse esperando encontrarse con algún extraño animal dispuesto a atacarle ¿Era realmente eso lo que temía ver? No, su creciente miedo avizoraba algo peor, una de esas temibles criaturas que poblaban las tenebrosas pesadillas de cualquier mortal. Sin embargo, no había nada allí. Pero lo que se presentaba ante sus ojos era totalmente distinto a lo que había recorrido, el follaje parecía haberse multiplicado y la carretera, de la que sólo se había alejado unos pasos había desaparecido, desesperado y víctima del terror echó a correr mientras entre los oscuros recovecos del follaje parecían asomarse criaturas de ojos luminosos que comenzaban a acercársele amenazadoramente. Pronto sus pasos se hicieron más pesados y su visión comenzó a tornarse borrosa, pero no lo suficiente para impedirle contemplar las extrañas figuras que parecían tomar forma del propio follaje, seres que se acercaban y le rodeaban. Pronto sintió como sus fuerzas le abandonaban y ya no supo más de sí.

No podría decir cuánto tiempo estuvo inconsciente hasta que un ruido se dejó oír a lo lejos. A medida que tomaba conciencia de sí el sonido iba en aumento, cuando aquello ya ocupaba casi toda su capacidad auditiva abrió los ojos y apenas tuvo tiempo de evitar ser embestido por un auto. Era un coche que pasaba al fin, dejó a un lado el susto y echó a correr detrás del bólido gritando para llamar la atención del conductor, pero… algo no estaba bien ¿Por qué le parecía que aquel coche era enorme? Incluso la carretera era enorme, además sus gritos… sus gritos no se oían como sus gritos. Se detuvo presa de una terrible incertidumbre. Levantó los brazos y se los contemplo. Un desgarro de pánico afloró en su garganta.

Echo a correr internándose en la espesura del bosque. Poco después se encontró ante un riachuelo que formaba un estanque de aguas tranquilas. Confundido y presa del pánico se dispuso a acercarse a la orilla pero se detuvo. En su mente se presentaban las ideas más inverosímiles pero para él tenían una extraña certeza. Retomó su avance cauteloso y unos segundos después estaba en la orilla, se asomó ante las tranquilas aguas y lo que vio le hizo gritar de espanto, la imagen del charco no era la del hombre que siempre había visto en el espejo y que últimamente rondaba los cuarenta y seis años, el reflejo que le devolvían las aguas era el de una liebre.